No les importaba
Seguro que a Sánchez, como al poeta, el olor de las peluquerías le hace llorar a gritos
Sucede que Pedro Sánchez se cansa de ser hombre. Esto es un peligro. La veneración de sus feligreses, al fin y al cabo, no le ... confiere inmortalidad al poderoso. El límite lo conocían hasta los faraones, que eran dioses, pero, por si acaso, hacían cosas –como decía Rajoy de los catalanes– y, en previsión, se acondicionaban las tumbas. Sánchez debe de estar agotado de las exigencias de la especie; de tener que alimentarse como cualquier animal o de dormir o de tener dolor de muelas. Esto no se corresponde con la imagen mesiánica que le atribuyen sus acólitos, muchos de ellos desde los micrófonos de RTVE, ya saben, pagada por todos los mortales sean o no partidarios.
Seguro que, a Sánchez, como al poeta, el olor de las peluquerías le hace llorar a gritos. Por eso, resulta necesario atenerse a la tradición. Aquella imagen tantas veces repetida del esclavo que sostiene una corona sobre la cabeza del general romano durante el desfile de la victoria y va susurrando «recuerda que sólo eres un hombre» para bajarle los humos. Este papel incómodo, arriesgado (a nadie le gusta que le agüen la fiesta), se reproduciría modernamente en la figura del periodista. O eso dicen. Los Estados liberales y democráticos establecen una distancia entre el poder y la sociedad productiva. Sólo así, desde la independencia de criterio, desde la autonomía de quien actúa sin deudas ni favores, puede fiscalizarse el mando y obtenerse toda la verdad de los chorizos. La teoría, no me lo nieguen, suena bien.
Pero, ay, vivimos tiempos idólatras. Aquellos bravos locutores y escribientes que, durante los años de Mariano Rajoy en Moncloa, se llenaban la boca contra la corrupción, confundiendo sus caminos con la supuesta indignación de las plazas, eran, en realidad, denunciantes a conveniencia, nunca ecuánimes en el tratamiento del delito. No les importaba la doble vara. Querían el hundimiento del Gobierno Popular para aupar a la izquierda, que se habían quedado grogui en 2011. Ahora, con Sánchez acorralado por los escándalos judiciales, políticos y familiares, en lugar de reactivar su modo crítico, estos profesionales juegan la carta del 'fascismo con toga', firman manifiestos de apoyo al presidente y cobran el salario de la televisión pública mientras acusan de prevaricación a todo juez que asome. No sé qué más hace falta para deducir que no son (ni han sido nunca) periodistas. Son militantes con altos salarios, comisarios políticos de este faraón que consideran infalible y divino. Y qué mal ejemplo para los niños.
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