La primera vez
En su más reciente artículo de Sotileza, publicado el pasado viernes, Álvaro Pombo recomienda la lectura de 'Ética e infinito', libro de conversaciones entre Emmanuel ... Lévinas y Philippe Nemo. Me agrada que Pombo eche mano de este breve compendio del pensamiento del filósofo lituano. Yo lo hago a menudo, citando siempre el mismo fragmento, ese que afirma que, en la Biblia, se dicen «las cosas primeras, las que debían ser dichas para que la vida humana tuviera un sentido». Los hombres y mujeres del desierto, enfrentados al rigor de la intemperie, bregan con Dios y con el prójimo, reflexionan tempranamente sobre los límites del propio acto y del principio de conservación. ¿Qué hacer con el vecino? ¿Cómo entender la exigencia moral en un contexto de muerte amansada por la idolatría y la divinización del poder? La Biblia es la Torá, por supuesto, pero no sólo. También el resto de libros que, asumiendo la fatalidad y la novedad de la experiencia, actualizan las palabras que descendieron del Sinaí.
El tiempo pasa. Las generaciones padecen su pedazo de la historia, despreciando o reencontrándose con el Absoluto según la magnitud del dolor. Después de la Segunda Guerra Mundial, con el personal todavía acongojado, las facultades de Teología se llenan de estudiantes. Hoy, sin embargo, los antídotos son otros. Dios, dicen, no existe. Quedan los militantes, el desarrollo identitario, el gimnasio y el éxito del emprendedor. La ilusión de que la historia y el mundo empiezan ahora, que todo está por construir.
Para esta misión de puro adanismo, es importante provocar una doble ruptura. La primera, por supuesto, con el tiempo. El pasado nada puede enseñarnos. Incluso los mejores maestros clásicos fueron rehenes de conceptos malditos, como la esclavitud o el machismo, bien instalados en lo más hondo del espíritu. Todos aquellos «hombres blancos heterosexuales» colonizaron el pensamiento del mundo.
La otra ruptura se produce en la sociedad. Para que el caos triunfe, esta se disuelve en capillas de fanáticos. Unos impugnan las costumbres, secundan todas las causas para la destrucción del orden liberal, reviven el antisemitismo y colman las plataformas audiovisuales de productos ridículos. Otros, los conservadores, triunfan con pataletas contra unas élites que limitan la política a la discusión de clase media urbana. Pero, como ustedes saben, la derecha no es nada; apenas la sombra de un límite, nunca una ideología. Ahora, aparecen 'infuencers' que taladran las mentes, reivindicando el retorno de la mujer a la cocina y pretenden explicarnos las diferencias esenciales entre los sexos. La derecha ha puesto hoy toda su esperanza electoral en la ola americana del magnate, abandonando cualquier pensamiento cabal sobre el futuro. En el peor momento.
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