Un penique negro, Cueto y el Plan General
La conciencia de ser poseedores de un don territorial ha hecho que la petición de protección aparezca con fuerza en la consulta ciudadana
«Quedé gratamente impresionado ante el bellísimo paisaje que se tendía ante mis asombrados ojos. Todo eran verdes campiñas, y al fondo, un mar profundo ... que ya nunca olvidaré…». Con estas palabras, en 1871, descubrió el telegrafista y autor teatral José Jackson Veyán, nacido gaditano, los extensos prados que se mostraban desde su casa en el paseo del Alta hacia el norte del municipio. Fue él mismo quien, veinte años después, mandó construir el Panteón del Inglés para su amigo William Rowland, nieto del inventor del sello postal (el 'Penny black', de 1840), Sir Robert Rowland Hill.
Santander esconde algunas de estas historias entre su rico patrimonio cultural, pero no oculta, sino que muestra con orgullo a ojos de propios y extraños, su riqueza paisajística y natural, como lo hizo aquella vez, hace ya 150 años, a quien fuera su telegrafista de apellido inglés. La campiña norte del municipio, con su «morios» de piedra seca, sus pasos de personas a través y sus callejas, forma parte de un paisaje muy propio, caracterizado además por su rudeza y austeridad, necesaria, sin duda, para acaldar el tránsito del viento del norte y nordeste hacia la ciudad más abrigada al sur. Los acantilados, por su parte, constituyen su chata proa hacia el Cantábrico y sirven para pulverizar la mar salina en espuma casi imperceptible para el paseante de la costa.
No cabe duda de que se trata de paisaje, pero nadie discute tampoco que se trata también de patrimonio. En 2012, Río de Janeiro fue declarada la primera ciudad del mundo 'Patrimonio de la Humanidad por su conjunto paisajístico y cultural'. Es evidente que no se trata de comparar ciudades, pero el entorno de Santander es realmente difícil de igualar y son muchas las referencias posibles. Por un lado, esa campiña costera, verde y aguerrida por su exposición norte a la dureza de los vientos y de la mar. Por otro lado, la configuración topográfica del municipio, con su sucesión de crestas y valles en sección transversal norte-sur, que definen una configuración singularísima para el territorio municipal, peninsular y alargado. Por otro, el perfil suave de sus flancos este y sur, con las playas y el propio frente marítimo (más duro en su zona portuaria), y con el punto de inflexión perfectamente caracterizado por la destacada península de La Magdalena. Por otro, en este mismo frente sur, la presencia majestuosa de la bahía y, al fondo, Peña Cabarga, el Monte Castillo, el Portillo de Lunada y un sinfín de picos y estribaciones que configuran un escenario sencillamente espectacular. La propia ciudad vista desde la bahía o desde Peña Cabarga.
Más al oeste, La Remonta, Peñacastillo y, al final, como fondo escenográfico casi sublime para la bahía, la calle Castilla o la propia S-20, los Picos de Europa (nevados o no...).
Santander conoce como pocas ciudades el valor de sus 'vistas', puesto que un concepto tan subjetivo, estético y paisajístico como este hace que suba el valor de una vivienda tan solo con poder presumir de ellas. Es una ciudad donde sus habitantes son perfectamente conscientes de la identificación que tienen con un orgullo que consideran propio y real, el de su paisaje, ya sea interior o incluso exterior, o sea, tanto el que pueden ofrecer como del que disfrutan. La conciencia de ser poseedores de un don territorial manifestado en esas vistas y ese paisaje ha hecho que la petición para su protección haya aparecido con potencia dentro del proceso de consulta pública ciudadana previo a la redacción del PGS y será, pues, uno de los que habrán de ser tenidos en cuenta de forma directa y específica.
Cueto y su campiña, extendida desde Cabo Mayor hasta La Maruca, constituyen uno de los paisajes singulares de Santander como municipio, aunque no son los únicos, y todos requieren, como otros muchos temas surgidos en el debate ciudadano, ser abordados desde el máximo respeto y valoración por su capacidad para aportar su sello y especificidad a aspectos que el planeamiento urbanístico tiene la obligación de ponderar en su exacta medida para entender mejor el territorio municipal y también la dependencia que se tiene del ámbito supramunicipal en temas como este del paisaje.
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