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Entre parentesis

La dulce cola

Jueves, 20 de noviembre 2025, 07:06

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Que conste que no me gusta hacer colas, pero hay que reconocer que son un gran invento. Rectas o curvas para alargar su longitud y ... adaptarse al terreno, parecen serpientes que envenenan el desorden y equilibran el caos del instintivo «yo primero». Las colas son expresiones de nuestra resignación social, aunque su imaginario nos rebaje a rastros de hormigas y orugas procesionarias. Porque es cierto que a veces parecemos insectos jerarquizados haciendo filas. Mirémonos en los cajeros de los supermercados, donde misteriosamente la otra fila siempre va más rápida; en las puertas de los comercios, donde nos empujamos para acceder a gangas o grandes rebajas; en los embarques de puertos y aeropuertos, en las taquillas de los conciertos o en las ventanillas de las administraciones públicas. Son esperas provocadoras de impaciencia y picaresca, aunque siempre sonará esa voz guardiana y atenta de «¡A la cola, que está sola»!

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