El fantasma de la islade Mouro
Las historias de fantasmas forman parte de nuestras creencias ancestrales, como la existencia de vida después de la muerte que alienta leyendas y relatos literarios. ¿ ... Pero qué relatos pueden escribirse de un fantasma que nadie conoce y que no tiene mortales a los que aparecerse?
Falleció en la isla deshabitada de Mouro, cuando ni siquiera se había construido su faro. Fue en el verano de 1812. Una escuadra inglesa llegó a Santander para cañonear las fortificaciones tomadas por las tropas napoleónicas, desembarcando luego algunos de sus hombres para unirse a los del valeroso Juan López Campillo y expulsar a los invasores franceses.
Pero antes de entrar en la bahía, lo primero que hicieron los barcos ingleses fue fondear en El Sardinero y montar una batería en la isla de Mouro para que la artillería atacara el castillo de Ano, situado en la península de La Magdalena. En las 'Efemérides' de José Antonio del Río se señala que «los franceses que defendían el castillo tuvieron algunas bajas en muertos y heridos; los ingleses tuvieron también en Mouro un muerto, habiendo existido en la isla durante muchos años un palo bastante alto con una tabla en la que se leía el nombre y apellido del muerto, que se encontraba enterrado allí».
No sé nada de ese hombre, ni si sus restos continúan allí. Me los imagino olvidados en cuanto desapareció la tabla que los identificaba. Triste destino para un fantasma, aunque Gerardo Diego quizás presenciara su grandiosa aparición en la espuma de las olas que se rompen contra la isla: «Adelantada tú en el mar violento,/ se estrella en ti el retumbo de la ola,/ que se abre y alza en férvida corola/ con raíz de galerna y de tormento./ Sube el globo –tan blanco– sube lento,/ lento, moja el fanal de la farola/ –quieto, oh nivel, oh cumbre– y ya se inmola,/ ya se derrumba turbio y ceniciento».
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