El ocaso de los indianos
Qué bella historia la del indiano que regresa rico a su Cantabria e invierte en ella los tesoros que obtuvo en las Américas. Son incontables ... los indianos que destinaron parte de sus riquezas a construir escuelas, hospitales, asilos, iglesias, centros culturales, traída de aguas, puentes, carreteras, casonas y palacios. Me vienen a la memoria el marqués de Comillas, el marqués de Valdecilla, Santiago Galas, Eusebio Gómez, Mateo Haya Obregón… Y por tanta generosidad y bonhomía se quiso honrar en 1968 la memoria de esos hombres con el monumento que se eleva en ese lugar privilegiado que es Peña Cabarga. El monumento ha estado abandonado durante demasiados años, pero hace unos meses se ha recuperado con un nuevo mirador para otear la bahía, principal salida y llegada de los buques de la Trasatlántica que trasladaban a nuestros emigrantes y sus ilusiones. Ahora hay unas modernas pantallas panorámicas con realidad virtual, simuladores de vuelo y exposiciones interactivas para conocer y sentir lo valioso que para Cantabria fueron aquellas aventuras personales.
Pero el indiano ya sabía cómo levantar su particular monumento para hacer visible el empoderamiento de su regreso. Con sus riquezas se trajo también las palmeras para plantar el símbolo de su crecimiento. Cuando este árbol se erguía en una finca, ya se sabía que detrás había un relato personal de ultramar. De esta manera, las palmeras fueron adquiriendo a lo largo de los años una notable importancia paisajística y cultural, aunque no sea una especie autóctona.
Y lo que son las cosas, con la recuperación de la gran palmera de Peña Cabarga, un maldito escarabajo está arruinando los románticos monumentos arbóreos que nos han legado nuestros indianos. Ya son demasiadas las palmeras infectadas por el picudo rojo. Sus larvas se alimentan de las partes blandas del árbol y van deteriorando las palmas que se derriten flácidas y decadentes. Qué triste es contemplar el ocaso del paisaje de los indianos.
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