Me entero de la reciente celebración en Santillana del Mar del Festival del Tequila. Pensaba en una fiesta a la manera en que en Potes ... se celebra la Fiesta del Orujo, que tanto éxito y fama acumulan entre productores de la bebida, visitantes a Liébana y oportunos controles de alcoholemia.
Pero no, el Festival del Tequila de Santillana no bebe alcohol, al menos en su programa de actividades que ha tenido un predominante perfil cultural y una reivindicación histórica de los indianos.
Lo del tequila es una sutil manera de alegrar el orgullo patrio para recordar a D. Pedro Sánchez de Tagle, un cántabro, de Santillana para más señas, que fue el promotor de la producción empresarial de esta bebida destilándola del agave azul en su hacienda denominada Tequila, junto a Pénjamo, en el estado de Guanajuato (México), y cuyo retrato se conserva tanto en la citada hacienda como en su antigua casona de los Sánchez de Tagle, en Santillana.
Enrique Campuzano, alma del festival, me explica que en él se trataron este fin de semana las relaciones comerciales y culturales que supusieron el encuentro entre civilizaciones tan dispares como la española y la del Nuevo Mundo de los virreinatos de Nueva España, Filipinas y del Perú, y que además de interesantes conferencias, los asistentes tuvieron ocasión de conocer las salas orientales del Museo Diocesano, los palacios de Santillana construidos en los siglos XVII y XVIII con fondos procedentes de Filipinas y México y la exposición de las sedas chinas de la Colegiata de Santillana.
También hubo fiesta. El sábado por la noche, el festival se clausuró en la Plaza Mayor de Santillana con música y danzas típicas de México, con un programa titulado «Por las tierras de Cantabria», pero no hubo tequila. La bebida destilada por Sánchez de Tagle espera a alguna charla más específica para mejor conocerla en sus profundidades de sal y limón.
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