Razas
Lo importante es fortalecer vínculos, rescatar a los animales e impedir los maltratos
Como consecuencia del actual clima de ensimismamiento y prevención apocalíptica, y por un inesperado rebote del destino, los animales domésticos se han convertido en los ... jerarcas de la contemporaneidad, ocupando las posiciones que otrora ocuparan los patricios o los curas. En las ciudades, nuestros perros y gatos viven hoy a cuerpo de rey emérito, sin obligaciones de ninguna clase. Comen, duermen y desobedecen, con suerte, durante muchos años, sin el estrés que suponen la caza, la guarda o el pastoreo.
Mi perro, Ringo, sin ir más lejos, es un despreocupado representante de su especie. Como corresponde a los perros mestizos, su mente está perfectamente afilada para detectar las estrategias favorables y satisfacer sus intereses inmediatos. No es glotón, pero sí pelotero, y agradece las caricias de todos los españoles, especialmente de las mujeres, a las que se arrima con ojillos de inocente embaucador. Ringo, hay que admitirlo, es un quinqui guapo y noble, como lo fueron James Dean o Quimi, el de 'Compañeros', con un gran corazón que lo redime de su querencia marginal.
En el delicado asunto de las mascotas, la ley cumple su cometido: a los canes de mordida fuerte, se los califica como PPP (perros potencialmente peligrosos), término que en España integra a ocho razas y, en Cantabria, a catorce. El Gobierno, con buen criterio, pretende evaluar individualmente a cada ejemplar, como sucede en otros países, suprimiendo el prejuicio «racista». Asimismo, se trabaja en una nueva Ley de Bienestar Animal para, entre otros objetivos, terminar con los abandonos y los sacrificios. No todo va a ser Puigdemont.
Estas noticias, recibidas con indiferencia o chanza, coinciden con otra que promete ser polémica cuando no debería serlo: tras la erupción del volcán de La Palma, se ha habilitado un refugio para acoger a las mascotas que, al igual que sus dueños, se han quedado a la intemperie. Algunos hablarán de humanización excesiva y sentimientos pervertidos o de prioridades descuidadas en los tiempos de la degradación moral y la baja natalidad. Absurdas pataletas de intolerantes.
Mi amiga I. lo explica muy bien y yo recojo y hago mías sus palabras: «los animales no es que formen parte de nuestro hogar, es que son nuestro hogar». Efectivamente, el progreso del mundo libre nos permite ampliar el marco moral para acoger a otras especies que acompañan al ser humano en su deambular terrestre. No se trata, claro, de otorgarles el derecho al voto o permitirles presentar programas del corazón; eso no son más que extravagancias disfrazadas de argumentos. Lo importante es fortalecer vínculos, rescatar a los animales de la desprotección legal e impedir los maltratos que tanto han proliferado en nuestra cultura.
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