¿Por qué tenemos que seguir siendo humanos?
El gran problema en la sociedad postmoderna consiste en que no estamos juntos, ni siquiera cuando estamos charlando por internet
La utopía de la Modernidad se ha venido abajo. Vivimos en la Postmodernidad, en el Posthumanismo. Se trata de una corriente ideológica, particularmente en boga, ... según la cual el ser humano está destinado a ir más allá de si mismo y dar paso a una especie mejor que la humana. Se pretende mejorar las capacidades y potencialidades que ya tenemos, ser hombres expandidos, aumentados, e incluso seres transhumanos con nuevas funciones mediante las actuales biotecnologías.
Nos enfrentamos, pues, a nuevas cuestiones. ¿Cuál es el destino de la humanidad? ¿Cuál es el futuro del ser humano sobre la tierra? ¿Por qué hemos de continuar con la condición humana, si podemos cambiarla mejorándola? Si las nuevas tecnologías permiten mejorar las condiciones de vida y prolongarla casi infinitamente frenando el proceso de envejecimiento y las enfermedades, ¿por qué tenemos que renunciar a todo esto? Si podemos mejorar sustancialmente las capacidades del cerebro, ¿por qué tenemos que seguir viviendo en este cuerpo tan frágil y cuyo destino es la muerte? ¿por qué tenemos que seguir siendo humanos? El hombre siempre quiere ir más allá y superar los límites, es verdad. Pero el cuerpo impone unos límites que hay que aceptar: la enfermedad, el sexo, la edad, el desgaste natural, la muerte. Por mucho que se quieran evitar, acaban imponiéndose en su momento la finitud, la fragilidad, la enfermedad y la muerte.
Este es el tema del Posthumanismo, ¿por qué aceptar seguir siendo humanos de carne y hueso y consciencia, renunciando a ser superhombres o transhumanos? Porque para aceptar esto hemos de rechazar que Dios se ha hecho carne. Que el ser humano es algo más que un animal racional, una mente dentro de un cuerpo carnal. La fe cristiana nos dice que, cuanto más espirituales somos, más carnales somos, y que ocuparnos de lo eterno nos involucra más en los problemas de cada día. Porque Dios se revela en la historia. Y, como no es una idea, el encuentro personal con Él es un acontecimiento histórico y real. Por tanto, no estamos ante un problema de conceptos, sino de acontecimientos.
No estamos ante un problema de conceptos, sino de acontecimientos
Cristo es un acontecimiento real en la historia, nació en el seno de una familia, tuvo amigos y enemigos, perpetuó su presencia entre nosotros en una cena con los suyos, resucitó para nunca más morir... Se trata de permanecer juntos compartiendo cosas muy sencillas: el pan, el vino y la palabra... contando la historia de la salvación. El gran problema en la sociedad postmoderna consiste en que no estamos juntos, ni siquiera cuando estamos charlando por internet. Nos falta una vida práctica real en casa, en una comunidad de carne y hueso. Este es el principal problema. El Papa Benedicto XVI hablaba de comunidades pequeñas quizá al final de los tiempos. Comunidades pequeñas pero vivas, con una fe fuerte en contraposición a una amplia comunidad cristiana débil y sin fe. Ser cristiano consiste en estar en el mundo para todo el mundo. Tenemos que dispersarnos para que la palabra de Dios llegue hasta los confines de la tierra. Una pequeña comunidad ha de ser un lugar reconfortarte donde alimentamos la fe, pero para salir a la misión. Todos los seres humanos son hijos de Dios, no solo nosotros. Cuando nos encerramos en una comunidad pequeña, nos convertimos en una secta y dejamos de ser Iglesia.
El Transhumanismo ofrece a los hombres y a las mujeres de hoy una cosmovisión que les permite caer en la tentación del 'seréis como dioses' ya presente en el origen de los tiempos y que se ha ido perpetuando a lo largo de la historia de la humanidad. Se rechaza a Dios porque se le considera culpable de las miserias del cuerpo humano aduciendo que un creador tan deficiente no merece ser adorado como Dios. Y se cae en la contradicción de rechazar al cuerpo y al mismo tiempo exaltarlo dándole culto. ¡Así somos los hijos de nuestro tiempo!
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