Traiciones
En la noche del jueves, cuando aún no habíamos asimilado la debacle del Racing, un mensaje –¿o se dice 'story'?– de Instagram incendió las redes ... con un fuego que todavía sigue ardiendo el fin de semana.
«Te lo mereces», decía el recadito, «por traidor, mentiroso, falso, inepto y un sinfín de adjetivos»; se trataba, al parecer, de una vendetta hacia el entrenador desde el entorno de un futbolista condenado al ostracismo, aunque luego quisieran enmendar el asunto echando la culpa al cha cha chá. O bueno, a Pedro Sánchez, que viene a ser lo mismo.
Así que, como nos gusta más una movida que comer con los dedos, combatimos la bajona del 'no ascenso' con carnaza y cotilleo, y un poco de psicología de andar por casa.
Porque eso de que uno se merezca o no lo que le pase está entre el pensamiento mágico y la autoayuda, siendo generosos. Como creer que «a una mala persona jamás le saldrán bien las cosas», que también decía el mensaje. Como principio teórico no está mal, pero de ahí a que el karma realmente funcione… No parece que haya un orden cósmico, una justicia poética que se dedique a premiar las buenas acciones y castigar las malas; como mucho, acierta la ley de Murphy: «si alguien te la puede liar, te la acabará liando». Pero nadie garantiza que «el que la hace, la paga»; al menos en materias ajenas al código penal, el civil y el de circulación.
Ahora, eso sí: qué bien tiene que sentar el desahogo. Porque todos tenemos a alguna persona a quien llamar traidora, lianta, malinche y algún otro insulto más grueso. Y, si el destino te regala la oportunidad de cantarle las cuarenta a quien antes te la ha jugado, eso debe ser como ascender al cielo… de la revancha.
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