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Santa María, una iglesia templaria

Santa María, una iglesia templaria

El templo es la principal joya artística de Castro Urdiales, alrededor del cual giró la vida de una población muy religiosa y comerciante

JAVIER GARAY

Jueves, 23 de agosto 2018, 09:41

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Eladio Laredo, Rucabado, el cementerio o las ruinas de Flaviobriga son retazos históricos castreños y muy actuales, dándoles gran relieve turístico, pero se pasa por alto que Castro Urdiales es medieval, su estructura, su inmueble, su arquitectura, su historia son medievales y nada, casi nada de Roma, pero hablamos de todo menos de nuestro pasado.

Desde el siglo XII, que es cuando empieza nuestra historia y Santa María es la principal joya artística de Castro Urdiales y sin lugar a dudas todo, pues en su espacio tanto interior como exterior, giró la vida de una población muy religiosa, comerciante, pescadora, ballenera y conquistadora. La magnitud artística de su templo, el emplazamiento geográfico y paisajístico se debe comparar a aquella población medieval que la comenzó a edificar.

No es cuestión de buscar emociones que nos hagan ser diferente al resto de historias, pero sería injusto pasar por alto un librito publicado en Argentina en 1927 del que es autor Valentín Méndez Calzada y titulado 'El Reinado de la Carabela' en el que escribe: «Castro Urdiales ha sido tratada injustamente, pues sus méritos marítimos en la historia del descubrimiento son tantos y tales que bien hubieran merecido densos capítulos sobre ellos». Esta obra fue publicada en diario de la tarde La Razón y dice que «la nave del famosísimo piloto la carabela que Colón designó almiranta, por ser la mayor, había sido construida en las atarazanas de Castro Urdiales, de donde era natural su dueño».

Muy bonito para la historia de un lugar contemplar la aportación a tan grande gesta como la llevada a cabo en el descubrimiento, pero sin más, pero yendo aún mas lejos y haciendo referencia a la revista ilustrada, 'Castro Urdiales II año triunfal', y publicada en 1938, encontramos un artículo firmado por Juan Redondo Fradua que dice: «Las crónicas medievales nos hablan del esplendoroso renacimiento de la Villa, de su importancia mercantil y del poderoso concurso por Castro, llevado al glorioso despertar de la marina castellana».

Los archivos locales nos conservan la memoria de los cruentos sacrificios con que contribuyó a las grandes empresas de la historia patria. En los archivos de Medinaceli existe un documento relativo a la petición hecha por Cristóbal Colón para que el Conde le prestase una nao llamada Santa María, que reunía todas las mejores condiciones marineras, por haber sido construida en el puerto de Castro Urdiales y esta nave fue concedida a Colón al servicio de los Reyes Católicos y solamente con esta expresa condición, fue más tarde la célebre carabela que rompiendo los mares descubrió otro mundo. A lo que más se atreven los historiadores es a considerar a la Santa María una de aquellas naves de Cantabria destinada al comercio con los mares de Europa, que conciliaban en lo posible los medios de seguridad con la mayor carga.

Yo, por mi parte añadiré, ni quito ni pongo nada a la historia, pero de todas las atribuciones que hacen otros puertos y otros historiadores para «arrimar el ascua a su sardina» respecto a qué puerto perteneció la nao; Castro Urdiales es la que más argumentos puede ofrecer, así como su gran tradición oral, que queda reflejada en ese antiguo poema que dice «Sirviendo así a la historia, fue su industria artesana, quien construyó en sus playas, con ingenio fecundo. A la Santa María, nao capitana. Que aquel 12 de octubre, nos ensanchaba al mundo».

Alfonso VIII contempló desde sus palacios reales el inicio de una de sus más grandes obras que descansaría sobre un peñón para él sagrado, Santa María. Visitó nuestra villa en varias ocasiones y un 28 de agosto de 1208, otorgó el privilegio de los Solares de Espinosa para el empadronamiento de los leales que habían de ser monteros y guardias de los reyes de Castilla. Gloria nos queda del amor de este monarca a nuestra villa y Santa María no luce lo que debiera. Todas estas historias se deben a un rey del que pasamos olímpicamente. Este rey era amigo de las letras y el arte y para el comienzo de la construcción de Santa María hizo venir de Italia y de Francia a varios doctores de fama. Según datos que se guardan en el archivo parroquial, no olvidó nuestro rey a su villa y cuando después de la gran victoria de las Navas de Tolosa en el 1212, repartió entre los principales templos de España gran parte de las divisas religiosas que habían acompañado a los cristianos en esta pelea, hizo merced el Rey a su querida villa pescadora del norte, de la cruz granada que se halló en la batalla y con las bases que fundó el padre de nuestra historia moderna, Castro Urdiales campeó sobre las olas, la guerra y el comercio durante cientos de años. ¡Gloria a Alfonso VIII! Y preparemos un gran homenaje a nuestro glorioso Rey.

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