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El esqueleto del Puente de los Ingleses aflora tras la retirada de los andamios
Aunque aún queda «bastante trabajo», el Ayuntamiento explica que las obras avanzan mejor de lo esperado y concluirán en otoño
La obra para restaurar el antiguo cargadero de mineral de Orconera –conocido como Puente de los Ingleses– en El Astillero empezó con mal pie hace ... siete años. El Ayuntamiento paralizó los trabajos tras detectarse problemas en la planificación del proyecto y un juez declaró resuelto el contrato de obra en junio de 2022 con el fin de reiniciar las labores, pero para entonces la cuestión ya se había convertido en un 'embrollo' –la UTE demandó luego al Consistorio y éste fue obligado a pagar 17.500 euros–. Hubo que volver a empezar desde el principio.
Trámites mediante, los trabajos se retomaron tres años y una legislatura más tarde, es decir, este invierno. Al contrario de lo que sucedió al principio, ahora la ejecución «avanza a un ritmo mejor de lo esperado» y su conclusión está prevista para el otoño. La evolución de la obra se aprecia a simple vista porque ya ha sido retirada la mayoría de los andamios que revestían el esqueleto del histórico puente, Bien de Interés Local (BIL).
Con todo, desde el Ayuntamiento de El Astillero explican que «aún queda tarea por delante» para recuperar el cargadero y hacerlo de nuevo transitable, como lo era antes. Antes de 2017, cuando el Puente de los Ingleses –se llama así porque fue empleado para transportar mineral por una compañía inglesa a finales del siglo XIX– fue bloqueado para evitar un mal mayor, dada la falta de estabilidad y el deterioro que se había ido produciendo con el paso de los años por su exposición al mar.
No se cerró solo un puente. Se cerró el recurso turístico que hablaba del pasado industrial de El Astillero, el último testigo 'vivo' de la historia sobre el cargadero donde se trasladaba el mineral tras ser extraído de explotaciones como la de Cabárceno, que hoy ocupa el famoso parque natural. Con la instalación cerrada al paso, comenzó la burocracia para acondicionar el puente y devolverle, aunque fuera en parte, su esplendor turístico. La actuación se adjudicó y las labores se iniciaron, pero se detectaron errores en el planteamiento, lo que dio pie a un periplo judicial que se alargó hasta el 2022.
No fue hasta noviembre de 2024, ya en la actual legislatura, cuando el Ayuntamiento de Javier Fernández Soberón (Cs) adjudicó la rehabilitación del monumento a la empresa Copsesa por 518.687 euros y un plazo de ejecución de doce meses.
Las labores se centran ahora en reforzar la estabilidad estructural del puente y mejorar la accesibilidad. Al tratarse de un BIL, el proyecto ha requerido del visto bueno del Gobierno de Cantabria, que concedió la autorización en septiembre de 2024, tras recibir detallados y exhaustivos informes de la Administración local acerca de lo que se iba a hacer.
Las actuaciones incluyen la limpieza de la estructura metálica, la aplicación de tratamientos anticorrosión en aquellas zonas expuestas al ambiente marino y el refuerzo de la cimentación mediante micropilotes y hormigón para asegurar la estabilidad.
Minimizar el impacto
La intervención contempla también la gestión ambiental con el fin de minimizar el impacto ecológico durante el desarrollo de los trabajos. Además, como los recursos turísticos han de ser inclusivos, las labores implican añadir una barandilla adaptada a las normativas actuales y un nuevo pavimento ligero que permita el paso seguro de peatones.
La actividad en el cargadero siempre estuvo ligada a la extracción de mineral. Tres años después de ser construida, pasó a ser propiedad de la compañía Orconera Iron Ore. Hasta allí se transportaba el mineral en vagonetas y se cargaba en la bodega de los barcos con destino, en su mayor parte, a Reino Unido y más tarde, a los altos hornos de Bilbao. Es el cargadero que más tiempo ha permanecido en funcionamiento en Cantabria y ya vuelve a florecer.
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