Pedro Farias Arquer
Potes acogió este jueves una charla sobre la investigación previa a la posible restauración de este espacio del Parque de Picos de Europa
El lago de Ándara como tal desapareció a principios del siglo pasado. Una galería minera pinchó esta burbuja de agua y se llevó por delante ... el tercer lago en importancia del ahora Parque Nacional de Picos de Europa. Su posible recuperación ha sido un debate que, como le sucede al río Guadiana, aparece y desaparece del debate político desde hace varias décadas. El profesor y doctor de la Universidad de Oviedo Pedro Farias Arquer, que lideró al equipo de geólogos que radiografió los motivos de la desecación en 2010, analizó en el Centro de Estudios Lebaniegos de Potes la situación actual apoyándose en unos estudios previos a la posible restauración del lago.
–Hace quince años elaboraron un completo informe. ¿En qué consistió?
–El trabajo que hicimos desde la Universidad de Oviedo en 2010 financiado por el Parque Nacional de Picos de Europa fue precisamente para tratar de constatar si había desaparecido súbitamente o se había vaciado debido a los trabajos de explotación de las minas adyacentes de plomo y zinc.
–¿A qué conclusión llegaron?
–Sin ninguna duda, la desecación del lago de Ándara se produjo por la actividad minera.
«Técnicamente se podría hacer, pero es una decisión política. Nosotros sólo hicimos el estudio geológico»
Pedro Farias Arquer
Géologo de la Universidad de Oviedo
–¿Cómo lo averiguaron?
–Hicimos un estudio en profundidad del entorno y cotejamos los cortes geológicos con los mapas geológicos de la zona. Todo lo anterior lo comparamos con los planos de labores en la mina que conseguimos de los descendientes de la familia Mazarrasa, responsables de la explotación. Ahí vimos que había una galería que llegaba justo debajo del lago, a unos diez metros de profundidad.
–¿Por ahí se filtró el agua?
–Sí, por ahí se sumía. Además se llevaron a cabo análisis geofísicos. Concretamente, unos perfiles eléctricos que miden la resistividad de la roca; es decir, la conductividad, o lo que es lo mismo, dónde hay agua en el macizo rocoso y dónde está seco.
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–¿Qué información les aportó?
–Pues que justo en un punto lateral de la actual charca es por donde se filtra el agua.
–¿Consiguieron acceder a la galería de la mina?
–Sí, lo hicieron un grupo de espeleólogos de Liébana. No fue fácil porque hay tapones de hielo que bloquean la mayor parte de las galerías, pero este equipo logró acceder hasta el punto por donde, efectivamente, está filtrándose el agua de lo que queda actualmente del lago. En su día debieron hacer una voladura para continuar en ese punto de la mina y, por eso, empezaron las filtraciones. Se desconoce si se inundó o si hubo heridos. En aquella época, a principios del siglo pasado, las extracciones mineras no estaban tan controladas como ahora.
–¿Se podría volver a recuperar este antiguo lago?
–Eso es una cuestión que no depende de nosotros (de la Universidad). Es una decisión política.
–¿Técnicamente es posible?
–Sí, para que se entienda, sería algo así como volver a poner un tapón a la bañera. Hay varias posibilidades, pero técnicamente se puede hacer. Hay un montón de técnicas en geotecnia, obra civil, etc., que se utilizan en casos similares. Como cuando se instalan zapatas de puentes en terrenos calizos. Se rellenan los agujeros con material específico sin ningún problema.
–¿Cómo lo harían?
–A ver, lo que taparíamos sería el agujero actual, el que conocemos de la galería, por el que se está filtrando el agua Pero puede suceder también que haya otros puntos que se escapen del estudio, es decir, otros agujeros susceptibles de ser sumideros. La actividad minera siguió después de que esa galería pinchara el lago por debajo.
–Por lo que comenta, el estudio no abarca las dimensiones originales del lago y, por tanto, podría haber más puntos de fuga.
–Eso es. El estudio hace una radiografía de la zona actual, por donde se está yendo ahora el agua. Si hay otro sumidero, digamos, ladera arriba, se desconoce.
–¿El porcentaje de éxito, por tanto, no está garantizado?
–Desde luego. Nada garantiza que se pueda recuperar el lago como era originalmente —tenía unas dimensiones de 325 metros de largo por 75 de ancho–. A lo mejor sólo se obtiene un poco de éxito y la charca se queda poco más de lo que es ahora. O a lo mejor el éxito es total y se recupera el lago al completo... O a lo mejor sólo se rellena una parte...
–¿Qué beneficios tendría la recuperación?
–También es interpretable. No es nuestro cometido como geólogos. Cada uno puede tener su propia opinión. Yo tengo la mía. Desde un punto de vista estrictamente ecológico, sería bueno porque supondría recuperar el tercer lago de Picos de Europa tras los de Covadonga (Enol y Ercina). Es algo excepcional que haya lagos en un macizo de calizas. Es una rareza porque la caliza es tremendamente porosa, pero en el de Ándara hay pizarras debajo que lo impermeabilizan. También sería bueno desde el punto de vista paisajístico, ambiental, de recuperación de ecosistemas... Atraería turismo, aunque desde un punto de vista conservacionista, alguien podría estar en contra y preferir que se quede como está. Como dije antes, es una decisión que compete a los políticos.
–¿Qué inconvenientes existirían?
–Hay que tener en cuenta que es una actuación en medio de un parque nacional protegido, en una zona natural que se encuentra a gran altitud y donde el acceso para la maquinaria es complicado. Ahí no me meto. Como dije antes, eso no es una decisión geológica.
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