«Los ayuntamientos han de mantener limpio el monte en torno a los pueblos»
Condecorada con la medalla al Mérito Civil, Chaori, de Ruente, se jubila con el calor del homenaje rendido por compañeros y familiares
Dos días después de la entrevista, Chaori envía un mensaje a la periodista insistiendo en que es «una persona normal, como cualquier otra», lo que ... define muy bien el carácter de la que fue la primera mujer bombero forestal de Cantabria.
–¿Cómo decide una mujer convertirse en bombero forestal en 1986, cuando era un mundo copado por hombres?
–Entonces el servicio dependía del Instituto de Conservación de la Naturaleza (Icona) –ente estatal– y no había una estructura definida. El responsable de zona llamaba a la puerta de los vecinos recluyendo hombres para apagar los incendios. Iban los que podían, pero no era obligatorio. Recibían un jornal por el trabajo de ese día y se sacaban un suplemento, porque su actividad principal era la ganadería.
–¿Pagaban bien?
–No, y menos si lo comparamos con el sector de la construcción, que estaba en auge en aquellos años. El sistema funcionó de esta manera hasta que comenzaron a elaborar el segundo Inventario Forestal Nacional. Hacíamos un análisis de todo lo que había en el monte en un radio de 150 metros y recogíamos muestras de tierra, que luego eran analizadas para obtener unos resultados. Ahí empezó a formalizarse el trabajo y ya te comprometías a realizar una jornada laboral de lunes a sábado. Mi primer sueldo fue de 48.000 pesetas.
«Los nuevos no teníamos formación ni conocimientos acerca de prevención»
–¿La fueron a buscar a casa?
–Fueron a buscar a mi hermano, pero estaba estudiando y no podía comprometerse, así que me ofrecí yo. El jefe era un chico joven que acababa de llegar y no puso problemas porque fuera mujer. Y así empecé. sin intención de quedarme ni nada parecido.
–¿Le gustaba?
–Nunca había trabajado en el monte. Mi hermano y yo ayudábamos a mi madre con la hierba o la siembra, como hacían todas las mujeres en los pueblos, que trabajaban sin descanso en casa y en el campo.
–¿Sintió que le trataban de forma diferente por ser mujer?
–Me prestaban más atención porque era una rareza, con cierto paternalismo, pero era lo normal en aquellos años. Nunca me sentí presionada. Además, mis dos compañeros de trabajo han sido los mismos durante toda mi vida profesional y ahora son amigos.
–¿Y lo de enfrentarse al fuego?
–Era complicado porque no teníamos formación alguna ni nos exigían determinados conocimientos para poder entrar. En el primer incendio al que me enfrenté, en el monte Serradores, iba detrás de un veterano que me advirtió de un peligro que yo sola nunca habría detectado.Así aprendí a reconocer los puntos de fuga y a actuar contra el fuego. Al cabo del tiempo, trasladaron la gestión del servicio al Gobierno de Cantabria y ahí empezamos a luchar por mejorar nuestras condiciones.
–No tenían formación previa.
–No teníamos nada. Ahora los bomberos que acceden reciben formación en prevención, pero entonces se incorporaba gente que, como yo, no sabía nada sobre incendios. Aprendías sobre la marcha, observando a los veteranos en el terreno.
–¿Y los equipamientos?
–Un buzo de mahón azul y unos guantes normales y corrientes. Ni unas gafas ignífugas nos daban. Cuando se conformaron las cuadrillas de montes empezaron a formar a la gente en la prevención de riesgos, pero esa fue una lucha larga. Yo estaba en UGT y actualmente formo parte un grupo de representación sindical que lleva años peleando con los gobiernos. En noviembre del año pasado se publicó la ley estatal de bomberos forestales. Fue un logro.
–¿Se les ha valorado menos que al resto de los bomberos?
–Los bomberos forestales llevamos años intentando que se nos reconozca la categoría y la denominación. Me refiero a que se nos ha llamado de muchas maneras: peones, prácticos especializados forestales, operarios de montes...
–A raíz de los incendios que ha habido en buena parte de España recientemente. ¿Qué opina de que los vecinos intervengan en su extinción?
–La extinción de incendios ha de ser una profesión y como tal, requiere formación previa. En ocasiones, los vecinos con la mejor intención se ponen en riesgo. No es el caso de Cantabria, creo, pero cuando sucede acabas preocupándote más por la seguridad de esa gente que por el incendio.
–¿Los incendiarios emplean el monte como medio de protesta?
–En los últimos años estamos viendo incendios en zonas que no han ardido antes y cuyo objetivo no es la regeneración de pastos. Generan fuegos espectaculares que se convierten en algo incontrolable cuando hay viento sur. Ese tipo de incendios no tienen sentido y ponen en peligro a los equipos de extinción y a los vecinos.
–¿Qué hacer al respecto?
–Los ayuntamientos no tienen que dejar que el matorral se 'coma' los tejados de las casas. Tienen que mantener el entorno de los pueblos limpio y desbrozado y crear una zona de seguridad, porque de otro modo es imposible. Es una labor de prevención fundamental y más en una región forestal como la nuestra. Las cuadrillas no podemos abarcar tanto terreno. Nos resulta imposible.
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