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Santoña acuna entre las aguas de su bahía a la Virgen del Puerto
La villa se echó a la calle para vivir un emotivo y multitudinario reencuentro con la Morenuca durante la procesión marítima
Cada 7 de septiembre, Santoña se emociona por mar y por tierra cuando llega el día de la procesión. El cariño por su patrona, la ... Virgen del Puerto, cala hondo en el corazón de los santoñeses. Sean o no gentes de la mar. Sean creyentes o menos creyentes. El reencuentro con la Morenuca trasciende la religión. Es una tradición con sabor a salitre en la que todo un pueblo se vuelca. Unos, integrando la comitiva que la escolta en su paseo. Otros, admirándola desde la distancia. Y todos con un mismo pensamiento y deseo: que proteja a sus seres queridos
«Esto es algo muy nuestro. Para mí es el día más bonito de las fiestas», cuenta Elena. A sus 80 años, le fallan las piernas y no puede acudir al Pasaje a ver las bendiciones en la bahía. «Vengo solo a la iglesia y me conformo con disfrutar unos instantes de nuestra niña», dice emocionada.
Como ella, decenas de vecinos miraban este domingo ansiosos a la puerta de la parroquia al marcar el reloj las seis de la tarde. El año de espera para volver a verla brillar por sus queridas calles justificaba las ganas. El repique de las campanas anunció el gran momento.
Fue el párroco local, Alberto García, el encargado de portarla entre sus manos. Para él, sin duda, esta jornada era más especial que nunca. En breve, será trasladado a la diócesis de Santander y fue su última procesión de la Virgen del Puerto.
Al son del himno nacional, la talla fue colocada con suma delicadeza en lo alto de la carroza. Las miradas de los fieles se clavaron en su manto de color blanco impoluto. Transmitía pureza y elegancia. «Está preciosa. Me he emocionado tanto al verla tan guapa que casi lloro», exclamaba María Luisa. A su lado, su cuñada María Fernández, reconocía que a los santoñeses en este día les embarga «un sentimiento que es difícil de explicar. Es algo que se lleva dentro».
El sonido de los piteros del Corpus Christi de Gama marcó el paso de la comitiva, que echó a andar con paso ligero. Las previsiones no daban lluvia, pero el cielo estaba demasiado gris. El cortejo lo encabezaron el obispo de Santander, Pablo Ros, junto a la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, además de autoridades locales, comarcales y regionales.
Durante el recorrido, los vecinos se apostaron en las calles inmortalizando la escena con los móviles en alto. Hubo quien la contempló desde los balcones, pero la mayoría se congregó en el entorno del puerto para ser testigos del embarque. El pesquero Nuevo Libe se engalanó para llevar a bordo a la tripulante más querida. Bien lo merece la madre de los santoñeses.
En el agua
Como manda la tradición en Santoña, la Morenuca surcó las aguas de su bahía. A la altura de la Machina, se procedió a la bendición de los barcos. Desfilaron media docena de pesqueros grandes y decenas de motorucos. No faltaron las dos traineras de remo y las mujeres de Cantabria en Rosa con su barco dragón. Hubo gritos de «¡viva la Virgen del Puerto!». Se lanzaron pétalos de flores. Y la emoción embargó el gentío apostado a lo largo del Pasaje. Más de lo habitual al ser domingo.
Una vez en tierra, tocó cantarla. En el entorno de la cofradía, la coral Portus Victoriae interpretó a su vera la 'Salve Marinera' y en la plaza de San Antonio, cuando ya casi había anochecido, le cantaron la 'Salve Rociera'. Ya solo quedaba la vuelta a casa. Al templo. Donde empezó todo. Y donde se puso el desenlace perfecto a una velada cargada de veneración y fervor.
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