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Los pasiegos se rinden ante el calor de Valvanuz
Las altas temperaturas han ahuyentado al numeroso público habitual del 15 de agosto en la pradera del templo de la patrona, pese a que se conmemoraban 35 años de su coronación canónica
La Virgen de Valvanuz prometía un 15 de agosto histórico al cumplirse este año el 35 aniversario de su coronación canónica. Y efectivamente fue ... una romería para el recuerdo, pero por motivos muy diferentes. La jornada de este viernes pasará a los anales por haberse celebrado al color de unas temperaturas asfixiantes. Se hablará de ella recurrentemente por haber sido la más sofocante desde que hay memoria, pero también, por ese mismo motivo, por ser una de las menos concurridas. «¡Es una pena!» y «¡qué calor!» fueron las expresiones más sonadas entre los pocos valientes que se plantaron en la pradera del templo. Porque la de este viernes fue una auténtica prueba de fuego que solo superaron, y con nota, los pasiegos más devotos a su patrona.
Cuando iban a dar las cinco de la tarde, una mujer vestida de pasiega de pañuelo a albarcas atravesaba el desierto en el que se había convertido la pradera de Valvanuz, directa a la iglesia para no perderse la misa que estaba a punto de comenzar. Los pocos ojos presentes se clavaron en ella acompañándola en su recorrido en un gesto que nadaba entre la admiración, la perplejidad y la compasión. «¡Hay que tener valor!», reconoció uno de los espectadores. No es para menos, la mujer caminaba bajo un sol achicharrante de más de 40º centígrados y de capas y capas de grueso terciopelo y tartán —las telas típicas con las que se confeccionaban los coloridos trajes tradicionales—.
«Si no hacemos esto nosotras no lo hace nadie», decía la protagonista de la escena con una gota de sudor resbalando por la frente. Su nombre es Alicia Liz, vecina de Santa María de Cayón, y tan tenaz y comprometida fue en su empeño que incluso no dejó el cuévano en casa. «Las amas de cría pasiegas cargaban con mucho más, llevaban dentro además de la cama para el niño, comida para vender en el mercado», rememoraba Liz intentando quitar hierro a su propio mérito. Pero lo cierto es que este viernes se pudieron contar pocos trajes como el suyo en la campa respecto a otros años. Como mucho, siendo generosos en el dato, había 30 personas vestidas en la romería. «Se suponía que venían otras dos amigas a acompañarme pero parece que al final no van a venir», explicaba.
No fueron las únicas que, ante el calor, se lo pensaron dos veces antes de enfundarse las enaguas. Igualmente unas compañeras dejaron plantada a María Paz Cobo Abascal —que como demuestran sus apellidos es pasiega hasta la médula y llevaba un traje confeccionado por su difunta madre—. No la abandonó su hija, Lucía Carral, que caminaba junto a ella, luciendo estoica y con orgullo un traje verde y rojo. «No se me ha pasado por la cabeza dejar de venir vestida, para mí esto es sagrado, solo me perdería este día por estar enferma», aseguraba la madre. Reconocía también que «esto está para llorar de lo vacío que está», por lo que, una vez finalizado el recorrido, decidieron retirarse antes de lo habitual.
Lo cierto es que en los oficios religiosos de la mañana la asistencia sí que fue más numerosa, pero a la tarde la subida del mercurio ahuyentó y disuadió al público —solo una parece rivalizar en la falta de asistencia y fue la del año de la pandemia—. Tanto apretaba el calor que en la romería hubo más abanicos que panderetas, que además llevaban un vaivén elocuente que plasmaba con atino el calor que hacía. «Yo llevo viniendo aquí 50 años y este calor no lo he conocido nunca, y si lo he conocido se me ha olvidado», decía una de las devotas.
Sirva la jornada de este viernes como una muestra más irrefutable del cambio climático. Así lo destaca el presidente de la Cofradía de Nuestra Señora de Valvanuz, Alejandro Rivas, que relata que «cuando era pequeño y venía de monagillo recuerdo que en las misas de la mañana hacía bueno, pero ya por la tarde la romería se solía celebrar ‘morrinando’ —localismo con el que los oriundos de la zona se refieren a la lluvia fina—». Nada que ver con la disparada temperatura de los últimos años y, especialmente, de este viernes, que, eso sí, por mucho que amenace no será un impedimento para respetar cada 15 de agosto la histórica costumbre porque, como enfatiza Rivas, «si salimos con agua, saldremos también con calor».
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