Territorio ciclista
El Portillo de Lunada es un buen refugio para bicis y motos que busquen alejarse de rutas masificadas
Desde Liérganes hay 32 kilómetros. Todo un reto. No es el más largo de Cantabria. Piedrasluengas, desde Puentenansa, tiene cinco más. Pero es un camino ... serpenteante que poco a poco va buscando los recodos de las montañas hasta llegar al collado. Un cartel indica al cicloturista que se encuentra en el Portillo de Lunada. A 1.316 metros de altitud. Límite entre Cantabria y Burgos. Territorio ciclista por excelencia. Y motero. Estas dos tribus dominan el paisaje. «Es el puerto más salvaje que tenemos, pero no por la dureza, que no supera el 4% de media de desnivel. Lo que lo diferencia son las vistas. Parece que estás en Pirineos, en pleno Tour de Francia», explica Fernando, que ha parado a dar un trago a la ponchera a la salida de San Roque de Riomiera. Le falta lo más duro, y lo más bonito. Aunque llegar hasta ahí no es un camino de rosas. Desde Liérganes hay otros dieciocho kilómetros 'rompepiernas' con alguna rampa que supera el 10% en la zona de Linto.
Ha amanecido una hermosa y calurosa mañana. Ni una sola nube en el horizonte. Mientras en la costa y el interior se torran de calor, aquí sopla una agradable brisa. Al viajero le llama la atención que a primera hora se ven más bicis bajar que subir. Y aún no son las diez de la mañana. «En verano, madrugamos. Salimos a las siete, que ya hay luz suficiente y, además, menos tráfico. Así, a media mañana ya estamos en la playa con la familia», cuenta el portavoz de una de esas 'grupetas' que se detiene a tomar un café.
Lo mejor de subir a golpe de pedal es que se puede apreciar perfectamente, si el ritmo cardíaco lo permite, la belleza del entorno. «Parece una maqueta. El verde es fosforito y las montañas están tapizadas», cuenta con asombro otro cicloturista a punto de llegar a uno de los puntos más bonitos del recorrido: el mirador de Covalruyo. Los ciclistas no suelen parar. Queda poco para la cumbre y están deseosos de coronar. En cambio, el pequeño aparcamiento está lleno de motos. Todos se dirigen, cámara en mano, hacia este balcón natural. Es importante que el día esté despejado para contemplar en todo su esplendor la grandeza de las montañas. Abajo se observan las cabañas que, esparcidas irregularmente, pueblan de microvida el valle que va excavando el Miera. Hay carteles que anuncian su venta repartidos a lo largo de la subida, como si fueran hitos kilométricos.
Este punto es un buen lugar para diferenciar las partes de un glaciar. Por debajo del mirador, proveniente del cercano Castro Valnera, desciende la lengua de lo que antiguamente -no hace tanto, en el Cuaternario reciente- fue una enorme masa de hielo. Se ve a simple vista. Es inconfundible. Ha tallado un característico valle en forma de 'u'.
Castro Valnera es otro de los reclamos de la zona. Es una montaña hipnótica. La cima está justo encima de la Vega de Pas. Las vistas son impresionantes y una especie de magia atrapa al senderista. Para llegar hay varias rutas. Una de ellas parte de la cumbre de Lunada. Hay un cartel explicativo. La senda de ida y vuelta se puede completar en cinco horas. Por medio hay que caminar por otros puntos bellos como el Alto de las Corvas, el Pico La Miel o el Collado de Pirulera.
En lo alto del Portillo de Lunada los ciclistas van llegando poco a poco. Trago de agua, barrita energética, foto de rigor junto al cartel y chubasquero para no quedarse frío. «Lo peor es la bajada porque el asfalto, del que había antiguamente en Cantabria, es muy irregular, saltarín y, cuando llueve, resbaladizo. Hay que bajar con tranquilidad», explica Ramón. Ha salido de Somo a las ocho y media y ha coronado tres horas después. «Además, están echando alquitrán líquido y gravilla para parchear, así que con cuidado», añade antes de lanzarse ladera abajo.
Los coches se van acumulando en la cima. Muchos buscan la base militar. Está ya en Burgos, pero muy cerca de la cima. Solo hay que descender unos cientos metros y tomar una carretera a la izquierda. Pero su acceso está restringido. Solo puede subir el personal militar. Una enorme cúpula redonda -es un potente radar aéreo- domina el paisaje. Más adelante, en invierno, abre una pequeña estación de esquí e incluso hay un acogedor refugio muy cerca de la carretera donde se puede comer bien y barato.
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