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Santander toca la panderetuca
El desfile regional pone el broche a la Semana Grande
A los lunes les cuesta mucho quitarse la mochila. Un lunes es un lunes. Y lo parecía. A eso de las seis, se marchaba el ... ferri de la ciudad y las casetas servían los últimos pinchos con un aire lento. Ese que tienen el final de las fiestas, como bajar la persiana de la habitación cuando toca irse a dormir. Pero cuidado. Algo a esa hora alteraba el paisaje de los cientos que paseaban por el muelle comiendo un helado y pensando que mañana tenían que trabajar. Una excepción a la regla de pantalones cortos y vestidos ligeros. En medio de toda esa gente, como marchando en dirección contraria, una mujer con traje regional bien completo y una pandereta en la mano aceleraba el paso. Una pista de un lunes distinto. Iba hacia Gamazo. Menudo follón allí montado. Como si toda Cantabria, a escala, se hubiera metido junto al dique. Como si el lunes, último día de la Semana Grande, se negara a ser lunes. Un par de horas después, a eso de las ocho, algo más de quinientas personas desfilaban por el Paseo de Pereda entre coros y danzas. Una fila inmensa. Y miles buscaban un hueco en las aceras para verlos pasar. El desfile regional, un éxito.
Ya llevan unos años haciéndolo. Coincidiendo con el Día de las Instituciones y organizado por la Federación Cántabra de Agrupaciones de Folclore y por la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria. Y siempre funciona. Porque participan muchos y porque lo ven más. Los de aquí, con cariño. «Qué bonito es esto», se escucha por las aceras. Y los de fuera –lo más curioso es fijarse en los extranjeros–, con curiosidad. «Mira como tocan la pandereta» (ellos no se saben la de la panderetuca).
En Gamazo, dos gigantes piteros sobre ruedines estaban ya listos para la orden de salida. Pero había mucho que organizar. «A ver, los del Grupo de Danzas Covadonga detrás de la Banda de Gaitas Cantabria». Y así, un rato. «El que organiza manda, así que para atrás». Estaban los Piteros de Santander delante de los gigantones y las de la Asociación de Trajes Tradicionales 'La Tierruca' justo detrás, con una gran bandera de Cantabria. «Nosotros vamos todos con las albarcas», comentaban los miembros de la Asociación 'El Calcañar', con un gran lábaro en medio. En la fila, frases. Que si «sácame una foto», que si «ya verás que sudada» (quedó una tarde estupenda), que si «ponme bien la faja»...
Grupos y estampas. Coros y Danzas de Santander, como el Coro Ronda Altamira, la Agrupación de Dulzainas de El Astillero, el Grupo de Danzas Virgen de las Nieves de Tanos (que andan en fiestas ahora), la pareja de piteros Paco San José y José Alberto Terán... Trajes del mar y la montaña. Tiarrones con aperos y mujeres rederas. Albarcas, capazos de matrona pasiega, cuévanos, dalles... Puede que la reina del desfile fuera una chiquita que debía levantar poco más de cuatro palmos del suelo. Rubia, muy guapina. Con mucho remango. Vestida de montañesa y con una pandereta que abultaba más que ella. Es bonito en estas cosas ver a niñucos de la mano de abuelas, vestidos con trajes regionales y disfrutando. «Mira, esa es mi hija, la de amarillo». A las madres se les cae la baba.
La fila era larga y paraban a menudo. Para que el público pudiera ir viendo breves actuaciones de cada grupo. Coro Ronda Las Fuentes de Reinosa, Agrupación Folclórica Valle de Camargo, Coro Ronda Besaya... Hasta Puertochico fueron por el muelle, pero a partir de ahí ya se cortó el tráfico y ocuparon la calzada. Un desfile de verdad.
Y se notó. Porque los móviles salieron a relucir y las aceras empezaron a llenarse de gente. Un ambientazo que miraba y aplaudía cada pasada. A cada grupo. A la Banduca Tradicional Garabanduya, al Grupo de Danzas Virgen del Campo de Cabezón de la Sal, al Coro Ronda La Encina de Santander... Cuando andaban ya a la altura de Correos, en la cabeza sonaban los acordes de 'santander, la marinera'. Ay, Chema Puente que estás en los cielos. Cómo te hubiera gustado...
Ya les quedaba poco. Más o menos, a eso de las ocho y media andaban ya por el Ayuntamiento. Destino final del itinerario. Con el Grupo de Danzas Virgen de las Lindes y del Carmen de Suances y el Grupo de Gaitas La Montaña cerrando la fila –se ha hecho un esfuerzo para nombrar en esta crónica a los 19 colectivos que participaban, según los organizadores (si falta alguno, disculpen las molestias)–.
Allí, lo previsto eran más actuaciones y la música del rabelista César Higuera Amor. Entre mucha gente. Porque algunos, más que pararse, acompañaron a los que desfilaban. Hasta el final. Y otros, incluso, para ver y escuchar a todos, recorrieron la marcha en sentido contrario. De la cabeza a la cola. Deteniéndose. Escuchando canciones, fijándose en los trajes o viendo bailar a lo ligero.
Fue un broche muy de aquí para la Semana Grande de Santander más larga de los últimos años (con un día de propina respecto a lo habitual). Justo en el lugar en el que empezó todo con ese cohete, el chupinazo, que reúne a miles de personas. Aquí empezó y aquí terminó la edición de 2025. Con un desfile multitudinario que hizo que este lunes no pareciera tan lunes.
Y ahora, que siga el verano.
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