Sevillano con corazón cántabro
No hay feria en Santander sin Rogelio Gómez en Cuatro Caminos
Cuando uno cruza su puerta, lo hace atraído por el inconfundible aroma del embutido, por el agradable sabor tradicional y sabedor de que, cuando hay ... buena barra, buen producto y buen servicio, el éxito está garantizado. Sin embargo, comer y beber a gusto no es el único estímulo de La Flor de Toranzo, el local que fundó Rogelio Gómez, más conocido como Trifón, hace más de 70 años. Entrar en el local es retornar a Cantabria, imbuirse de la tierruca a 800 kilómetros en un viaje con destino San Martín de Toranzo. Allí descansa otro Rogelio Gómez (Sevilla, 1946), que ya no es Trifón, sino el de Trifón, hijo del anterior y que invierte su verano en Cantabria entre el prado de su casa, las boleras y, cómo no, la feria taurina de Santiago, donde hoy vivirá su día grande gracias al mano a mano entre Morante de la Puebla y Juan Ortega.
«Yo me he vuelto muy mal aficionado», reconoce. «Yo viendo a Morante, Ortega y Pablo Aguado ya he visto todo, los demás ya sé lo que van a hacer», confiesa sin culpa alguna. Tiene argumentos para valorar el estado actual del toreo, eso sí, después de 60 años viendo toros con La Maestranza casi como el patio de su casa. Nacido en Sevilla, tras pasar buena parte de su juventud en tierras torancesas, Rogelio comenzó a ver toros con naturalidad, como lo han hecho muchos niños: gracias a su abuelo. «Yo tuve dos abuelos que me influyeron mucho. Uno el cántabro, que me inculcó el veneno del ganado tudanco. Y allí, en Sevilla, el padre de mi madre, que me inculcó la afición a los toros».
Tudancas y toros, unidos en época reciente por el uso de las primeras como bueyes en festejos populares, un nexo de unión entre la montaña y el Guadalquivir cultivado desde pequeño. «Como yo era muy mal estudiante y me suspendían hasta en el recreo, cuando llegaba el mes de mayo me venía aquí, a San Martín de Toranzo, al pueblo de mi padre, a lo que se hacía aquí en aquellos años, que era trabajar la tierra». Eso en Cantabria, porque en tierras sevillanas la afición era ir a la plaza. «Yo iba al coso cuando todavía no existía la tablilla, en pantalón corto. Los buenos aficionados se quedaban a que descuartizaran los toros para ver lo que habían pesado a la canal».
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Y, claro, esos ojos han visto muchos toreros. Buenos, mejores, peores y regulares, aunque hay uno que tiene otro estatus. «Lo de Curro Romero es un mundo aparte», señala. Currista de religión, Morantista de adopción, Rogelio tiene claro que son dos personalidades distintas dentro de la genialidad. «Es otra historia, es otra forma de sentir el toreo distinto a lo que era Curro, que era la rectitud en el toreo, el asentar los pies. Morante ha traído el toreo de los años de Gallito, eso está impregnado. Esa impronta de José la tiene el de La Puebla».
Quien ha visto a todas las figuras a partir de mediados del siglo XX, está claro, sabe lo que le gusta. «Ahora ves todos estos muchachos que son, como digo yo, de autoescuela. Y, con todo el respeto, eso no es el toreo. El torero es la impronta, ese galleo de Morante, ese andar por la plaza de Ortega, esa templanza de Aguado. Este es el toreo que a mí me gusta. Yo no digo que lo demás no sea toreo, yo digo lo que a mí me gusta».
Toros y bolos
Aficionado fiel a sus plazas, cada año, tras la Feria de Abril, hace las maletas para retornar a su San Martín de Toranzo del alma, a disfrutar del campo, de las fiestas del Carmen…y de otra de sus aficiones, los bolos. «Mi mujer se enfada conmigo porque cuando llego a Sevilla me pongo a ver bolos de la temporada. A veces tengo uno en la televisión y otro en la tablet si coinciden». Habitual en las boleras durante el estío, como en el toreo, también tiene sus preferencias y debilidades. «Este año mi peña, Peñacastillo, anda un poco regular, aunque en el corazón también llevo a Borbolla, que ahí está Mario, mi niño», sonríe. Ni capitalinos ni costeros viven su mejor año.
Que nadie se extrañe si alguna lágrima brota hoy en el manicomio de Cuatro Caminos. Y es que el aficionado sevillano es del todo o nada, de emocionarse con el arte, con el detalle, con los andares. Y el de Trifón tiene alma taurina sevillana. «Va a ser una tarde histórica. Con que le salga uno a cada uno me conformo», apunta. No hará falta. Un galleo, una media o un remate por bajo pueden valer. Porque el que ha visto a Curro y a Morante tiene ya casi todo visto. Hoy, en Cuatro Caminos, Rogelio además estará rodeado de sevillanía. Aunque su corazón sea cántabro.
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