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El legado de Lorenzo del Cueto
El Archivo Municipal de Santander celebra su semana internacional con dos jornadas de puertas abiertas donde muestra, entre otros legajos, el documento del Título de Ciudad de 1755
En la sala que llaman de instalación y depósito el ambiente es cálido y seco. Grandes estores cubren con mimo los amplios ventanales para que ... no penetre la luz. Dos deshumidificadores están enchufados noche y día. El objetivo es que el papel no se estropee, que no amarillee, para que aguante el paso del tiempo. Las condiciones óptimas oscilan entre los 20 y los 25 grados de temperatura y un 45% de humedad en el aire. La segunda planta de la Casa Consistorial de Santander, donde está ubicado el Ayuntamiento, acoge también el Archivo Municipal, que acaba de celebrar la Semana Internacional de Archivos con dos jornadas de puertas abiertas bajo el lema 'Archivos accesibles-Archivos para todos'.
No son las cinco de la tarde y un reducido grupo de personas se arremolinan en torno a la parte trasera del Consistorio. Allí acuden Patricia González y Álvaro del Castillo, técnicos de la instalación, que hacen de anfitriones. Se les nota entusiasmados. Van a poder enseñar su trabajo, donde depositan su esfuerzo diario, porque mucha gente en la ciudad ni siquiera sabe dónde se encuentra el Archivo Municipal, y eso que existe desde que Santander era villa. Así que lo que primero reivindican es que la figura del archivero data de esa época. «Lorenzo del Cueto fue el primero, en 1767, y le sucedió Jerónimo de Argos, en 1797», recalcan.
El documento más antiguo es de 1455, aunque es un trasladode otro anterior del siglo XIII
Tras un laberíntico deambular por el interior de las dependencias municipales, el grupo llega a la puerta de entrada donde aguarda Carmen López. «Os vamos a enseñar las tripas del Archivo», afirma sonriente la archivera. Ellos tres, junto a otros dos técnicos medios, componen la plantilla.
A simple vista, el Archivo Municipal no difiere de cualquier otro tipo de oficina del edificio. Mesas, sillas, ordenadores y carpetas clasificadoras se reparten por la estancia principal, que guarda una disimulada armonía que transmite que aquello no es un simple almacén de papeles. Allí se recepcionan, se tratan técnicamente, se catalogan, se referencian y, por último, se depositan los documentos oficiales.
Por este motivo, la sala que más llama la atención a los visitantes es la que alberga pegados prácticamente unos a otros gigantescos muebles metálicos que para moverlos es preciso girar unos volantes de disco, al estilo del timón de un barco, que hacen que estos inmensas estanterías metálicas se deslicen por el piso.
El suelo ha sido reforzado, pues soporta mucho peso, del que dan idea los siguientes datos: el Archivo Municipal custodia 2.340 metros lineales de documentación que componen las 19.800 cajas de diferentes colores, diseñadas de manera especial para que ni el polvo ni la humedad se cuelen en su interior. El papel debe conservarse en el mejor estado posible, pues todos los documentos son en potencia utilizables. Es decir, cualquiera que allí acuda y quiera hacer una consulta, siempre bajo cita, puede acceder a ellos, consultarlos y tocarlos. En total, en el interior de las casi 20.000 cajas hay 4.480 libros que recogen documentación económica, planos, contabilidad, libros de milicias, resoluciones... También todos los libros de Actas de los Plenos Municipales desde 1.527 hasta 2.017. Los restantes, los de los últimos ocho años, están en otra estancia municipal en El Alisal, pues el Archivo no los deposita en su interior hasta que los recepciona y los cataloga.
Algunas curiosidades
Los responsables de la instalación conocían de antemano qué documentos querrían ver primero los visitantes de estas jornadas de puertas abiertas. Así que en la sala de depósito hay una caja gris que guarda en su interior un legajo fechado el 12 de marzo de 1455. Es el más antiguo y, como explica la archivera López, «sería lo que hoy denominaríamos una fotocopia, pues es un traslado del siglo XIII que recoge, entre otras cosas, privilegios reales de la época».
Fuera, en la sala habilitada para los investigadores, hay varios más. Los organizadores entregan guantes de látex a todos los que quieran tocarlos. El segundo más demandado es con el que Fernando VI otorgó el Título de Ciudad a Santander en 1755. Es un bonito libro con una cuidada caligrafía de la época, que concita el interés de todos los presentes. Junto a él, otro imponente de la inauguración de las obras del ferrocarril entre Alar del Rey (Palencia) y Santander de 1852.
También hay dos tomos de los Libros de Actas del Pleno. El más antiguo, de 1527, y el último recepcionado, de 2017. También se puede ver un plano de las fachadas de la desaparecida Estación del Norte del ferrocarril, obra del arquitecto Severino Achucarro, de 1903, que resulta muy parecidas a la que aún se conserva y está en funcionamiento en Bilbao, pero que en el caso de Santander fue derruida en 1936.
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