Ana Bravo
El encuentro 'Talking Across Generations on Education', que arranca hoy, es una iniciativa de diálogo intergeneracional en torno al futuro sostenible y la educación
Reunir a jóvenes para conversar sobre cuestiones críticas en torno a la educación o el futuro sostenible. De eso va TAG ('Talking Across Generations on ... Education'). Desde hoy se celebra en Brasil y la cántabra Ana Bravo es una de las participantes. Tendrá la oportunidad de intercambiar posturas sobre el cambio climático, las emociones y la ansiedad climática con Abishek Kumar (India), Paleni Iyer (Sudáfrica), Maddie Hibbs-Magruder (Estados Unidos), Juan Francisco Petrillo (Argentina) y Christy Zacarías ( Indonesia). Bravo (1998, Ciudad de México) creció entre Panamá y Estados Unidos. Hace cinco años su familia se mudó a Cantabria, la tierra de su abuelo, natural de Barreda. Ella pertenece a las Juventudes del PRC, lo que le ha permitido formar parte del Comité de Relaciones Internacionales del Consejo de Juventud español.
-¿Qué supone representar a España en la cita de Brasil?
-Muchísima emoción. Pero también tengo un poco el 'síndrome del impostor' y me pregunto cómo una persona como yo, con 25 años, llega a representar, no sólo a Cantabria o a España, ya que seré la única representante de Europa. Es mucha presión y justo por eso me lo estoy preparando más.
-¿Cómo?
-Manteniendo reuniones con expertos. Esta misma semana me he reunido con miembros del Instituto Hidráulico de la Universidad de Cantabria (IH) y de SEO Birdlife para poder representar distintos puntos de vista. No quiero llevar a Brasil sólo mi voz, quiero llevar la voz de Cantabria, de España y de Europa. También me he reunido con jóvenes de distintos colectivos. He ido recopilando información a través del Consejo de Juventud de España. Hay que tener en cuenta que no vamos a hablar simplemente del cambio climático, vamos a abordar un tema súper específico como es la ansiedad que genera el cambio climático y cómo afrontarla a través del aprendizaje socioemocional.
-¿Qué conclusión ha sacado?
-Que, en general, se habla del cambio climático desde un punto de vista alarmista totalmente. Eso crea un desapego entre la población o le genera esa ansiedad climática. Hay que buscar una ventana de tolerancia con datos científicos. Estudiarlo a fondo y ver cómo se comunica y quién lo comunica de esa forma. Es la conclusión que hemos extraído y el mensaje global que voy a llevar.
-¿Cómo se debe entonces transmitir ese mensaje?
-Los mensajes de organizaciones que tiran una lata de tomate en obras de arte o que pegan sus cuerpos a las calles no nos representan. Ellos transmiten que hay que despertar a la juventud, que la juventud está dormida ante el cambio climático. No. Si analizas la ansiedad climática y diferentes teorías de la psicología llegas a la conclusión de que, porque grites más fuerte un mensaje o con más intensidad, no va a cambiar la opinión de la otra persona si no está predispuesta a escuchar. El cambio climático es algo que está pasando, pero hay que buscar la calma porque la gente no se ve reflejada en un mensaje alarmista.
-¿Cuál es la solución?
-No puedo dar una solución en este momento porque eso también es parte de lo que va a pasar en Brasil. Lo que hemos encontrado es que, generando espacios de conversación, nos podemos comunicar y ser conscientes de cómo viven la situación otras personas. Los intercambios son tranquilizadores y ayudan a buscar los puntos que tenemos en común frente a lo que nos separa. Hay mucha gente que nunca había relacionado cambio climático con emociones. Lo que tenemos que hacer es encontrar esos puentes. Otra solución es la educación, ver cómo se habla de este problema en el colegio, en el instituto, en la universidad. Es una crisis en la que los jóvenes de mi generación ya hemos nacido y a la que nos tenemos que enfrentar sí o sí. Aunque el problema sea grave hay que educar desde la positividad y desde la esperanza, porque lo contrario no da resultado. En una de las reuniones que mantuvimos salió a reducir una frase: «las emisiones de CO2 tienen que ir como el perreo, hasta abajo». Es un mensaje gracioso, que conecta con la juventud, pero además te hace pensar mucho más que un discurso de Greta Thunberg llorando y gritando a la televisión porque está harta de lo que está pasando.
-¿Greta Thunberg representa a la juventud europea?
-No se puede generalizar, pero la conclusión que yo he sacado, en las reuniones que he mantenido, es que no. Podemos entenderla, empatizar con ella, pero los medios de comunicación y los políticos la han erigido como la representante de la juventud y yo creo que los jóvenes no nos sentimos representados por activistas como ella, por acciones como pegarse al suelo para protestar. No. Yo prefiero tener un diálogo, como el que vamos a tener en Brasil, en el que se abordan todas las perspectivas, desde la tolerancia y el respeto, que hoy en día cada vez hay menos. Viendo lo que nos separa no vamos a cambiar nada. Hay que ver lo que nos une.
-¿Las políticas medioambientales en marcha son útiles?
-Yo creo que sí. El cambio climático es un tema increíblemente amplio porque se puede abordar desde un montón de perspectivas. Es un problema transversal y la solución también tiene que serlo. Todas las pequeñas iniciativas ayudan, van aportando su granito de arena. Todo es mejor que quedarnos de brazos cruzados.
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