La cafetería de la estación de tren sigue a la espera de gestor
Renfe licitó el local en abril, pero el concurso continúa sin adjudicarse. El edificio será demolido con el soterramiento de las vías, lo que desanima a los posibles interesados
La vieja cafetería de la estación de tren de Torrelavega cumple ocho años con la persiana bajada. Y todo apunta a que seguirá igual. Renfe ... sacó el local a licitación el pasado mes de abril, pero cinco meses después el trámite continúa sin resolverse y el espacio sigue sin adjudicatario.
El concurso publicado en la Plataforma de Contratación ofrecía un arrendamiento de cuatro años, con inicio previsto en mayo de 2025. El plazo para presentar propuestas terminó el 28 de abril. Desde entonces, silencio. Nadie sabe si hubo ofertas ni cuándo se tomará una decisión. La incertidumbre se suma al mal estado del inmueble, que presenta cristales rotos, mobiliario abandonado y un aspecto de abandono que sorprende a quienes pasan a diario por la estación.
El contraste es llamativo. Durante décadas, la cafetería fue punto de encuentro para viajeros y vecinos: desayunos antes de coger el tren, cafés en la espera o tertulias improvisadas en sus mesas. Hoy es un espacio ruinoso, testigo mudo del paso de miles de pasajeros que lo ven vacío cada día, sin que nadie aclare qué ocurrirá con él a corto plazo.
El futuro, además, está escrito. El edificio donde se ubica la cafetería será derribado cuando avancen las obras del soterramiento de las vías. El proyecto ferroviario contempla su demolición y la reducción de la estación al edificio principal. Reabrir el local, en caso de adjudicarse, sería hacerlo a sabiendas de que tiene fecha de caducidad y apenas margen para amortizar inversiones.
Los pliegos de la licitación, además, incluyen una cláusula que permite a Renfe recuperar el espacio en cualquier momento por necesidades del servicio ferroviario o por disposiciones administrativas. Una espada de Damocles que desanima a posibles interesados y añade dudas sobre la rentabilidad del negocio en un contexto ya complicado.
La intención de Renfe era dar vida a los locales vacíos de la estación y ofrecer servicios complementarios que animaran el entorno. Pero la cafetería simboliza lo contrario: un espacio en ruinas, sin adjudicación y con el derribo en el horizonte.
Mientras tanto, la persiana bajada se ha convertido en parte del paisaje cotidiano. Los viajeros ya ni preguntan, resignados a cruzar cada día por delante de un local vacío. Los vecinos, por su parte, recuerdan lo que fue y se preguntan cuánto tiempo más seguirá ahí, cerrada y a la espera, antes de que las excavadoras pongan punto final a su historia. Lo único seguro es que la cafetería ya no volverá a ser lo que fue, y su destino parece marcado desde hace tiempo.
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