Jesús Casanueva Vázquez
El sacerdote llegó hace nueve años a la ciudad para hacerse cargo de esta comunidad en la que se siente plenamente integrado
Jesús Casanueva Vázquez (Cabezón de la Sal) llegó a Torrelavega hace nueve años para hacerse cargo de la parroquia de San José Obrero. Un cura ... joven –entonces tenía 43 años– que acaba de celebrar sus bodas de plata sacerdotales ante el camarín de la Virgen Grande. Feliz por su trabajo, confía en «haberme ganado a los torrelaveguenses. Sois muy intensos». Da las gracias por sentirse acogido, pide perdón por los errores que haya podido cometer, y se reafirma en su compromiso sacerdotal con un pensamiento positivo y de misión.
–Bodas de plata sacerdotales... Parece que fue ayer, ¿verdad?
–Sí. El tiempo ha pasado volando, pero muy bien.
–¿Cómo resume esta etapa?
–Si hablamos de resumir, diría gracias porque realmente la vocación sacerdotal es un regalo de Dios y, en mi caso, soy muy feliz siendo sacerdote, por lo que digo: muchísimas gracias. Es verdad que habré hecho cosas equivocadamente; a lo mejor inconscientemente se toman decisiones que no gustan a todo el mundo. Pero llegado este momento de celebración, hay que agradecer el regalo del sacerdocio y pedir perdón si me he equivocado en algo. En adelante, toca seguir trabajando y luchando por el reino de Dios.
–¿Cuando llegó a San José Obrero, hace nueve años, uno de sus primeros objetivos era, por decirlo de alguna manera, «revolucionar» la parroquia?
–Creo que en los tiempos que vivimos tiene que ser así porque ya no todo depende de los curas. Hay que revolucionarlo todo y sacar a flote los talentos, las virtudes y los carismas de toda la gente con la que cuentas en la comunidad; una riqueza que hay que aprovechar.
–Pero esas colaboraciones no siempre son visibles ¿A qué se debe esa invisibilidad?
–Claro, porque a veces la gente tiene sus recelos, sus miedos para comprometerse. Pero la riqueza del ser humano existe y hay mucha santidad. Hay mucha gente muy buena. Como en todos los sitios, hay «garbanzos negros», pero aún así son «garbanzos negros» que quieren mirar hacia Dios. Pero me doy cuenta, con el paso de los años, de la gente buena que me ha rodeado y que pese a lo que se pueda percibir en los medios de comunicación, hay más gente buena que mala.
–¿Esa ayuda con la que cuenta se puede cifrar?
–Complicado. Cuento con un equipo de catequistas, otro de liturgia, están los «scouts», las personas que se ocupan de mantener la iglesia limpia, cáritas… Y todo este volumen de personas, multiplicado por las parroquias de La Montaña y Tanos, a las que también acudo. Es mucha gente y haría falta más, porque hay que abrir caminos. Los fines de semana, sabes que tienes un montón de misas que oficiar. El resto de la semana se lleva un poco mejor, pero es por ese gran equipo que te rodea. El trabajo se intensifica cada domingo. Para que se haga una idea. A las 8.30 la primera misa en la parroquia de San José Obrero, en la Virgen Grande. En La Montaña, gracias a que cuento con un sacerdote que me ayuda, y que da la misa a las 10.30. A las 11.00, en la Virgen Grande, es la misa de la familia, coincidente con el curso escolar, y a las 12.00 es la misa mayor. A las 13.00 horas, es la misa en Tanos. Todo es cuestión de organizarse y gracias a mis compañeros que me ayudan: el párroco emérito, Jesús Fernández, que ya tiene 88 años y Miguel Fuentes, que también atiende la parroquia de Polaciones, los fines de semana. Y el padre Luis Manuel, también octogenario, religioso de los Sagrados Corazones , me ayuda con la parroquias de Tanos y La Montaña.
–¿Qué proyectos y necesidades tiene la parroquia?
–Miro el templo como tal, y digo, la calefacción puede ser una necesidad, pero me respondo a mi mismo: si al final son tres meses de invierno... Pero están los alabastros que son muy bonitos, se nota el paso del tiempo y su arreglo, que sería necesario, es costosísimo. El órgano también precisa de alguna reparación y me encantaría cambiar el manto de la Virgen Grande. Ya se que el que la viste ahora es muy bonito, que tiene su historia, pero se ve el paso del tiempo también. Y me encantaría que la pastoral juvenil funcionase mejor. El grupo «scout» es muy potente pero ocurre que los grupos de confirmación que antes tenían mucha gente, ahora no la tienen. En cuanto los niños hacen la primera comunión, desaparecen. Me gustaría que se valorase un poco más esto. Y está el proyecto de unificación de todas las Cáritas, pero es un proyecto del arciprestazgo. Se podrían hacer cosas muy interesantes, con la creación de un despacho de atención, grupos de alfabetización, de inmigrantes, de trabajo con niños, etc. Requiere tiempo, esfuerzo, personas, dinero…
–¿Cómo ve a Torrelavega?
–Es verdad que se hacen cosas, pero cuando sales a la calle ves unos comercios que abren, otros que cierran. Sobre todo quienes vivieron el gran 'boom' de la conocida como «ciudad del dólar» lo ven más desanimado, aunque creo que se hacen cosas y hay motivos para la esperanza. Si tuviese que gobernar Torrelavega apostaría por la vivienda social, para que los jóvenes puedan quedarse aquí, tienen que tener derecho a una vivienda accesible, algo fundamental para que se queden aquí, y luego favorecer que la empresa que quiera establecerse aquí, se quede. También hay que tener en cuenta la multiculturalidad que tenemos en Torrelavega. Hay que aprender a convivir.
Celebración en la Virgen Grande
El templo-santuario de la Virgen Grande acogió ayer por tarde la celebración de las bodas de plata sacerdotales de su párroco. Fue un acto que contó con la participación de toda la comunidad parroquial y en el que su protagonista, el sacerdote Jesús Casanueva, recibió el cariño de la gran familia que conforma esta parroquia. No faltaron momentos emotivos, con la renovación del compromiso del sacerdote con Torrelavega, ciudad en la que se siente plenamente integrado y a la que llegó hace nueve años para asumir un importante reto evangélico y personal.
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