Los incidentes en La Carmencita avivan el debate sobre la vigilancia y la gestión del aparcamiento
Los vecinos piden convertir el parking en un espacio de pago, algo que el Ayuntamiento de Torrelavega rechaza, pero sí promete implantar medidas de control
El aparcamiento de La Carmencita, en Torrelavega, sigue en el centro de la polémica. Después del episodios de las motos realizando carreras, derrapes y ... maniobras temerarias en su interior, los vecinos reclaman soluciones urgentes. El problema, subrayan, no es puntual: las quejas se acumulan desde hace tiempo y la sensación de inseguridad se ha instalado en el barrio.
«Esto no es un aparcamiento, es un circuito improvisado», lamenta María Gutiérrez, que vive en un edificio frente a la entrada principal. Relata que la situación se repite con frecuencia durante la noche y que, además de los acelerones de las motos, se escuchan alarmas que saltan constantemente y reuniones de jóvenes que permanecen en el recinto hasta altas horas. «Aquí nadie descansa y lo peor es la incertidumbre, porque nunca sabes si va a ser una noche tranquila o si vas a estar despierta hasta las tantas con los ruidos. Vivir así desgasta mucho».
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El presidente de la Asociación de Vecinos de La Inmobiliaria, Gonzalo Llamosas, recuerda que el aparcamiento fue una iniciativa planteada por el propio colectivo y muestra su malestar por el abandono en el que se encuentra. «Hace nueve años se lo propusimos al Ayuntamiento y ahora está abandonado. Quitaron la vigilancia porque decían que era cara», critica. Para Llamosas, la solución pasa por tomar decisiones valientes: «Si mantenerlo cuesta tanto, que se cobre, pero que funcione. Lo que no se puede permitir es que unos chavales utilicen el parking para correr en moto, beber o montar jaleo».
El parking acumula quejas por carreras de motos y alarmas mientras crece la presión vecinal para que se garantice la seguridad
Entre los residentes ha ido ganando fuerza la idea de convertir el aparcamiento en un espacio de pago, aunque con tarifas reducidas, con el objetivo de cubrir los gastos de vigilancia y mantenimiento. José Manuel Ruiz, que vive en la calle Juan XXIII, cree que esta es la única salida realista: «No se trata de pagar mucho, sino de tener un sistema que permita garantizar la seguridad. Si hay que abonar una cantidad simbólica para que alguien supervise el aparcamiento por la noche, la mayoría lo entenderíamos, porque lo que no puede ser es que siga siendo tierra de nadie».
El concejal de Seguridad, Pedro Pérez Noriega, rechaza de momento esta opción. «La vigilancia ya se ha incrementado con rondas policiales y se están analizando las grabaciones de las cámaras», afirma. Reconoce que se suprimió la presencia de guardas porque «económicamente no nos podemos permitir tener los parkings vigilados permanentemente». Sin embargo, asegura que se estudian alternativas: «No se contempla el pago, pero sí la instalación de las medidas necesarias para garantizar un correcto uso».
Alternativas
Entre las medidas en estudio figura la posibilidad de instalar sistemas de control de accesos. «Son mecanismos que, sin necesidad de vigilancia constante, garantizan un control mínimo y evitan ciertos comportamientos», apunta el edil, que insiste en que el aparcamiento seguirá siendo gratuito.
Los vecinos, sin embargo, se muestran escépticos. Consideran que las rondas policiales son insuficientes porque no cubren las horas críticas de la madrugada y que la ausencia de cámaras funcionales alimenta la sensación de impunidad. Llamosas, por su parte, reclama firmeza. «La Inmobiliaria necesita hechos, no palabras. Llevamos tiempo advirtiendo de lo que pasa en La Carmencita y seguimos igual. No es solo ruido, es una cuestión de seguridad», subraya.
El debate está abierto: vecinos que reclaman un cambio de modelo, incluso con el cobro de tarifas, para garantizar el buen uso del aparcamiento, y un Ayuntamiento que descarta esa medida pero reconoce que es necesario actuar. La conclusión en el barrio es clara: el aparcamiento, pensado en su origen para aliviar la falta de estacionamiento, se ha convertido en símbolo de un conflicto que exige soluciones inmediatas.
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