«Cuando pierdes a tu perro guía es como quedarte ciego por segunda vez»
La labradora Zyfa se jubila después de diez años siendo los ojos del escritor Javier Peña Ruiz-Capillas, que debe esperar meses para conocer a otro lazarillo
¿Qué pasa cuando a un perro guía le llega el momento de jubilarse? Y sobre todo, ¿qué le pasa a la persona ciega a ... la que solía acompañar y que, evidentemente, sigue dependiendo de su compañía para moverse? Javier Peña Ruiz-Capillas, escritor y vecino de Torrelavega, lo sabe bien porque, a sus 73 años, lleva prácticamente media vida siendo orientado por estos canes especializados. Ya van treinta años y tres perros guía. El último, Zyfa, una fiel labradora que le ha acompañado en la última década y también durante esta entrevista, ya ha cumplido doce y deberá dejar paso a otro más joven y preparado para desarrollar esta función.
Y los perros no aprenden a ser guías de un día para otro; al contrario, se forman de manera muy estricta en la Fundación ONCE del Perro Guía (FOPG), que es como una gran escuela de perros preparados para guiar a personas invidentes. Hay 71.444 asociados a la ONCE en toda España y 921 en Cantabria según los datos de esta entidad en 2024; y, aunque no todos padecen una ceguera total, la demanda de perros guía es grande. Su 'adopción' requiere a los solicitantes ponerse a la cola durante al menos un año, periodo en el que se ven obligados a lidiar no solo con la ausencia del can en un plano afectivo, sino también en el de la pura movilidad y el día a día.
Así las cosas, hasta que conocen a su perro guía el día de mañana -otro momento especial que se produce en la misma fundación y que también va acompañado de un periodo de adaptación-, las personas ciegas están abocadas a utilizar el clásico bastón blanco. El cambio de correa a bastón, que puede ser visto como un fastidio cuando el usuario es más joven, se puede volver un problema más serio cuando uno ya tiene una edad. Javier, que ya sabe lo que es caerse alguna vez, confiesa que le tiene «respeto» estos bastones y que este nuevo 'intering' entre perro y perro se le va a hacer más cuesta arriba que en las dos ocasiones anteriores. «Perder a tu perro guía es como quedarte ciego por segunda vez», sintetiza.
Cuando un perro guía se jubila, la persona ciega no pierde solo a los dos ojos que velan y vigilan por él, sino también la confianza que había depositado en el animal. Para que se hagan una idea, hace al menos una década que Javier no coge el bastón. «Ahora tengo que empezar a darme por ahí con las esquinas y aprender otra vez. Y claro, con el bastón no puedes hablar», bromea el torrelaveguense, que tilda de «insustituible» la orientación que durante tres décadas le han brindado, en ese orden, Gresy, Gaynor y Zyfa. «Desde luego, un perro no es sustituible por un bastón. Están pendientes de ti; saben para quién trabajan». Afortunadamente, añade, tiene pareja y amigos a los que puede pedir ayuda «para poder seguir haciendo una vida normal» durante la transición.
Mientras Zyfa va dejando la placa de perro guía para pasar a ser pronto un perro doméstico más en casa de sus nietos, Julia y Luca, en Oreña (Alfoz de Lloredo), el nombre de su futuro acompañante de cuatro patas sigue siendo una incógnita. Y ojo, esta es una relación que tiene que cuajar. Los perros aprenden solos, primero, y luego se someten junto a su nuevo dueño a un 'curso' de un mes de convivencia, en Madrid, junto a otros a los que también han entregado un nuevo guía.
Lo de Javier con Zyfa fue amor a primera vista. «Es una perra divina, tranquila y atentísima», manifiesta el escritor, autor de publicaciones en honor a sus perros guía. A Gaynor, el anterior, le cita constantemente y le dedicó 'Emociones de un binomio'. «Conquistaba a la gente». A Zyfa, ya le ha dedicado una carta de amor, que presentó al concurso del Ayuntamiento de Torrelavega.
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