Sin pecado original
Recorre los siete arenales naturistas de Cantabria para disfrutar del mar y del sol sin preocuparse por las formas
enrique munárriz
Sábado, 6 de septiembre 2014, 07:46
Saborear las playas sin cortapisas textiles se revela cada año como la experiencia dionisiaca con mayúsculas. El placer liberador de desnudarse al sol se acompaña con el ambiente apacible y la limpieza que caracteriza a las playas de raíz naturista. En pelota picada, sin tapujos, aquí no hay bañador que valga. Sin pecado original, eso sí, porque aquí no existe la dosis de morbo encerrada en aquel mordisco de manzana que a todos nos llevó a mal traer.
Por curiosidad, como terapia liberadora de tabúes, para seguidores de la filosofía naturista o simplemente por disfrutar de estar desnudo en un contexto en el que la ropa se torna innecesaria. En la búsqueda de rincones costeros que invitan a desprenderse del bañador, Somocuevas y Covachos son garantía de intimidad. Playas nudistas, reconocidas oficialmente o no, como El Puntal o Liencres, en las desembocadura del Pas, en las que entrar en contacto directo con la naturaleza, relajarse y olvidarse de los complejos. Desaparece además el riesgo de antiestéticas marcas blancas del bañador tras unas horas de exposición solar. El único peaje es el respeto por el otro. Los mirones no son bien recibidos. Recopilamos algunas de las mejores playas y calas para disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor y para que disfrutes de los placeres de las costas sin intermediarios, aunque todas están abiertas a todo tipo de público.
Somocuevas
En Liencres se señaliza esta playa deslumbrante de Costa Quebrada. La pronunciada escalera de 135 peldaños aconseja bajar a la machadiana: ligero de equipaje. Protegidos por la punta del Perceval, desnudos y téxtiles, hacen gala de tolerancia. La misma que les lleva a autorregular el horario de los partidos de pala, nunca de 13.00 a 19.00, a fin de no molestar. Tiene un pequeñito aparcamiento en la parte alta de la playa, a la cual se baja mediante unas escaleras de madera. El único problemilla es que no tenía duchas. Incluso por la zona trasera tiene una cala empedrada perfecta para hacer algo de snorkel. Su nombre proviene de las cuevas que hay entre las rocas de esa punta. La combinación de colores con el verde del campo, la arena dorada y el mar azul no se da en todos los arenales.
Covachos
Aislada y limpia como pocas, es la cala perfecta para huir de la rutina lejos de las miradas indiscretas ya que sólo se puede ir a pie. Situada a unos tres kilómetros de Soto de la Marina, es muy característica y de gran belleza. Desde ella, según se llega a la derecha, se accede a una más pequeña que es preciosa, que tiene una isla enfrente a la que se accede cuando baja la marea a pie, pero tiene un acceso muy difícil. Por mar, si la marea esta baja y hay un coeficiente muy grande, se puede incluso ir andando, pero lo normal es tener que pasar por encima de las rocas.
La Arena
Quizás las hay más espectaculares o solitarias pero a ésta, también conocida como Los Nudistas, se
le coge fácilmente cariño. Tiene una situación privilegiada en el interior de la ría de Ajo, además de un ambiente muy relajado y familiar. Pero cuidado con la marea alta, cuando la playa casi desaparece. La ría de Castellano, en la desembocadura del río Campiazo, conforma una de las playas más atractivas de Cantabria, una enorme lengua de arenales de unos 950 metros. A lo largo del arenal se diferencian tres zonas, la playa principal muy familiar y con todos los servicios, en segundo lugar una recoleta cala y finalmente más al interior dela Ríauna zona de playa virgen en la que se practica habitualmente el nudismo.
Oyambre
Están esos días de playa en los que apetece el recogimiento zen de una calita perdida del mundo. Y luego están esos otros en los que se ansía el frenesí de un arenal non-stop. El de Oyambre, formado por un sistema dunar,y situado a escasos kilómetros de San Vicente de la Barquera, es para la segunda clase de días. Una playa con actividad inagotable las 24 horas. Surf o corcho al amanecer si el Cantábrico se digna despertarse bravo y las olas hacen justicia a su fama; nudismo en la ría, eso sí, en muchos casos rodeado de familias; hacia el camping; cañas y raciones en las terrazas y los chiringuitos que asoman al arenal para mirar por encima del hombro a los bañistas, y copas hasta unas horas prudentes en los bares del club de golf o los restaurantes de alrededor.
Langre
Las calas naturistas han gozado siempre de profuso crédito entre costas acantiladas. Las correspondientes a Langre confirman el arquetipo. La perspectiva que se abre permite olvidarse del urbanismo preponderante en otras zonas. Quien se asoma a estos cortados de 25 metros de altura y camina por el kilométrico arenal que se extiende a sus pies se siente como si estrenara mundo, como si fuera el primer hombre sobre la Tierra. En levante está la Playa Grande, una media luna de 800 metros de longitud batida por olas potentes, muy apreciadas por los surfistas. Y a poniente, separada por un contrafuerte del acantilado, la Playa Pequeña, de 200 metros, que termina en el Pico de Langre, una punta rocosa erosionada que hay quienes dicen que recuerda una cabeza humana, otros que un león apoyado sobre las patas delanteras, y otros, conciliadores, que una esfinge. Más al oeste, como a un kilómetro, están las piscinas naturales de Llaranza, unas balsas cristalinas que se forman con las mareas en la base del acantilado. Aunque de difícil acceso, se puede bajar hasta ellas siguiendo las sendas de los pescadores, estos acantilados son siempre un lugar excelente parea desnudarse, así como para disfrutar con los atardeceres.
Sonabia
Rodeada por hermosas colinas y abrazada a un enorme promontorio calizo, conocido como la Ballena por su perfil en forma de cetáceo que emerge de las aguas, esta playa escondida y de difícil acceso tiene su pequeña historia, ya que fue una de las primeras donde la gente se ponía en cueros sin miedo a que le cayera una multa por escándalo público. Hoy esa amenaza ya no existe, pero Sonabia continúa siendo un bonito santuario para los amantes del nudismo, aunque también acuden a ella bañistas más tapaditos, atraídos por sus aires bohemios de libertad. Es frecuente, incluso, ver a cuadrillas de amigos en las que unos van desnudos y otros no, sentados todos juntos en animada conversación. Para llegar, hay que tomar el desvío de Oriñón y seguir unos 3 kilómetros en dirección a El Pontarrón. Al lado está la única buitrera marítima de Europa, situada en las majestuosas peñas de Candina, donde habitan más de 50 ejemplares. Esta playa tiene como aliciente que, excepto los meses de junio, julio, agosto y septiembre y en Semana Santa, los amantes de los perros pueden pasear con ellos, siempre que recojan sus escrementos. Eso sí en verano de julio a Septiembre (incluidos) y en Semana Santa de diez de la mañana a ocho de la tarde canes y otros animales no pueden acceder a la playa.
Brusco
Se trata de un arenal tranquilo con arena fina y dorada, y cuando baja la marea se pueden ver rocas negras donde habitan los crustáceos. Está al final de la plata de Trengandínm junto al monte del Brusco, que separa ésta playa de la Berria. Tiene un paisaje original, y sobre todo cambiante, pues al bajar la marea aparecen grandes rocas que se rodean de pozas, ideales para pescar camarones y quedan al descubierto lapas y sabrosos erizos. La playa está justo en el pueblo bajando la cuesta desde la Iglesia. Siempre está llena de gente, sobre todo caminando, dada su extensión. Sus cristalinas aguas y variado paisaje submarino la hacen especialmente recomendable para la práctica del buceo.
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