Batalla social y urbanística
Pedro Reques Velasco
Jueves, 22 de junio 2017, 19:28
El Centro Botín está llamado a convertirse en uno de los hitos fundamentales en la percepción del espacio urbano de Santander y, su entorno, en un privilegiado espacio de encuentro para santanderinos y visitantes. Del Centro conocemos su vanguardista dimensión arquitectónica, su epidermis, su diseño, su singular perfil, sus materiales e imaginamos su futura proyección cultural y social y su valor, tanto desde la perspectiva cultural, artística y educativa como económica.
En el contexto urbanístico, el Centro Botín será la pieza fundamental de la reconversión del frente portuario de Santander desde hace tanto tiempo perseguida por la ciudad y se constituirá en la clave del arco de la integración de otros espacios culturales existentes, tales como el Palacio de Festivales, el Archivo Histórico Provincial-Biblioteca Central de Cantabria, el Museo Marítimo del Cantábrico, el Palacete del Embarcadero, la futura sede del Museo Reina Sofía en Santander o incluso el MUPAC.
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Primera, e importante, lección. En ocasiones se ha analizado el papel del Centro Botín en Santander en relación con el que ha jugado el Museo Guggenheim en Bilbao o el Centro Niemeyer en Avilés. Pero conviene recordar, una vez más, que son realidades distintas, tanto en su idea de Centro y sus fines como en relación a los contextos socio-urbanísticos en los que se inscriben.
En el caso del Guggenheim en Bilbao el museo jugó un papel decisivo en la operación de cambio de la imagen de la ciudad, pero se trató de una reconversión urbana integral, centrada en la regeneración de los viejos espacios industriales no utilizados, en la recuperación y transformación de zonas degradadas del área metropolitana y en la ejecución de actuaciones de urbanismo, transporte y medio ambiente. El resultado final fue el cambio de la imagen de la Ría de Bilbao de paradigmático espacio industrial en declive, antes, a espacio terciario y dinámico, apoyado por los servicios avanzados, ahora . Este cambio funcional supuso también un cambio morfológico, la creación de nuevos espacios libres y la reconciliación de la ciudad con la ría del Nervión. Tales eran los objetivos del Plan Bilbao-Ría 2000.
En el caso Avilés se intentó propiciar el cambio de la vieja ciudad industrial y su entorno insertando en un espacio degradado, industrial y portuario de la misma, un elemento cultural de primer nivel como fue el Centro Niemeyer (entendido como proyecto cultural internacional, como plaza abierta al todo el mundo, como lugar la para la educación, la cultura y la paz, en palabras del propio arquitecto) pero también con el objetivo de que sirviera como revulsivo morfológico y económico en el área. El centro se situó en el entorno de la Ría de Avilés, singularizándose por su tamaño, por la poética de sus formas curvas, por los materiales utilizados en su construcción (básicamente hormigón y cristal), por el perfil que el auditorio, la cúpula, la torre y el edifico polivalente le confieren, así como por su color blanco en contraste con los grises, rojos y ocres de la vieja ciudad industrial frente a él situada.
Estas operaciones han resultado exitosas en el primer caso, y ha conducido a un relativo fracaso en el segundo. En el caso de Bilbao, por el carácter global e integral con el que se enfrentó la reconversión urbana y por convertir a los municipios de su área metropolitana en un espacio de consenso político, los vascos el citado Plan Bilbao Ría 2000 es un buen ejemplo nos enseñan que frente a objetivos económicos y socio-urbanísticos la política es trainera compartida más que campo de batalla partidista o institucional. Por el contario, en el caso del Centro Niemeyer en Avilés su solo relativo éxito respecto a la consecución de objetivos que inicialmente perseguía, se ha explicado por la razón contraria.
Segunda lección. Santander responde a otro modelo de relación urbanística y funcional. En primer lugar por su ubicación: el Centro Botín ha quedado localizado en el centro de la ciudad, un espacio singularmente sensible y dotado en la actualidad de una especial significación geográfica, histórica, social, económico-funcional y simbólica; en segundo lugar por su función: potenciará el secular papel cultural y turístico de nuestra ciudad y, en tercer lugar, desde la perspectiva semiológica y simbólica como espacio percibido: reforzará la potente imagen que el frente marítimo proyecta sobre la ciudad toda.
El Centro Botín contribuirá, asimismo, al crecimiento y progreso de la ciudad, a la expansión del espacio público, al reforzamiento de la imagen de la ciudad y su singular bahía en España y en el mundo, a generar crecimiento económico de la mano del turismo y, por ende bienestar y progreso social, por más que la ciudad deberá seguir profundizando en la integración socio-urbanística, tanto en sus relaciones norte-sur como internamente entre su centro y su periferia, a lo que debería ayudar su destacado papel como Smart City y como laboratorio de sostenibilidad urbana.
Tercera lección. El Centro Botín en ests años ha ganado la batalla urbanística, sentará las bases para ganar la cultural y la artística, pero necesitará algún tiempo (no necesariamente largo) y algún esfuerzo (no excesivo) para ganar la batalla de la proyección social, esto es su incorporación como hito de primer orden en la imagen pública de los santanderinos.
Sin embargo no sería positivo que la identificación de Santander con el Centro Botín fuera plena. Estas identificaciones excesivas, si bien favorecen la relación entre la ciudad y sus habitantes a partir de lazos de connivencia y hasta de influencia recíproca y prueban la existencia y permanencia de la ciudad, corren el peligro de convertirse en un medio para trasformar lo material en simbólico y en un antídoto ideológico de la conciencia social.
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