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J. GÓMEZ PEÑA ENVIADO ESPECIAL
Lunes, 23 de mayo 2011, 04:00
«Ha sido la etapa más dura de mi vida». La frase de Contador resume el día de la tortura y talla la hazaña de Mikel Nieve, ganador sin fuerzas siquiera para levantar los brazos en la cima vertical de Gardeccia-Val di Fassa. Cuentan que aquí, en las crestas dolomíticas de la Marmolada, aún reposan en conserva bajo el glaciar soldados muertos durante la I Guerra Civil (1914-19). Cadáveres escondidos en las galerías excavadas en la roca para esquivar los bombardeos. Algunas primaveras, cuando el hielo se funde un poco más, aparece algún cuerpo. El último llevaba puestas la botas. De guerra.
Así desfilaron ayer los ciclistas por la etapa de los 229 kilómetros, el puerto de Piancaballo, el Passo Giau, la Marmolada y Gardeccia. «Más de 6.100 metros de desnivel. Una salvajada», dijo Contador. «He consumido más de 7.000 calorías». Con ese atracón de combustible extra soportó con aplomo el ataque suicida de Nibali en el descenso del Giau y luego dejó a todos sus rivales en la cuesta final. Arriba, en la meta y junto a los neveros que guardan los cuerpos de la vieja guerra, los ciclistas desfilaban pálidos, enclenques, con las piernas arruinadas. Como Igor Antón, debilitado tras todo el protocolo posterior a su victoria del sábado en el Zoncolán. «No pude descansar». No habló más al llegar. Entró torturado, despellejado y a seis minutos de su compañero Nieve. Justo tuvo aire para abrazarle. Una hora después aún seguían cruzando cadáveres bajo la pancarta del refugio de Gardeccia.
«Nunca había corrido una etapa así». Esta vez hablaba Mikel Nieve. Tardó en recuperarse. Tenía la piel de un espectro. «Está más muerto que vivo. No se tiene en pie», describió un empleado del Giro que custodiaba el acceso al podio. «Ha sido eterno. No tenía fuerzas para llegar», confesó después el ciclista que le ha dado al Euskaltel-Euskadi la segunda victoria en dos días. Ese kilómetro final resumió el calvario. Nieve, que había dejado atrás a otro superviviente de la fuga, a Garzelli, pedaleaba por inercia, con las piernas arruinadas.
«No mires atrás», le gritaba Luis Llamas, mecánico del equipo. «Llegas, Mikel, llegas. Tienes ventaja de sobra», le tranquilizaba. Era verdad, pero Nieve dudaba, se sentía desactivado. Miraba hacia arriba, imploraba. ¿Dónde acaba esto? Del joven navarro (26 años) no quedaban ni las cáscaras naranjas. Náufrago con la playa a la vista y manco, sin poder bracear. «Ha sido eterno». Veía las crestas de piedra de Gardeccia. Ese espectacular arrecife alpino. Y no avanzaba. Consumido por la inmensidad del paisaje y de la etapa. Entró casi a tientas, ciego, y buscó unos brazos donde caerse. «Eterno, ha sido eterno». Como su triunfo. Suya es la etapa más dura que ha pedaleado Contador, el más poderoso de este Giro.
«Y esto no ha acabado. Ahora nos quedan más de tres horas y media hasta el hotel. Tendremos que cenar por el camino», protestaba Eusebio Unzúe, mánager del Movistar. «Esto es exagerado». Y había empezado siete horas y media antes en la salida de Conegliano. A Mikel Nieve, sus compañeros le animaron a escaparse. También Antón. Le cedió el día, los galones del Euskaltel.En otro autobús, el del Liquigas, un siciliano, Nibali, tejía su vendetta. Se había sentido humillado por Contador el sábado en el Zoncolán. Y por eso soltó a sus gregarios desde el primer puerto. Les esperaba un infierno y corrían hacia él. El Liquigas endureció el inicio de la etapa más dura. Quería colocar peones por delante y falló. Sólo desencadenó una guerra: 19 corredores se largaron. No es fácil parar a tantos y más si incluye a Nieve, Sastre, Garzelli, Di Luca, Weening, Hoogerland...
Los otros equipos
Enseguida agarraron nueve minutos. Tormenta de Nieve. El navarro era líder del Tour. Contador no podía darle más cuerda y sacrificó el poco equipo que tiene en este Giro. «Si cuento todo lo que ha pasado en este etapa me paso un día entero», ironizó Contador. En el Passo Giau, frente al 'skyline' dolomítico, se quedó solo frente a todos. Y ahí se vio: se basta solo. Pedaleó con la mente. Vio que 'Purito' Rodríguez y Arroyo se alejaban unos metros y salió a por ellos. «Temía el ataque de Nibali en el descenso y no quería que se uniera a ellos». Dejó al italiano solo con su venganza y su arrojo. Nibali se ciñó a cada curva como si fuera la última, como si quisiera salir planeando. Contador se frenó. «Sabía que le íbamos a coger. He jugado con los intereses de los otros equipos». Del Movistar y el Rabobank.
Ya llovía. Y granizaba. Y Antón se fundía. En la Marmolada, Contador fue Contador. La ambición. «Ataqué para que no me atacaran», subrayó. Nibali lo pagó en el ascenso y lo solucionó en la bajada. Pero quedaba más. Quedaban los 6 kilómetros hasta Gardeccia. El líder, indomable, astilló las ya nulas reservas de sus rivales. Sólo Scarponi, y a distancia, redujo las pérdidas: es segundo en la general a ya cuatro minutos. Cuando entró Contador se encontró con el fantasma de Mikel Nieve, el cuerpo pálido del último soldado que deja escapar el glaciar. El que ganó la etapa más dura para el líder.
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