Cuando la salud es el mejor regalo de Navidad
abuela a la última ·
Como cada año por estas fechas os comparto cómo ha sido mi año, marcado por la recuperación y las pruebas médicas de mi marido y por la ilusión de pasar tiempo con mi familia y amigos¡Hola amigos de Cantabria DModa!
Sí, así como si nada, la Navidad ha llegado otro año más. Ruidosa, luminosa y fría en las calles; cálida, melancólica y nostálgica en los hogares.
Este año que está a punto de terminar se me ha pasado volando, como casi todos últimamente, a pesar de lo que nos ocupa en casa: consultas, pruebas, más pruebas, tratamientos y resultados. El año comenzó con sospechas de un tropiezo en la salud del abuelo (el 'Montes') y esa ha sido nuestra hoja de ruta.
Con ese pronóstico recibimos la primavera tranquilos y sabiendo que estamos en manos de los mejores profesionales. Hicimos pequeñas excursiones por la tierruca, cerca de casa y centrados en lo importante, la salud.
La primavera dio paso al verano. Éste se presentó caluroso y tan seco que nuestras ganas de baños en el mar se vieron recompensadas con creces. No me canso de dar gracias a la vida por tenerlo tan cerca, es una suerte y un privilegio que en apenas diez minutos pasemos del bullicio y las prisas de la ciudad a disfrutar con los pies en la arena y la brisa marina acariciándonos el rostro. No recuerdo ningún verano en el que me bañase tanto y en el que pasásemos tanto tiempo en la playa, perfectamente preparados con sillas, sombrilla, nevera, la bolsa con los 'porsiacaso', gafas, gorras y sombreros... para asegurarnos días agradables entre amigos hasta que casi se escondía el sol.
Pero como cada final de verano, el otoño llamó a la puerta pidiendo paso y llegó tardío, casi como de puntillas, sin querer hacer ruido, pero reclamando su lugar; y se instaló en los árboles dejándoles semidesnudos, en los montes y valles tiñéndose de verdes, ocres, naranjas y marrones, y en las calles, dando al gris su protagonismo. Ahora, está llamando a la puerta la señora de las nieves que nos trae bajo su manto la Navidad. Luces, ilusión, magia, reencuentros, familia, deseos y nostalgia.
Luces que, con sus destellos iluminan y dinamizan calles, pueblos y ciudades e invitan a recorrerlos y vivirlos. Ilusión, la de pequeños y mayores, que ansiosos y expectantes disfrutan de espectáculos y animación a la espera de juguetes y regalos. Magia por creer con fe en los nuevos comienzos, en nuevas oportunidades y en la certeza de que todo puede mejorar aun cuando la vida se ponga cuesta arriba. Reencuentros que hemos esperado durante meses, e incluso años, nos roban besos y abrazos y nos arrancan carcajadas que templan el alma.
La familia, con sus luces y sus sombras, es el puntal sobre el que edificamos nuestra vida y que, ahora más que nunca, le da sentido a estas fiestas navideñas. Deseos que pedimos una y otra vez que se cumplan e imploran un ruego por nosotros pero, sobre todo, por nuestra gente. Y nostalgia por aquellos días lejanos de la niñez en que todos los que amábamos estaban sentados en torno a la mesa -padres, hermanos, tíos, primos y abuelos-, cuando nuestra mayor preocupación era que el tiempo pasase deprisa para disfrutar de nuestras peticiones a los Reyes Magos.
Otro año más, otra vuelta al sol y los días darán paso a las semanas, y éstas a los meses. La vida nos envuelve y no se detiene. Vivamos la Navidad con la pasión que merece y recibámosla como un tiempo de compartir vivencias, amistad y amor. ¡Que vuestra Navidad no sea una temporada, sea un sentimiento! ¡Felices fiestas!