María José Mínguez
Pasiega de nacimiento, en Barreda pasó su adolescencia y juventud y ha escogido esta ciudad para exponer sus diseños para los Baños de Ola de Santander en los que participa
María José Mínguez llegó al mundo de la costura desde su adolescencia. Natural de Vega de Pas «porque mi padre, guardia civil, estaba allí destinado cuando nací», se profesionalizó en esta vocación de la aguja y el hilo en Torrelavega. Aquí llegó también por un nuevo destino de su progenitor, fijando su residencia en Barreda. Y hasta Torrelavega venía para aprender a coser, «en la academia de Juani Mantecón». Por azares de la vida, o lo que es lo mismo, porque se casó y se marchó a vivir a Santander, las obligaciones familiares la llevaron a un parón en el corte y confección que retomó con fuerza cuando sus tres hijos ya no requerían tanta dedicación. Dirige una academia en la capital y es una de las artífices de los Baños de Ola de Santander. Cada año, y son ya más de 30, reproduce estilísticamente es vestuario de los años dorados y regios de la bahía santanderina junto a su grupo de simpatizantes de la fiesta. El próximo miércoles, 3 de septiembre, presenta en Espacio Difusión de Torrelavega 22 trajes de época de su colección como homenaje a un oficio que aprendió aquí.
-¿Cómo se ha dedicado a la confección de trajes de época?
–La historia empieza con los Baños de Ola de Santander, una fiesta que ha cumplido 31 ediciones. Empecé haciendo trajes en principio para los de casa; mis nietos, mis hijos, mis marido, porque participábamos en las actividades. Y como cada año íbamos estrenando traje, a lo largo de tantos años he ido reuniendo muchos trajes de época, conformando por así decirlo una colección bastante grande. Aparte, siempre he estado dedicada a la costura, desde muy jovencita. He estudiado varios sistemas de corte y confección e inclusive tengo una academia de enseñanza que ha cumplido ya más de 40 años. La costura es mi mundo.
–Ese amor por este oficio comenzó en Torrelavega ¿cierto?
–Comencé aquí, en efecto porque yo vivía en Barreda, con mis padres, mi familia. Empecé en una academia de costura que había en la Plaza Mayor, que se llamaba Juani Mantecón. Yo era una cría, pero siempre me había gustado este tema de la costura, lo que ocurre es que ya de más jovencita empecé a trabajar en la Cooperativa de Solvay, aunque aún así, seguía yendo a la academia, a las clases de nocturno por esa afición que tenía. Hasta que me casé y me fui a vivir a Santander en 1975 y tuve un parón lógico debido a la maternidad (tuve tres hijos muy seguidos en el tiempo); me dediqué más a ellos, a los míos hasta que pude volver a mi pasión. Abrí la academia y desde entonces no he dejado de dedicarme a la enseñanza. Hacemos trajes de época, regionales… todo lo que se nos ponga por delante.
–Estas confecciones ¿son tan exigentes como parece, a la vista de los resultados?
–En efecto, sobre todo porque hay muchos detalles que hay que hacerlos a mano, poner puntillas, volantes, el corte de los trajes porque este tipo de trajes, me refiero a los de época, tienen su propio sistema de confección. Luego están los componentes de las telas, que no todas sirven. Para nuestras realizaciones consultamos libros, revistas, láminas, fotografías... Investigamos para que el patronaje se adapte lo más posible a la época en cuestión. Siempre estamos buscando información porque se ven detalles imprescindibles para seguir confeccionando estos ropajes tan especiales.
–¿La moda de época, está de moda, valga la redundancia ?
–Si, desde luego. Hay que partir de la base de que, como yo suelo decir, a veces la moda actual se puede inspirar un poco en la de época. Hay diseñadores que así lo hacen, que se inspiran en modelos de 1900. En este sector hay mucho que aprender pero también hay mucho que viene de la historia, de mirar lo que se ha llevado, cómo vestíamos.
Las frases
Joyas de tela
«Cuidamos todos los detalles que lleva el vestuario, desde los tejidos hasta los complementos»
Elogios
«La gente cuando nos ve así vestidos nos piropean, se hacen fotos con nosotros; es increíble»
–¿Qué recuerda con mayor satisfacción de sus años de aprendizaje en Torrelavega?
–La ilusión con la que comencé a formarme. Siempre aprendía de lo que mi profesora me enseñaba pero también de lo que hacían mis compañeras en clase. Compartíamos la labor y aprendíamos unas de otras. Fueron unos años felices porque eras joven, conociste al que más tarde fue tu marido, paseabas por Torrelavega… La tengo mucho cariño a esta ciudad en la que mis padres vivieron unos años y tengo muy buenos recuerdos, de cuando trabajaba en la Cooperativa de Solvay, que estaba en la calle Lasaga Larreta.
–¿Y cuáles son los secretos de la confección artesanal, sea para hacer un traje de época o uno regional?
–Pues dedicar horas y horas y ceñirte a lo que realmente era entonces. En esto no vale inventar, o incluir colores que antes no existían. Hay que ser muy riguroso en todo y ser fiel, aunque cueste porque las telas hoy no son las de entonces, y lleva su tiempo encontrarlas, sino las mismas, las que más se parezcan. Pero la experiencia es un grado; tenemos claro la tela que queremos y vamos a derecho. Luego trabajamos mucho con encajes y rasos que son muy delicados.
–¿Los trajes que visten en los Baños de Ola son exclusivamente para esa fiesta?
–Los lucimos y hacemos para cualquier manifestación de época en la que vayamos a participar o nos reclamen, como por ejemplo las fiestas en homenaje a los indianos que se celebran en Comillas. Para ello nos servimos de nuestra colección. Vamos a museos de visita, hacemos recreaciones históricas. Los damos salida y uso y además aprendemos cultura porque el traje es cultura.
–¿Se atreve a decir que antes se vestía y ahora no?
–Bueno –sonríe–. Hay que tener en cuenta que antes se llevaban ropajes con los que ahora pasaríamos mucho calor. Eso de llevar enaguas, pololos... Pero nosotros en el grupo de los Baños de Ola decimos que la vida del artista en dura. Lo pasamos muy bien no es solo coser, sino hacer cultura con los trajes.
–¿Cuando les ven así vestidos, qué comentarios les hacen?
–Recibimos mucho cariño. Les gusta vernos y nos hacen preguntas sobre las particularidades de los trajes. En una ocasión hicimos una salida por Santillana del Mar y no pudimos dar un paso. Todo el mundo quería fotografiarse con nosotros. Vamos de la mejor manera posible, esto es, con todos los complementos: bolsos, sombrillas, sombreros, guantes. No llevamos por ejemplo las uñas pintadas de colorines, con gafas de sol o gafas que no parezcan de época, nos fijamos mucho en los complementos porque uno que sea malo estropea un traje.
–¿Cuántos trajes ha conseguido reunir?
–La exposición que voy a hacer en Torrelavega, en Espacio Difusión, en Pasaje de Saro, presenta 22 de los más de 30 que tengo. Es la primera vez que presento esta colección aquí y lo hago con mucho entusiasmo, algo que nunca me falta a mis más de 70 años. Sigo activa y con mucho orgullo de mi edad y por supuesto, de la experiencia y trayectoria que se va acumulando.