Para quienes desconocen o aún no se han enterado
Cantabria cuenta con 3.589 empresas dedicadas a la restauración, según un informe reciente de Cajamar. Entre ellas están los establecimientos gastronómicos, un concepto subjetivo ... pero que si se quiere cuantificar en el caso de la región no va mucho más allá en número de la treintena, por ser generosos, es decir el uno por ciento aproximadamente. Por ello, hay diferenciar entre hostelería, que lo abarca todo, y gastronomía.
Ocurre algo semejante en el sector agroalimentario: hay productores artesanos e industrias. Ambos son necesarios, pero es imprescindible que cada uno ocupe su lugar y tenga su rol, para generar confianza y transparencia en el cliente: la forma de producir y la percepción organoléptica son distintas.
Si esto lo extrapolamos a los denominados mercados gourmet que ahora tan de moda están en ciertas ciudades –y que en Cantabria se quieren replicar–, parece lógico que no convivan «churras con merinas». Se imaginan ustedes un puesto de una cadena de distribución (supermercado) en el madrileño Mercado de San Miguel, pionero en su clase. Las grandes superficies cuando quieren separar conceptos o destacar determinados productos por su carácter artesanal, lo saben hacer. Entonces, la pregunta es cómo se puede entender que se quiera relanzar en Santander un mercado de abastos y convertirlo en un mercado gourmet, como es el de Tetuán, proyectando una imagen de producto artesano y de calidad, en lo posible de kilómetro cero, y fomentando el trato directo con el cliente, introduciendo en el mismo, con calzador y notable oposición, un dispensador de comida rápida que en nada da prestigio al conjunto. Otra cosa es que quien tiene la responsabilidad hubiera tratado de convencernos de que aquí una hamburguesería de primer nivel, de la mano de un chef acreditado, aportaría un valor añadido al mercado. Cada cosa tiene su sitio, lo demás es un revoltijo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión