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Soraya Conde, en las instalaciones de El Diario Montañés. Vídeo: Pablo Bermúdez

Tradición y futuro de la ganadería extensiva en el Valle del Nansa

En la mesa con... ·

Soraya Conde está al frente de una ganadería de parda de montaña y de una carnicería en Puentenansa

José Luis Pérez

Santander

Sábado, 5 de julio 2025, 07:51

En el corazón del Valle del Nansa, en Puente Nansa, Soraya Conde Rubín combina pasión, tradición y compromiso para mantener viva una forma de vida que muchos consideran en riesgo: la ganadería extensiva en la montaña cántabra. Su historia, como la de muchos jóvenes rurales, pasó por estudiar y trabajar fuera, pero con un claro anhelo de regresar y apostar por el desarrollo local. Esta semana es la protagonista de la serie de entrevistas 'En la mesa con...' que se puede ver completa en la web de El Diario Montañés.

«Soy de Celucos, un pueblo cercano a Puentenansa», explica Soraya, «pero volví en 2019 para continuar con la ganadería de mi padre cuando se jubiló». Su regreso supuso una apuesta por el sector agroalimentario y el desarrollo rural, a través también de un proyecto de agroturismo que llevó a cabo con la Fundación Botín y Nansa Emprende en 2018.

Actualmente, Soraya dirige la carnicería familiar, abierta en marzo de 2021 junto a su hermano, y gestiona una ganadería de vacuno de raza parda de montaña, con aproximadamente 50 madres. «Es una raza muy dócil y de fácil manejo, ideal para las condiciones de nuestra zona. Estamos en la asociación de raza pura y mantenemos la monta natural, sin inseminación artificial», comenta.

Proyecto en familia

La ganadería de Soraya es un claro ejemplo de trabajo familiar y tradición. «Aunque soy la titular, la gestión es colectiva: mi padre, que entiende mucho, nos ayuda a mi hermano y a mí, y todos aportamos», señala. La producción se complementa con una carnicería que vende mayormente carne propia, además de productos como cerdo, pollo y embutidos artesanales elaborados siguiendo las recetas de su madre y abuela.

La carne de parda de montaña se caracteriza por su calidad, similar a la de la raza tudanca, y tiene el sello IGP Carne de Cantabria: «Nos movemos con un ritmo constante; en verano sacrificamos entre dos y tres animales a la semana, atendiendo la demanda de la zona», cuenta Soraya.

El desafío del lobo

Uno de los retos principales para esta ganadería es la coexistencia con la fauna salvaje, especialmente el lobo, que en los últimos años ha aumentado su presencia en la región. «En la zona donde pastan nuestros animales hay mucha población de lobos y hemos tenido ataques», afirma con preocupación. Soraya detalla un episodio doloroso: «En una semana me mataron seis becerros que estaban con sus madres en el monte». Sobre la polémica en torno a la regulación del lobo, responde con sinceridad: «Me encantaría que la gente que opina desde fuera viniera a ver cómo funciona una ganadería extensiva. Desde casa parece fácil, pero no lo es».

Acercar el campo a la gente

Además de la carnicería y la ganadería, Soraya impulsa una actividad cada vez más demandada: las visitas guiadas a su finca, situada junto a la famosa cueva del Soplao. «Intento que la gente experimente en vivo qué es una ganadería extensiva, cómo se gestionan los animales, cómo vivimos», comenta.

Estas visitas, que se organizan principalmente en verano, incluyen la observación de ovejas, cabras y vacas, y permiten entender el trabajo diario de un ganadero, el cuidado de los animales y los desafíos que enfrentan. «Queremos que las personas vean desde dentro la realidad del campo, no solo lo que compran en la carnicería», añade.

Para Soraya, mantener viva esta actividad es fundamental no solo para preservar una cultura y un paisaje, sino también para generar riqueza y empleo en zonas rurales que sufren despoblación. «La carnicería y la ganadería juegan un papel social importantísimo. Más allá de la rentabilidad económica, mantenemos un tejido que es clave para la vida del valle», reflexiona.

También destaca el valor de la carne que ofrece: «Es un producto de calidad, con trazabilidad y que aporta un valor añadido porque proviene de una raza autóctona y de un sistema tradicional, respetuoso con el medio ambiente».

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