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Ferrocarril minero de Reocín, que permitía transportar el mineral hasta Hinojedo para enviarlo a destino por mar
El tesoro sobre el que se levantó Reocín

El tesoro sobre el que se levantó Reocín

El proyecto de explotación de zinc en el Besaya resucita una historia minera de 140 años

pilar cintrón

Domingo, 5 de febrero 2017, 08:22

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Aseguran que ya los romanos sabían de la riqueza que atesoraba bajo sus pies un pequeño territorio de las tierras del norte de Hispania, pero ese antecedente remoto de Reocín como enclave minero sólo es posible intuirlo.

No hay información fehaciente que eleve a realidad histórica lo que no es más que una idea apuntada en el siglo XVIII por Gaspar Melchor de Jovellanos cuando se refería a las riquezas de La Montaña y a algunos vestigios minerales encontrados que le animaron a hacer esta afirmación. Ahora que sale a la luz el proyecto promovido por el Gobierno de Cantabria para recuperar la actividad de extracción de zinc en la zona, es oportuno echar la vista atrás y recuperar la historia de esta minería en Cantabria.

Para un estricto relato, no se puede situar el inicio de la localización de zinc, y su inmediata explotación, hasta mediados del siglo XIX, cuando la serendipia hizo caminar a un belga llamado Jules Hauzeur por unos parajes situados a tres kilómetros de Puente San Miguel y a cuatro de Torrelavega, una tierra que se encuentra 143 metros por encima del nivel del mar.

El citado Hauzeur viajaba en su coche de caballos desde Guipúzcoa a Asturias. Era un ingeniero de minas, belga, nacido en Lieja en 1822, que ya trabajaba en 1856 en una empresa de su país denominada Societè pour la Producción du Zinc en Espagne, que explotaba un yacimiento en Guipúzcoa para surtir de mineral a una empresa creada en Arnao (Principado de Asturias), para fabricar armas, para lo que se había asociado con la española Real Compañía Asturiana de Minas de Carbón (futura Real Compañía Asturiana de Minas, RCA, y finalmente, Asturiana de Zinc SA, AZSA). Así pues, el trasiego de monsieur Hauzeur por las tierras intermedias de La Montaña, no era inhabitual.

Las fechas clave

  • - 1887

  • La RCA comienza a explotar la mina con la extracción de calamina a cielo abierto

  • - 1877-1911

  • Se construye el ferrocarril minero que llevaba el mineral hasta Hinojedo para su embarque

  • - 1920

  • Predominan los trabajos bajo tierra tras aparecer blenda, galena y pirita, además de la calamina

  • - 2003

  • Cierre total de la mina, que para entonces había pasado a ser propiedad de Banesto en su mayoría

  • - 2017

  • El Gobierno de Cantabria promueve un proyecto para recuperar la actividad con la extracción de zinc

El hallazgo | Dos versiones contrapuestas, la española y la belga

Sobre la precisión de quién dio con uno de los yacimientos de zinc más importantes de Europa existen dos versiones una belga y otra española dispares e irreconciliables.

Las dos versiones coinciden en que el importante hallazgo lo hizo, en efecto, Jules Hauzeur, en uno de esos viajes entre Guipúzcoa y Asturias. Sucedió que a principios de agosto de 1856, el carruaje en el que viajaba sufrió una avería teniendo que quedarse un breve espacio de tiempo en Torrelavega para su reparación.

Aprovechó Hauzeur la obligada parada para visitar los parajes cercanos buscando, como era propio en él, vestigios geológicos llevándole la suerte hasta el cercano pueblo de Reocín, donde se percató de que algunas casas de este lugar se habían levantado incluyendo en su construcción calamina y localizando enseguida de dónde los lugareños obtenían tan para él preciado mineral.

Según esta versión, el ingeniero belga, antes de reanudar su viaje, mandó un mensaje al encargado de su empresa en San Sebastián, un ingeniero llamado Julián Peña, urgiéndole a que acudiera a La Montaña, examinara el terreno e inscribiese la concesión de la explotación a favor de la empresa minera belga-asturiana. Había dado con una mina que atesoraba mineral de zinc bajo una superficie de tres kilómetros cuadrados, 3.300 metros de longitud y 800 de anchura media. En efecto, un tesoro.

Parece ser que al señor Peña le cogió en plena Semana Grande de San Sebastián y que para no perderse una corrida de toros, retrasó el encargo de Hauzeur. Siguiendo el mismo relato (recogido en una monografía publicada por la RCA en 1954), un ayudante del ingeniero belga largó más de la cuenta en una taberna de Torrelavega, presumiendo a viva voz del hallazgo de su jefe, conversación que fue escuchada, entre otros, por un santanderino, Ramón Pérez del Molino, quien más raudo, registró a su nombre gran parte de los terrenos mineros y cuyos derechos de explotación vendió después a la RCA, que le tuvo que pagar durante los primeros 50 años un real por quintal de mineral extraído, y medio real hasta completar el siglo.

Comienzo a cielo abierto | La exploración real se inició en junio de 1887

Ya siendo propietaria la RCA de todos los derechos de explotación y el indolente ingeniero Peña metido a obligado farmacéutico en San Sebastián tras prescindir Hauzeur de sus servicios comenzaron los trabajos de adecuación de la mina de Reocín, que empezó a explotarse de forma real en junio de 1887. En los primeros seis meses salieron de las entrañas de la mina 14.327 toneladas de mineral. Para 1890, ya se había extraído un millón de toneladas de calamina, todavía a cielo abierto.

El segundo hito en el desarrollo de la mina se produjo entre los años 1877 y 1911, cuando se construyó el ferrocarril minero que llevaría el mineral hasta Hinojedo, donde era embarcado. Fueron entonces nombres señeros los que quedaron inscritos en lo que sería el mayor emporio minero de Cantabria, España y Europa en la extracción de mineral en Reocín: Louis Hauzeur (hijo del descubridor), Juan Blas Sitges y Grifoll (Mahón, 1842-Arnao 1919) y Leopoldo Bárcena y Díaz de la Guerra (Barcenaciones, 1897-Torrelavega, 1949) , cada uno desde una referencia de la explotación.

La mina de Reocín ya era puntera, considerada entre las más modernas del mundo a finales del siglo XIX y principios del XX, ya que estaba dotada de alumbrado eléctrico, vías férreas, teléfono y dos mesas Linkenbach, para la calificación de minerales, de 10 metros de diámetro, las más grandes construidas hasta entonces.

Desarrollo bajo tierra | En 1920 ya predominan los trabajos subterráneos

En 1900 comenzó a aparecer blenda, galena y pirita, además de calamina. En 1920, los trabajos bajo tierra ya eran predominantes, comenzando la perforación del pozo maestro que ahondaría en la tierra 320 metros y dotándose a la explotación de medios humanos y técnicos que permitían extraer 1.000 toneladas cada siete horas. E

n el año 1930 las labores ya ocupaban 90 hectáreas, explotándose ya concesiones como Barrendera, La Luciana, Quesera o Donostiarra. Y es que, ante el conocimiento de grandes reservas de mineral, en el año 1929 vieron la necesidad de construir el Pozo Santa Amelia, de 300 metros de profundidad, inaugurándose en 1936 para permitir el acceso al personal y la extracción de mineral.

Pleno esplendor | Contra crisis y guerras, alcancó 3.000 trabajadores

Ni la Segunda Guerra Mundial, ni la Guerra Civil española, ni incluso la depresión mundial de 1929, pararon la actividad en la mina de Reocín y eso que la gran crisis internacional se llevó por delante la minería que había en La Montaña. Y a mina siguió creciendo aún como RCA. En el año 1940 se construye una planta de tratamiento en Hinojedo (aún activa) para obtener azufre elemental a partir del SO2, utilizado para la tostación del mineral.

A lo largo de 1950 se lleva a cabo la construcción de dos hospitales en la empresa para todo el personal trabajador, así como para sus familias, tanto en atenciones médicas como quirúrgicas en el caso que fuese necesario; también se levantaron almacenes, iglesias, bibliotecas, cine, economato, centros sociales y viviendas. Llegó a tener 3.000 empleados.

En el año 1957 se construyó en Avilés la empresa Asturiana de Zinc SA (de la que la RCA se quedó con el 49% del capital), lo que significaría la entrada, en 1960, de la planta hidrometalúrgica de San Juan de Nieva (Asturias), cuya actividad dependía casi al cien por cien del mineral extraído en Reocín. En la década de los 70 la RCA entró en problemas financieros quedándose en propiedad exclusiva AZSA de todos sus activos, el más importante, la mina de zinc de la que dependía Asturias.

El declive | De los signos de agotamiento al cierre definitivo en 2003

Fue a comienzos de los años 80 cuando AZSA necesitó más mineral y se empieza a buscar denodadamente en todo el norte para abastecer la fábrica de Avilés. Y en Reocín el mineral ya no afloraba como lo había hecho, abundantemente; en 1983, en la mina se materializaron 18 kilómetros de sondeos en el interior y 20 en el exterior.

Se barrió la sinclinal de Santillana, se hicieron prospecciones en la mina de Novales en Cantabria y en las de Legorreta y Arditurri en Oyarzun (Guipúzcoa) dando todos similares malas perspectivas.

En 1984 se desarrolló una investigación en la mina de Aliva, también con resultados negativos. Viendo el panorama, AZSA aprieta en Reocín para rascar hasta los mínimos resquicios de mineral, obteniéndose entre 1986 y 1990 datos espectaculares al tiempo que se confirmaba que la mina se iba agotando o que, al menos, no era rentable sacar lo que quedaba.

Las cosas no iban bien y Banesto ejecutó avales y se hizo con la propiedad de la mayoría de la mina, a la que incluyó en el que sería un gran fiasco financiero español: el Grupo Industrial y poco a poco pone la vista en un futuro que ya olía a cierre.

En 1997 se extrajo, no obstante, más de un millón de toneladas de mineral, con un 7,4% de zinc, de las que la mitad se obtuvo bajo tierra y el resto en El Zanjón, a cielo abierto, para lo que, en los años 70, había comprado a los casi 3.000 vecinos de Reocín todas sus propiedades inmuebles y raíces produciendo la desaparición del pueblo. En 2003 se produjo el cierre total de la extracción de mineral.

Se estima que en los 140 años de vida de la mina se sacaron más de 100 millones de toneladas de mineral. Cuando cesó la explotación trabajaban 150 personas, que fueron prejubiladas o recolocadas. Le correspondió a Ángel Abajo Pérez, su último director, cerrar el candado de la mina y dar por zanjada una historia de siglo y medio que ahora parece pedir paso de nuevo.

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