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Íñigo de la Serna llegó a votar acompañado de la alcaldesa Gema Igual.
"Y tú, ¿cómo lo ves?"

"Y tú, ¿cómo lo ves?"

Dudas, nervios y un ambiente más cordial de lo esperado en el hotel Santemar, sede de la votación en Santander

Álvaro Machín

Jueves, 9 de marzo 2017, 07:06

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Entraban y salían. Alborotados. Nerviosos. Se miraban unos a otros. Formaban corrillos. Café, a la cafetería. Cigarro, fuera. Llamada por el móvil, de paseo por la recepción. Y en todo ese trajín, en todo ese ir y venir con un punto frenético por el Hotel Santemar, una pregunta repetida constantemente. Cada vez que dos se veían, se cruzaban. "¿Qué? Y tú, ¿cómo lo ves?". Con sonrisa cómplice entre seguidores de la misma candidatura y con esa mirada de sí, pero no entre los que se sabían votantes de un candidato distinto. "Yo, visto lo visto, lo esperaba más tenso", comentaban dos afiliados junto a la escalera, pegados a la entrada del salón de las nueve mesas y las 18 urnas. "Pensé, de verdad, que iba a haber más hostilidad". Y no la hubo. Tampoco es que fuera viva la gente, pero todos guardaron las formas. "Lo peor que nos puede pasar se escuchó cerca de la puerta del hotel es que no aprendamos nada de todo lo que ha pasado".

El saludo, uno a uno, del señor ministro antes de votar

  • Un viaje relámpago

  • Llegó en torno a las ocho y media. A última hora. Entró por la cafetería del hotel y lo hizo acompañado por la alcaldesa de Santander, Gema Igual, y por dos de sus hasta hace bien poco colaboradores en el Ayuntamiento de la capital, Daniel Portilla y Pedro Nalda (ambos concejales del equipo de gobierno). El ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, viajó expresamente desde Madrid para participar en las votaciones de su partido en Cantabria (aunque en principio tenía previsto volver en el día, regresará hoy a primera hora de la mañana). El exalcalde de la capital entró al salón poco después de que votara el delegado del Gobierno, Samuel Ruiz y recorrió todas las mesas, las nueve, dando la mano, uno a uno, a todos los que estaban al cargo de las urnas. Gente, obviamente, de las dos candidaturas. "Faltaría más", dijo, aunque optó por no hacer valoraciones en torno a las elecciones internas o a los resultados. Votó y estuvo por la recepción del hotel repartiendo saludos un buen rato. Hasta para las bromas hubo tiempo. "Yo te veo muy bien. ¿Que has engordado? Sí, para dentro". Eso le dijo una señora que se le comía a besos junto a la puerta.

En el Santemar empiezan hoy sus jornadas de caza. Pero ayer por la noche todos estaban pendientes de que saltara la liebre. Del resultado de la mesa de tal pueblo, de quién se acercaba a votar y hasta de cómo se miraba fulano al pasar al lado de mengano después de ponerse a caer de un burro por las redes sociales estos días. Y, en medio de todo eso, frases. "Es que no ha habido debate de verdad", "ha sido vergonzoso", "en estas cosas siempre hay pérdidas"... Tal vez la más destacada en el hilo de las conversaciones tuvo que ver con la reconciliación que tendrán que trabajarse tras el congreso: "Todo tiene arreglo, pero va a hacer falta mucha generosidad para cerrar algunas heridas".

A eso de las siete y media, lo más habitual eran las dudas. Unidas al reconocimiento general de que los mensajes triunfalistas lanzados por unos y otros en días pasados tenían mucho de brindis al sol. "Yo hace unos días pensé que ganábamos seguro y hoy no lo tengo tan claro", comentaba alguien próximo a la secretaria general. Y entre los afines al presidente, parecido. "Pues es que unos días tenías claro que ganaba el tuyo y al día siguiente pensabas que no estaba nada claro". El tono, con todo, fue mucho más conciliador. Juan Corro que vino expresamente desde Madrid para votar (a Buruaga) charlaba de forma amigable con Santiago Recio, uno de los hombres fuertes de la candidatura de Diego, que intercambiaba besos y abrazos con los militantes sin soltar un teléfono que no paraba de sonar. Por allí andaba gente de ambas candidaturas. El ministro y la alcaldesa, de unos. Los exconsejeros Cristina Mazas y Miguel Ángel Serna, de otros. Pedro Nalda (como todos los concejales de Santander, con Buruaga) saludó de forma amigable al senador Javier Fernández, que explicaba a todo el que se lo preguntaba que el equipo de Diego el suyo no tenía previsto ningún punto concreto de reunión para seguir más tarde el recuento de los votos.

Cómo lo siguieron

Eso, el dónde iban a estar los candidatos, fue uno de los temas de la tarde. Por dónde andaban y si habían fijado algún lugar de encuentro con su gente para seguir la noche y los escrutinios. Sáenz de Buruaga, que votó en Suances, tenía uno allí mismo, en el Santemar. Pero finalmente no lo usó (aunque a última hora apareciera para hacer declaraciones y ofrecer esa definición de "empate técnico"). Fue el diputado Íñigo Fernández el que bajó antes desde la sede a adelantar datos y apuestas a los periodistas sobre cómo iba la cosa. Justo en el momento en que la gerente del PP y presidenta del Congreso, Jesusa Sánchez, cerraba a cal y canto las puertas del salón de votaciones. "Mira esa, no tiene que estar ahí pero no se mueve", comentaban un par de señoras mayores justo antes respecto a otras que estaban junto a los que contaban votos. Por eso Sánchez decidió cerrar. Sólo personal autorizado.

Y no, Diego no apareció. No hubo cuartel general que reuniera de forma organizada a sus huestes. No se dejó ver ni por la sede del PP, ni por los salones del hotel Santemar. Mandó a su gladiador, a uno de primera fila, a recibir y saludar a sus fieles en el recinto hotelero. Lo dicho. Santiago Recio, el encargado de la campaña, fue el protagonista de una suerte de besamanos ceremonioso en el que saludó a todos aquellos afines que desde las cinco, pero con más afluencia a partir de las ocho, se acercaron por Joaquín Costa.

Pero Diego no se dejó ver. Votó tarde en El Astillero, su lugar de residencia, y permaneció en su domicilio hasta que se cerraron las mesas a las nueve de la noche. No fue hasta ese momento cuando el todavía presidente del PP se trasladó a su despacho del Parlamento para seguir minuto a minuto el resultado. Allí se había acomodado durante toda la tarde su hombre de confianza, Héctor Magro, que ejerció de enlace con los municipios. Sólo a última hora de la noche se reunió un pequeño grupo del núcleo duro de la candidatura para "celebrar" el resultado.

Mientras la cafetería del Santemar seguía a rebosar y en una de las salas que hay frente a la recepción otro grupo se hacía fuerte ante la televisión para ver los primeros goles del Barça. Mientras un grupo de periodistas especializados en caza y gasronomía llegados de otras regiones se preparaba para cenar. Mientras dos clientas orientales se paraban frente al ascensor con las maletas y miraban a unos y a otros. Mientras, finalmente, aún quedaba alguno que repetía eso de: "¿Qué? Y tú, ¿cómo lo ves?".

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