Borrar
Jaime Sancho, uno de los instructores en la pista de hielo de la Porticada, en Santander, patinando. Alberto Aja
Personajes de Navidad: Jaime Sancho

«Para aprender, primero hay que caerse»

Jaime Sancho es uno de los monitores que trabaja en la pista de hielo de Santander, en la Porticada, abierta hasta el 10 de enero

Javier Gangoiti

Santander

Jueves, 20 de diciembre 2018, 20:01

¡Pum! El sonido de un experto patinador pegándose una culada contra el suelo de la pista de hielo de Santander es inconfundible. ¡Pum¡ Otra vez. Más todavía cuando lleva sonando toda la tarde, lo que ocurre con frecuencia desde su apertura el pasado 30 de noviembre. Hay veces que Jaime Sancho se ve a sí mismo reflejado en esa constante onomatopeya. Como monitor en el cuadrilátero ubicado en la Plaza Porticada de la capital, el estruendo ya forma parte de su día a día durante las fiestas, y todavía se sorprende de ser él quien proporcione los patines, reciba y enseñe a deslizarse a través del firme a los visitantes. La razón ya la explica él. «De pequeño siempre eché en falta a alguien que pudiera darme clases, así que estoy encantando de poder dar consejos a los que aprenden ahora y se animan a disfrutar de esta actividad», celebra el instructor, que ya se desliza sobre la pista como pez en el agua.

El joven de 19 años pasará buena parte de las fiestas -hasta el 10 de enero- en los 700 metros cuadrados de hielo que ha dispuesto el Ayuntamiento para los amantes de este deporte. «Recibo a los visitantes, les suministro el equipamiento necesario y ya pueden comenzar a patinar». De hecho, los santanderinos pueden estar tranquilos de su cantera: «La mayoría vienen bastante aprendidos», asegura el instructor.

A la vista está. Mientras habla, son ya unos cuantos los visitantes que han besado el suelo y han recompuesto su postura de la forma más digna posible. Una caída aparatosa es un riesgo inadmisible ante los testigos, siempre atentos con el teléfono móvil y dispuestos a producir el último vídeo viral del año. No pasa nada, y menos en Navidad. «Te levantas y sigues, como en la vida misma: para aprender, primero hay que caerse», guía Sancho, al que ya le ha dado tiempo a recopilar una buena colección de caídas y anécdotas en su paso por el cuadrilátero. «Hay gente que ni siquiera avanza, se quedan parados», pero hay más: «El otro día, al ofrecer los plásticos que se ponen entre los patines y el calcetín, me llegaron a preguntar si se ponían en las manos», recuerda. No se ha vuelto a saber de este cliente.

Hay una cosa que los interesados sí necesitarán para las manos, «los guantes, obligatorios para entrar. Si no los tienen, se les proporcionará un par en la misma pista». Y para los más previsores: «Recomendamos también que se traigan unos calcetines de repuesto. Hay quien sale con los pies totalmente empapados». A partir de ahí, solo queda pagar seis euros y disfrutar trazando curvas y rectas con los patines sobre el firme del rectángulo de hielo. Las figuras geométricas más avanzadas están reservadas para los expertos que, aunque minoría, «también son unos cuantos», tal y como apunta el monitor, que ya ha podido sondear la calidad de sus discípulos, cumplida la mitad de su etapa como instructor en la Porticada.

Un monitor con alma de músico

Juan Sancho es un gran aficionado al patinaje, pero si hay algo que le apasiona en la vida es la música: «Es mi vocación, y me acompaña desde que tengo 13 años». Precisamente a esa edad fue cuando comenzó a dar sus primeros pasos. «Mi primer concierto fue en Barcelona, en una actuación benéfica donde toqué junto a Toni Aguilar, Pig Noise y otros músicos», asegura el artista, que en este tiempo ha llegado a dominar varios instrumentos: es guitarrista, baterista y, además, cantante.

Ese talento le ha valido al santanderino para publicar 'Un mundo contigo' en 2018, un lanzamiento de seis canciones donde participan múltiples autores, «desde el guitarrista de Raphael, Juan Guevara; hasta Víctor Elías al piano. El joven artista espera presentar el álbum en los escenarios durante el año que viene.

No es para menos. Su día a día en este singular recreo nórdico le lleva a pasar casi toda la jornada entre patines. «Llego a las 10.00 y cerramos a las 22.00 horas. Los fines de semana y víspera de festivos cerramos a las 24.00 horas. ¡Imagínate! Salvo a la hora de comer, los ocho monitores que trabajamos aquí hemos pasado en la plaza la mayor parte del tiempo», asegura Sancho. En ese lapso le ha dado tiempo a instruir a multitud de personas, «sobre todo a niños, aunque también a muchos mayores que se animan a patinar durante las fiestas». Un consejo que les repite a todos, sin distinguir edad, es «que procuren mantener el equilibrio», una recomendación que parece una perogrullada, pero que contiene todas las claves para no morder el hielo demasiadas veces. Ahí están, abriendo los brazos en el hielo.

Y es que la pista ya forma parte del imaginario popular de los santanderinos durante la Navidad. Tal es el éxito que ha tenido este pequeño microclima, que los monitores tienen que hacer malavares para que todos puedan deslizarse al menos durante 45 minutos, que es lo que dura una sesión. «Entre semana no tanto, pero los días de más afluencia, sobre todo los domingos, hay muchísimas gente y se crean unas colas larguísimas alrededor de la plaza». Por eso, añade, «si queremos que todo el mundo patine, conforme pasa el tiempo tenemos que invitar a los patinadores a que dejen paso a los siguientes. Es la única manera de conseguir que todos disfruten de la pista». A Sancho, este éxito no le sorprende en absoluto. De hecho, el patinaje es una actividad que disfruta igualmente: «Para mí es una afición muy especial. Es una actividad que despeja muchísimo y permite a quien lo práctica ir a su aire. Todo ello, además, mientras se práctica deporte».

Pero si hay algo que el monitor tiene claro es la devoción que siente por la música. «Es mi verdadera vocación, una ilusión que se ha convertido en mi forma de vivir». No exagera, el joven alterna su actividad como monitor con una ajetreada agenda componiendo, cantando y actuando por España. Empezó fuerte desde los 13 años: «Mi primer concierto fue en Barcelona, en una actuación benéfica junto a Toni Aguilar -locutor de los 40 Principales- Pig Noise y otros artistas más». La última parada de este viaje le ha llevado al estudio, donde grabó este mismo año 'Un mundo contigo': «En el álbum han participado infinidad de artistas, desde el guitarrista de Raphael, Juan Guevara; hasta Víctor Elías en los teclados». Lo que les decía: como pez en el agua, también en la música.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes «Para aprender, primero hay que caerse»

«Para aprender, primero hay que caerse»