La Cantabria vacía... de bares
Los únicos ·
Anievas y Santiurde de Reinosa no cuentan a diario con un negocio de hostelería donde vecinos y foráneos puedan tomar un café y socializarEn el número 15 del barrio La Quintana, ahora una casa particular, luce un antiguo cartel verde con letras en rojo que reza: Casa Gutiérrez. ... Es el vestigio de lo que otrora fue el último bar abierto en Cotillo. A muy pocos kilómetros de allí, hoces de Bárcena arriba, hacia la meseta castellana, Jesús Ramos se abre paso entre las estruendosas ocas que hay junto a su casa para llegar a lo que hoy es el teleclub de Lantueno, un local municipal con barra, mesas y sillas que sólo abre viernes tarde, sábados y domingos. Anievas y Santiurde de Reinosa son los dos únicos municipios cántabros que no tienen bar a diario donde sus paisanos puedan tomar un café o un vino y echar una parlada. El instrumento básico para la socialización en este país en núcleos rurales tan pequeños se encuentra, en unos casos, en vías de extinción. Pero, en otros, como en este presente reportaje, sólo pervive en el recuerdo dulcificado de la memoria de sus habitantes.
Los bares no han dejado de crecer en Cantabria desde la pandemia del covid. Los datos de las licencias de actividad que recopila el Instituto Cántabro de Estadística (Icane) revelan que han aumentado un 38%. En junio, sin ir más lejos, había 3.904, que son 1.076 más que a finales de 2019, cuando estaban 2.828 negocios en funcionamiento. Sin embargo, la amplia lista estadística esconde un dato revelador: de los 102 municipios en los que está dividida la comunidad, en dos de ellos no aparece registrada ninguna licencia. Es decir, no hay bar; o, al menos, no cómo se entiende: una actividad económica privada abierta todos o casi todos los días de la semana.
«Lo peor no es que no haya ni un bar en todo Anievas. Lo peor es que creo que nunca lo volverá a haber»
Francisco Arrey
Vecino de Anievas
«Sólo tenemos el teleclub, que abre un muchacho de Reinosa viernes tarde, sábados y domingo»
Jesús Ramos
Vecino de Santiurde de Reinosa
«Lo peor de todo no es que no haya bar en Anievas. Lo peor es que creo que nunca volverá a haber», afirma resignado Francisco Arrey, vecino de Cotillo de Anievas, apoyado frente a la pared de su casa.
«Aquí hubo dos, otros dos en Villasuso y uno en Calga», recuerdan Juanma Obregón y Ana Teresa Ruiz. Se han encontrado por la calle. El primero salía a pasear con su perro y la segunda bajaba hacia la finca para recoger unas manzanas. «Si quieres socializar, como dice la gente joven, no te queda otro remedio que coger el coche y bajar hasta Arenas de Iguña, que es el municipio más cercano con bar», remata Arrey.
Anievas, de apenas 21 kilómetros cuadrados de extensión y menos de 300 habitantes censados, cuenta con cuatro núcleos de población: Cotillo, Villasuso, Calga y Barriopalacio. Hay muchas casas antiguas arregladas, aunque los vecinos se quejan de que la mayoría son segundas residencias, de gente de fuera que ha comprado para pasar las vacaciones o los fines de semana. «Eso tampoco hace pueblo», explica Francisco González, de 82 años, que sale de casa para pasear ayudado por un andador. «Aquí hubo hasta baile. Era yo un crío y venían incluso desde Molledo y Silió», recuerda. «Ahora sólo vienen turistas los fines de semana para caminar por el monte. Cuando preguntan '¿dónde podemos tomar algo?', les respondo: ahí mismo, en la fuente el Cubo, que sale bien fresca por los tres caños», relata con socarronería.
«Un 'jornaluco'»
La única solución de los vecinos de Anievas para acudir a lo más parecido a un bar es desplazarse hasta Barriopalacio los días en que hay partida de bolos. En el corro, perfectamente restaurado, hay un edificio que tiene en los bajos sillas y mesas de terraza con el logotipo de conocidas marcas de bebidas. Entre birle y birle y emboque y emboque, está abierto y es posible sentarse a tomar algo y charlar. La otra opción, aunque sólo se produce una vez al año, es esperar la llegada de las fiestas de la virgen de las Nieves, cuando se monta el bar de la comisión. En Santiurde de Reinosa, de apenas 30 kilómetros cuadrados y al filo de 250 habitantes censados en sus cuatro núcleos de población (Santiurde, Lantueno, Somballe y Rioseco) están algo mejor, aunque sólo un poco. «Tenemos el teleclub en Lantueno. Lo lleva un muchacho de Reinosa que abre los viernes por la tarde y los fines de semana», afirma Jesús Ramos. Entre semana está cerrado, aunque desde las verjas que protegen las ventanas se puede ver una pizarra donde se anuncian vinos de Burdeos, de la variedad Riesling y de varias denominaciones de origen españolas. «Sí, es verdad, pero sólo hay una botella de cada», advierte Ramos. «A esta gente que hace este esfuerzo en los pueblos habría que ponerle un 'jornaluco', aunque es cierto que no tiene que pagar ni renta, ni luz, ni agua, ni nada», explica.
Es la fórmula que han encontrado en muchos municipios del país para no verse abocados al cierre. Son unos refugios rurales, en definitiva, donde adquiere todo su sentido la oda de Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, cuando canta que es en el bar donde haces «la verdadera patria con que puedes contar».
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