De humanitario a humano
Cantabria experimenta una caída de nacimientos y una progresiva despoblación de amplias áreas rurales
Juan luis fernández
Lunes, 25 de junio 2018, 07:28
Las dos noticias complementarias de los últimos días son que la demografía española está en caída libre y que nuestra frontera mediterránea vuelve a presionar ... con el flujo migratorio. Va faltando gente en tierra y va sobrando en el mar. De alguna manera, lo humanitario no solo es síntoma de humanitarismo, sino también de incapacidad humana. Hay campos de refugiados porque han fracasado la política, la escuela, la predicación de los valores o el ministro de agricultura. Por eso entender la gestión de la migración a España como algo humanitario o de ONG es asumir de principio el fracaso de la política; no la humanitaria, sino la sencillamente humana.
Desde hace tiempo es evidente que la España septentrional, y notablemente la del cuadrante noroccidental en el que Cantabria está enclavada, experimenta una caída de nacimientos y una progresiva despoblación de amplias áreas rurales. Hay provincias gallegas que ya tienen más jubilados que trabajadores. Es el nuestro un país anchuroso, desarrollado, integrado en importantes espacios económicos. Nada nos impide realizar una programación plurianual de los miles de personas que podemos recibir y españolizar (aunque nosotros también cambiemos en la ósmosis ineludible de ese proceso). Todo ello será bueno para nuestra economía y para todos aquellos aspectos que hoy sufren amenazas mayores, derivadas del envejecimiento de la pirámide poblacional. Allí tuvieron hijos en demasía; aquí, en «demenosía». Hay naciones como Mali que son insostenibles socialmente hasta que pase la ola demográfica, cosa que no sucederá mañana. Algunos estudiosos rusos de las dinámicas históricas han alcanzado resultados concluyentes sobre el peligro de acumular grandes capas de varones jóvenes en sociedades con pocos recursos para atenderlos. El invariable resultado es la guerra civil, como la que presenciamos ahora en Yemen, por ejemplo.
Planificar la inmigración no es únicamente calcular la gente que podría entrar con un resultado positivo en el medio y largo plazo, sino también programar la infraestructura necesaria para enseñar el idioma y otras materias, para ofrecer alojamiento digno, atención médica y opciones a personas cuya contribución a España será, en el cómputo de sus mejores años, netamente positiva y constructiva.
Cantabria pierde población mientras rechaza en Melilla a quienes podrían ir cubriendo el hueco. La pregunta sobre cuánta gente cabría óptimamente aquí, tomando en consideración su potencial productivo y unas condiciones ecológicas saludables, se ha convertido en una cuestión pertinente, que reclama el estudio experto. ¿Hay una política de inmigración hoy en Cantabria que sea humana más bien que humanitaria, planificación del éxito más que paliativo del fracaso? Como usted conoce la respuesta, aquí poso la pluma.
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