Suances, el embalse de Alsa y Santander
Fin de la visita con un recorrido por las playas, reunión en Ojeda y regreso a Madrid en ferrocarril
En los postres de esa cena, tuvimos una interesante conversación sobre la II Guerra Mundial –conmemoramos los 80 años–, y a lo largo de ese ... tema surgió la cuestión de cómo Adolf Hitler pudo intentar la conquista del mundo desde solo Alemania, enfrentada a las mayores potencias del Imperio británico, la Rusia soviética y los EE UU. Una demencia total del Führer.
–Habría que explicar mejor por qué Hitler no hizo un testamento político o escribió alguna explicación antes de suicidarse previo casorio con Eva Braun. Para que su empobrecido pueblo supiera las razones de tan trágico final.
–Puro intento de no reconocer –fue la réplica– el gran error, de no asumir que Alemania no podría hacer un esfuerzo comparable al de antagonistas de tan grande capacidad disuasoria. No se quiso reconocer que las poderosísimas armas secretas de gran eficacia no podrían llegar a tiempo, y mucho menos la que después se llamó bomba atómica.
–Yo, personalmente –dije pensativamente–, creo que hace falta una de explicación para ponerla en boca de aquel gran exterminador. Empezando por el propio exterminio de los judíos, según él causantes de todos los males de Alemania durante la Gran Guerra de 1914-1918.
El tema, desde luego, dio a todos mucho que pensar, como sucede siempre con la historia inacabable de la Segunda Guerra Mundial, tanto del lado de una Alemania prepotente al principio, como del de unos Aliados más que eficientes. En ese sentido, me permití hablar del libro de Ian Kershaw, en sus dos volúmenes, el primero de 1889 a 1936, y el segundo de 1936 a 1945, con el somero título general de 'Hitler'.
–Ese libro –comenté– contiene una síntesis que se refiere al porqué de la guerra y de la tragedia humana del nacionalsocialismo. La publicó el propio Kershaw en el periódico 'The Guardian' el 2 de mayo de 1945, es decir, cuatro días antes de firmarse la rendición incondicional de Alemania frente a los Aliados y la URSS. Es un artículo de repaso global, de poco más de una docena de páginas, que da mucho que pensar. Os recomiendo su lectura.
Naturalmente, en nuestro seminario, también nos preocuparon los incendios forestales en curso en toda España, con pérdida importante de vidas, para desbordarse pronto las 100.000 hectáreas de área quemada, llegando a 450.000 en toda España. Un fenómeno de gran envergadura, en parte resultado de los insuficientes cortes madereros. Así, paradójicamente, en España los cultivos de eucaliptos están en gran parte sin aprovechar a fondo, ya que resulta más barato traer la madera en rollo desde Uruguay, que tiene salarios mucho más bajos. Pensé en escribir un artículo sobre el tema para 'La Razón' y así lo hice. Se publicó el 19 de agosto, y lo incorporé a esta crónica de viaje.
El Cantábrico, un mar cálido que parecía más bien el Mediterráneo, y no el Atlántico habitualmente frío y agitado
El desayuno del día después fue muy gratificante, «con huevo frito», que digo yo, por estimar que el verdadero primer yantar del día, cuando se está fuera de casa, es el ovoide gallináceo, pieza de gran placer, bien dorado en torno a la yema. También había en la mesa del comedor buen jamón serrano, bollería casera a tutiplén, quesos variados, tomatina, etc. Una delicia que le hacia a uno sentirse bien, como para decir aquello de que «la principal comida del día deber ser el desayuno».
El segundo día de estancia en Molledo lo dedicamos a una excursión a la playa, a la altura de Suances, en un Cantábrico con un mar cálido que parecía más bien el Mediterráneo, y no el Atlántico habitualmente frío y agitado. Allí almorzamos en un chiringuito muy de moda, de manera bastante satisfactoria, con unos mejillones al vapor exquisitos y la carne cántabra a la brasa, que resultó de nuevo de lo más amena.
Luego, otra vez en coche, conduciendo muy bien Paloma, a Molledo, para una buena siesta, con la segunda parte del día dedicada a la música del barroco europeo, fundamentalmente del gran Johannes Sebastian Bach. Que fue instrumentado esa tarde en una iglesia románica dentro de un antiguo monasterio. Por una pareja de mozos, en la cuarentena, que mostraron su dominio del clavecín y de un órgano sobre ruedas, instrumento antiguo y de características polimórficas muy especiales que ellos mismos habían construido.
En Santander almorzamos en una especie de residencia con locales para encuentros de negocios y salones de audición
Escuchamos además de a Bach, a Palestrina, y sobre todo al padre Soler, lo que casi me emocionó. Porque siempre he sido muy partidario de este autor formidable del neoclasicismo español que, en algunos aspectos, se compara a Mozart, frente a Salieri, que tanto odiaba a Wolfgang Amadeus.
Esa reunión musical fue por la tarde en Ojeda –un pueblo al norte de Palencia, pegado a Cantabria–, donde conocimos a la familia propietaria de la antigua iglesia románica de Santa Eufemia de Cozuelos, local donde ahora se ganan la vida honestamente los dueños (los hermanos Díaz Bustamente, y sobre todo María, a quien di un autógrafo), organizando fiestas de bodas más o menos multitudinarias. Y acogiendo a familias y otras personas los fines de semana que quieren reposo monacal.
Allí, en Ojeda, estuvimos con dos amigos de la Sociedad de Pensamiento Lúdico, que yo presido. Uno Christian de nombre, y el otro Vicente, que estaban alojados desde días antes en una dependencia del antiguo monasterio, a pensión completa. Tuvimos con ellos y los Díaz Bustamente una merendola hacia las siete de la tarde, antes de la sesión musical.
Luego, el inevitable viaje a Molledo para dormir. A la llegada, una cena improvisada pero sustanciosa, y el buen dormir de ocho horas con algún despertar intermedio. Y nuevamente, al amanecer del tercer día, nos esperaba el huevo frito y todo el aparejo gastronómico ya consignado.
Tras ese razonable desayuno, dedicamos la mañana a visitar un embalse próximo a la casa de Paloma y Juan, en un lugar llamado Alsa, como la compañía internacional de autobuses propiedad de la familia Cosmen. Un embalse, no supimos de cuántos hectómetros cúbicos, que constituye la base, junto con un pequeño reservorio más alto, de un sistema de bombeo. En los momentos de tarifa baja, se recupera agua para el movimiento hidráulico subsiguiente, de tarifa más alta y con un margen de ganancia interesante.
Nos atendió en nuestra visita Guillermo, residente de la zona, que conocía bien el tema del embalse y del bombeo, y también de los bosques plantados para evitar las erosiones. Buen conocedor igualmente de la ganadería que se mantiene todavía en los prados que rodean la parte más baja de la instalación hidráulica.
Tras esa visita, al final de la mañana, nos fuimos para Santander, en la idea de volver yo desde allí a Madrid, en el tren. No como lo tenía pensado antes, a partir de Reinosa. Me equivoqué, pues fueron cuatro horas en tren que podían haberse resuelto en avión.
El caso es que en Santander tuvimos un estupendo almuerzo en una especie de residencia con locales para encuentros de negocios y salones de audición. Un espacio verdaderamente excepcional de belleza, vistosos jardines y buena cocina. Almorzamos con el anterior presidente de la Autoridad Portuaria de Santander, Jaime, y su nueva esposa, una limeña importante. Más un colega suyo doctor en Derecho, muy ligado a la historia de los grandes históricos descubrimientos españoles. Tuvimos con él una buena conversación durante el refinado condumio.
Desde allí, pequeño viaje a la estación de Santander, donde Adif me proporcionó la asistencia de silla de ruedas para recorrer los largos andenes. Y después, cuatro horas de traqueteo de tren, sobre todo antes de entrar en el territorio AVE.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión