Vuelven las misas dominicales
El obispo ofició ayer la eucaristía en la Catedral. Aforo limitado a 40 personas, separación en los bancos y gel para todos los feligreses
Los lugares de culto ya se han adaptado a una nueva realidad en la que las distancias y la desinfección son la base de todas las actividades. Desde que comenzó el lunes pasado la fase uno de la 'desescalada', las iglesias y catedrales vuelven a abrir sus puertas para recibir a los fieles. Para reanudar las misas, han tenido que extremar sus protocolos de seguridad y garantizar, así, la salud de los más devotos. La catedral de Santander celebró ayer sus dos primeras misas de domingo desde que se decretó el estado de alarma. «Ya necesitábamos volver, por supuesto con todas las medidas necesarias para evitar los contagios», expuso María del Mar, mientras se desinfectaba las manos antes de entrar.
Las mascarillas y el gel hidroalcohólico son ahora requisitos fundamentales para acceder al Cristo. En la entrada, una empleada de seguridad comprueba que todo aquel que entre a la misa cumple con los dos requerimientos -se encarga personalmente de dispensar la solución desinfectante en las manos- e indica la obligatoriedad de mantener las distancias. «Son tantas novedades que no siempre es fácil aclararse», señalaba una mujer que llevaba la mascarilla guardada en el bolso porque desconocía si era necesaria para entrar o sólo era una recomendación.
Las misas de los domingos en la catedral se han visto reducidas a la mitad. Antes de que comenzase la crisis sanitaria había cuatro y ahora hay dos: a las 13.30 horas y a las 18.30 horas. «Solía venir a la de mediodía, pero ya me dijeron a lo largo de la semana que los horarios eran diferentes», apuntó María del Mar.
Antes de realizar la eucaristía el obispo se desinfectó las manos y pidió a los fieles que mantuvieran la distancia
Como contempla la normativa, sólo se puede ocupar un 30% del aforo de los lugares de culto durante la fase uno. En la catedral de Santander, ese porcentaje se establece en 40 personas. Ayer, en la primera misa del día, había en torno a treinta fieles, que pudieron colocarse en los bancos manteniendo una distancia de dos metros sin ningún problema. Las personas que conviven en la misma casa sí pudieron sentarse al lado, mientras los demás se situaban en los extremos de los asientos disponibles.
El obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, inició la celebración con las oraciones habituales y recordó a los asistentes que no se podía realizar el gesto de darse la paz para evitar contactos. Para cumplir con las indicaciones, los fieles sustituyeron el apretón de manos por un gesto cómplice con la cabeza. Entre las plegarias características de la misa de los domingos, el obispo también quiso mandar un mensaje de ánimo en referencia a la crisis sanitaria que se está atravesando actualmente. «Jesús nos da ánimo y esperanza en esta situación, dura en muchos aspectos». También quiso recordar a aquellos que habían contraído el coronavirus y especialmente a los que habían fallecido por esa causa. «Ten misericordia por los que se han ido y tenlos en tu gloria».
La misa duró en torno a los 40 minutos y, antes de dar paso a la eucaristía, el obispo recordó las nuevas normas en torno al cepillo, que no se pasará de un fiel a otro hasta que la crisis sanitaria finalice. «Hay una caja de madera junto a la salida para que quien desee contribuir lo haga allí en la medida en la que buenamente pueda hacerlo», expuso.
Eucaristía más segura
La eucaristía es uno de los momentos con mayor contacto de la celebración religiosa. Antes de comenzar, el obispo se desinfectó las manos con gel hidroalcohólico y dio las indicaciones para realizarlo de forma segura. Pidió que todos los que quisieran comulgar hicieran una fila en el pasillo central manteniendo las distancias entre ellos. Una vez recibida la sagrada forma indicó que se regresara a los bancos por los laterales para evitar choques con los que seguían en la fila. Además, dijo que se podía comulgar de las dos maneras habituales: o bien depositando el pan en las manos de los fieles o en la boca, procurando que no hubiera contacto.
Al recibir la forma los asistentes se retiraban las mascarillas un momento para ingerirla y volvieron a sus asientos a la espera de que el obispo finalizase la misa. Antes de despedirse, Sánchez Monge quiso recordar a aquellas personas mayores o contagiadas que, por sus circunstancias, no pudieron acudir a la misa.
Empleada de seguridad
Tras despedirse se dirigió a la puerta de salida, que la empleada de seguridad dejó abierta para evitar que las personas que estaban dentro de la catedral la tuvieran que tocar. Con una linterna, iluminó las escaleras para que la gente pudiera salir sin tener que agarrarse de las barandillas. En fila de a uno todos fueron saliendo hasta vaciar el lugar.
Una vez en la calle, algunos fieles comentaron entre ellos el paulatino regreso a la normalidad. «Está bien que se extremen las precauciones. Nosotros queríamos volver ya a misa, pero siempre y cuando se garantizasen las distancias y la seguridad, porque convivimos con personas mayores y no queremos ponerlas en riesgo», explicó un hombre que había acudido con parte de su familia. «Con lo bueno que hace, la mascarilla agobia un poco, pero entendemos que es necesaria».