«El daño que nos ha causado es irreparable y el trauma y las secuelas que tenemos son de por vida»
Tres víctimas de las grabaciones del monitor de Villaescusa rompen su silencio para exponer las secuelas que les ha dejado este caso y reclamar justicia
Entre las 51 chicas a las que el monitor de Villaescusa, Roberto J. R., grabó en un vestuario de fútbol cuando se cambiaban de ... ropa y se duchaban , hay un grupo al que le ha afectado especialmente estos hechos, por los que la Fiscalía pide 148 años de cárcel y una multa de casi 269.000 euros. Se trata de las exjugadoras del Villaescusa, que, en algunos casos, conocían desde hacía tiempo al acusado.
Tres de ellas, que aparecen en gran parte de los 36 vídeos que hallaron en el móvil del procesado y prefieren guardar su anonimato, han decidido romper su silencio un año después de destaparse los hechos para relatar las «secuelas» y el «miedo» al que tienen que hacer frente a diario, y reclamar la máxima pena posible para el responsable de ello.
El día en que se destapó todo, aquel 31 de agosto de 2024, el Villaescusa y el Oceja disputaron un encuentro amistoso de pretemporada. Finalizado el partido y cuando se estaban cambiando, alguna jugadora del equipo visitante se percató de la presencia del móvil del acusado, colocado en un hueco desde donde las grababa. «Para mí fue un shock porque era una persona de confianza y cercana, me sorprendió bastante. No me lo esperaba», apunta una de las exjugadoras del Villaescusa a la que más veces grabó el procesado.
En ese momento, esta chica y el resto de compañeras empezaron a hacer cábalas y dieron por hecho que seguramente ellas habían sido también víctimas de las grabaciones, en otros motivos, «porque Roberto nos solía pedir que nos ducháramos en el vestuario visitante (donde estaba colocado el móvil cuando lo detectaron las jugadoras del Oceja)».
Cuando todas ellas acudieron a dependencias de la Guardia Civil y se vieron en los diferentes vídeos que almacenaba el acusado confirmaron sus sospechas. «Las imágenes me impactaron, y más porque una persona de confianza, desde hacía muchos años, había violado tu intimidad. Te sientes mal, como un vacío».
Como consecuencia de esos hechos, esta chica asegura que «a todas nos ha quedado un trauma, un miedo a entrar en un baño público, al probador de una tienda o a un hotel y que alguien pueda volver a violar nuestra intimidad. El daño que nos ha causado es irreparable y el trauma y las secuelas que nos han quedado son para toda la vida».
Esta exjugadora del Villaescusa, que ha recibido tratamiento psicológico y está valorada por un forense (pero prefiere no desvelar su diagnóstico hasta el juicio), también reconoce que se ha vuelto «más desconfiada con la gente». «Ese daño me lo ha ocasionado esa persona y no se me va a ir», lamenta. Pero si hay algo que le genera «rabia, tristeza e indignación» y tiene clavado como una «espina» es que «después de los hechos que ha cometido, esta persona siga haciendo su vida con normalidad y no esté en prisión provisional hasta que salga el juicio».
Sobre la petición de 148 años de cárcel del fiscal, esta víctima considera que «no es exagerada teniendo en cuenta que somos 51 víctimas». «Espero que el juicio salga rápido y le condenen, teniendo en cuenta las irrefutables pruebas que hay, pero los abogados nos dicen que probablemente la pena final no sea superior a los 12 años de cárcel».
Otra de las exjugadoras del Villaescusa que ha decidido exteriorizar sus sentimientos recuerda que, en alguna ocasión, bromeaban con el monitor (que ejercía de segundo entrenador con ellas), cuando le preguntaban qué hacía metido todo el día en el cuarto del material. La respuesta la obtuvieron cuando se descubrió que desde esa estancia colocaba su móvil para grabarlas.
A raíz de destaparse el caso, esta chica dejó de jugar porque había un «ambiente muy extraño». «Ni el club ni el Ayuntamiento nos apoyaron a las jugadoras. Es más, el equipo se disolvió por un tema de papeleo. Es una pena porque si no hubiese pasado eso, seguramente seguiríamos jugando todas. Éramos una piña, estábamos muy cómodas y contentas», apunta, al tiempo que recuerda que alguien del club dijo que «era mejor que no hubiese equipo femenino porque las chicas dábamos problemas».
«A todas nos ha quedado un trauma, un miedo a entrar en un baño público o a un probador y que alguien pueda volver a violar nuestra intimidad»
Víctima 1
Exjugadora del Villaescusa
«El acusado tiene que ir a la cárcel para que aprenda que este tipo de comportamientos son graves y no una calentura del momento»
Víctima 2
Exjugadora del Villaescusa
«No tenía ningún derecho a romper mi intimidad. No solo por las imágenes sino por el audio que recogía lo que hablábamos entre compañeras y amigas»
Víctima 3
Exjugadora del Villaescusa
Cuando solicitaron ayuda psicológica o asesoramiento legal al Ayuntamiento, esta víctima dice que la respuesta fue ofrecerles «el abogado que había defendido al monitor en el caso del que salió absuelto de una denuncia de abuso sexual a una niña».
Después, tuvo que pasar la «vergüenza» y el «apuro» de ver las diferentes imágenes donde se la veía duchándose. «Me sentía culpable, tonta y estúpida por no haber visto que justo encima mío había un móvil grabándome». «Tuve una sensación extraña. Me dio asco que alguien de confianza nos hiciera algo así». En cambio, sintió cierta «tranquilidad» cuando la Guardia Civil les informó que el monitor no había difundido los vídeos.
A raíz de este episodio, dice que tiene cierta «paranoia» y que no ha vuelto a ducharse en un lugar público. «Estoy acudiendo al psicólogo y el forense considera que tengo síntomas compatibles con estrés postraumático». «Esto te condiciona la vida, ves de distinta forma incluso a los más cercanos y te vuelves desconfiada», añade.
Esta víctima cree que con las pruebas que hay lo normal es que el acusado reconociera los hechos y llegase a un acuerdo de conformidad. «Tiene que ir a la cárcel para que aprenda que este tipo de comportamientos son graves y no una calentura del momento».
«No he quitado el miedo»
La tercera de la víctimas que quiere dar voz a lo que están padeciendo agradece en primer lugar a las jugadoras del Oceja que destaparan los hechos. «Todavía no me he quitado el miedo y la preocupación porque esas imágenes anden por ahí circulando. Igual no las difundió, pero se las pudo enseñar a sus amigos».
Como consecuencia de ello, cuenta que cada vez que entra en un baño público dedica dos o tres minutos a revisar si hay cámaras. «No tenía ningún derecho a romper mi intimidad. No solo por las imágenes sino por el audio, que recogía lo que hablábamos entre compañeras y amigas».
Esta víctima coincide en que lo ocurrido «nos ha cambiado y condicionado nuestra vida, porque ahora desconfiamos». «Me queda el consuelo de no haberme quedado la última en el vestuario y que hubiera entrado él». Y sobre la posible pena que le puedan imponer al acusado, dice que le indignaría que fuera la misma que la de un traficante de droga. «Confío en la justicia».
Más crítica se muestra con el alcalde de Villaescusa, al que califica de «hipócrita» por pedir ahora la máxima pena para el monitor «cuando ni el Ayuntamiento ni el club nos apoyó». «Me parece que se está riendo a la cara de las víctimas», reprocha.
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