Aula Blas Cabrera: la cantera española de la ciencia teje alianzas
La UIMP retoma este curso con 46 de los mejores expedientes universitarios del país que, además del conocimiento, valoran la empatía y el compañerismo
Lunes, 15 de agosto 2022, 07:43
Nina Mejuto desciende con zancadas rápidas por la ladera sur del recinto de La Magdalena. A pocos metros le sigue un puñado de jóvenes que, ... como ella, representan a los universitarios con mejores expedientes del país. El grupo, que ha convivido durante toda una calurosa semana de agosto en la UIMP, se dirige ahora al embarcadero real del Palacio para tomarse la imagen de grupo que ilustra este reportaje. El fotógrafo les pide que miren a cámara y ellos sonríen algo deslumbrados por el sol.
El lugar tiene un cariz simbólico: estos jóvenes, flamantes titulados en distintas universidades españolas, están a punto de embarcarse en una nueva fase de su vida académica y profesional. No obstante, dar ese salto implica muchas preguntas. ¿Es mejor aventurarse con un doctorado o quizá solicitar una estancia en el extranjero? ¿Qué conlleva seguir la senda de la investigación en España? ¿Cómo manejarse con los itinerarios académicos? ¿Qué posibilidades hay de lograr una beca? ¿Qué paso es oportuno dar en primer lugar? A despejar estas y otras dudas les ha ayudado el 'Aula Blas Cabrera', una actividad que la UIMP ha recuperado este año con idea de alimentar vocaciones científicas y docentes del país. «Las jornadas están cumpliendo con mis expectativas», dice Nina. Las ponencias han casado bien con el hecho de «conocer gente con un perfil similar al mío, que también quiere dedicarse a la investigación», dice esta titulada en Historia del Arte poco antes de posar para la foto junto al mar, cerca de la Playa de Bikinis, donde la chavalería se lanza al agua haciendo piruetas.
La UIMP ha reabierto en 2022 el 'Aula Blas Cabrera de iniciación a la docencia, la investigación y la innovación científica'. Lleva el nombre del 'padre' de la física moderna española, discípulo de Pierre Weiss, anfitrión de Albert Einstein en su visita a Madrid, referente en el campo del magnetismo y muerto en el exilio mexicano en el año 1945.
«Siempre he visto la investigación como un camino largo y difícil. Pero estas charlas me han dado una nueva perspectiva: quizá haya más luces que sombras»
Nina Mejuto - Historia del Arte
«En el mundo exterior se nos ha dicho todo el rato que elegir la investigación es mala idea, que va a ser duro, complicado, pero aquí nos han mostrado una nueva perspectiva»
Javier Moreno - Derecho
«La investigación no tiene que ser tan rígida como se dice. Hay spin off, muchos centros punteros... Y de la coexistencia de los sectores público y privado surgen las mejores cosas»
Jaime de la Vega - Matemáticas
«Inevitablemente la experiencia internacional es enriquecedora y te permite ver otras formas de resolver los problemas. Es una experiencia vital»
Puri Rubio -Derecho
Esta aula funciona como una ventanita al mundo para investigadores en ciernes. Este año, luego de un proceso de selección basado en el expediente académico, 46 alumnos se han inscrito en ella. En la sala Bringas de La Magdalena han asistido a ponencias con reputados expertos españoles, entre ellos, Laura Lechuga, científica del Institut Català de Nanociencia i Nanotecnologia, y Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva 2020; Luis Vega, que trabaja en el Centro Vasco de Matemática Aplicada y es Premio Nacional de Investigación Julio Rey Pastor 2021, o la propia directora del Aula: Margarita Díaz-Andreu, profesora de Investigación de Icrea en la Universidad de Barcelona y Premio Nacional Menéndez Pidal 2021.
Díaz-Andreu ha armado un plantel de ponentes que representa bien las distintas áreas de conocimiento: la filología, la medicina, las matemáticas, la antropología, el arte y el patrimonio, o la informática por citar algunas. Y ha puesto empeño en que los expertos les hablen a los alumnos no solo de la cuestión científica en sí, sino de los retos, dilemas éticos y entramados administrativos que esta entraña, así como de sus experiencias personales como científicos ya asentados. «Pensé que eso os podía dar una riqueza mayor», les dice a la decena de alumnos que comparte con 'El Diario Montañés' sus impresiones sobre el encuentro. En general, todos ellos abandonan Santander más esperanzados, con menos dudas y más convencidos de la necesidad de tejer redes entre sí. Insisten mucho en la palabra «empatía». «Esta conexión que están haciendo es la semilla primera y primaria para las colaboraciones del futuro», les anima Pedro Pablo Pérez Carbó, secretario del Aula.
Uno de los alumnos es Javier Moreno, titulado en Derecho, de Elche. Se matriculó en la UIMP cuando se estaba planteando «la posibilidad de hacer un doctorado» y arrancar así su carrera científica. El encuentro le ha ofrecido la «posibilidad de conocer gente que se ha dedicado ya a la investigación y puede explicarme bien el proceso. Me es muy útil para saber qué pasos tengo que dar para entrar en esta vida, qué supone y qué implica».
«Es importante aprender de los demás y de otros campos de conocimiento. A veces, nos cerramos en lo nuestro y lo que nos hace ricos es compartir»
Yolanda López - Derecho
«Ir al extranjero te da la posibilidad de salir de tu zona de confort, de abrir la mente y crecer. Pero nos gustaría volver a España y devolverle a nuestro país lo que nos ha dado»
Esther Arribas - Matemáticas
«Me gusta ver la empatía, el interés compartido. Aquí se ha generado algo más: ver que hay gente que en sus campos va a ir a por todas te hace pensar: yo también puedo»
Carlos Guerreira - Filología
«Las charlas que más me atrajeron fueron las que no eran de mi campo. Es una oportunidad para ver cómo se avanza en esos terrenos, para empatizar»
Roberto Grosso - Biomedicina
El formato también ha sido un aliciente para Roberto Grosso, de Sevilla. Titulado en Biomedicina, este año hará un parón académico para pensar bien qué quiere hacer. Al Aula ha venido en busca de pistas, de «orientación» y también de una convivencia con universitarios con su mismo bagaje. Con ellos ha podido compartir expectativas, dudas e inquietudes.
No hay una única forma de hacer ciencia, ni un solo itinerario, ni una única motivación. Eso han podido comprobar Roberto y sus compañeros gracias a las conferencias. «Tenía mucha curiosidad por saber qué maneras hay de hacer de investigación y me ha sorprendido ver cómo a través de la empresas hay bastantes opciones», también en centros como el CSIC, dice Daniel Ortega, titulado en Matemáticas por la Universidad Complutense de Madrid, que en la UIMP ha roto con la idea de que la carrera científica solo puede hacerse ligándose a la universidad.
«Lo que me está sorprendiendo es que charlas de campos muy distintos me permiten ver que el futuro es tender puentes con otras disciplinas. Eso nos puede enriquecer», apoya Carlos Guerreira, de Filología y de Santiago de Compostela. Yolanda López también se lleva ese aprendizaje para casa. Ella trabaja desde hace año y medio en la universidad con una beca de colaboración y un contrato. Disfrutar de charlas tan diferentes -nanomedicina, informática o patrimonio mundial, entre otras- le ha ayudado a «abrir la mente». En Derecho, su disciplina, hay una forma de investigar, y en el Aula ha constatado que lo mejor es conectarla con otras. «Es importante aprender de los demás y de otros campos. A veces, nos cerramos en lo nuestro y lo que nos hace ricos es compartir».
Aprender a levantarse
Otra enseñanza que se lleva el grupo después de escuchar a los ponentes es que los fracasos en la ciencia, cómo no, también son aprendizaje. Los ponentes les han mostrado cómo perseverar cuando se frustra una convocatoria competitiva de financiación o cuando los resultados de un estudio no acaban de cuadrar. La investigación exige constancia, «es un camino difícil, que va a tener muchos retos y, seguramente, también sea una forma de desarrollo personal en tanto que va haber obstáculos, frustraciones, prueba y error... Algunos ponentes han insistido en eso: en que no hay que desesperar, no hay que frustrarse y que en el rechazo también hay un aprendizaje. Está resultando bastante motivacional porque la investigación es un camino largo y a veces incierto», valora Carlos Guerreira.
«El camino de la academia, desde que tomé la decisión de dedicarme a ello, lo he visto largo y difícil. Nos han comentado algunos ponentes que la edad media para incorporarse a un puesto fijo en una universidad son los 40 años», tercia Nina. Sin embargo, más allá de este tipo de medias estadísticas, «las charlas me han aportado una perspectiva nueva: quizá haya más luces que sombras y, aunque se presenten esas sombras, no hay que desesperar ni desfallecer. Y los momentos en los que las luces prevalezcan pueden ser muy enriquecedores. Esperemos que merezca la pena», dice con convicción.
«En el mundo exterior todo el rato se nos ha dicho que elegir la investigación es mala idea, que va a ser duro, complicado, pero aquí se nos ha mostrado una perspectiva diferente. La gente que ya ha elegido esto y se ha enfrentado a esta opinión social nos da un poco de esperanza. Va a ser complicado hacer una carrera de investigación, pero se puede», coincide Javier.
Los alumnos comparten expedientes académicos brillantes, pero su aproximación a la carrera científica es diferente. Por ejemplo, Jaime de la Vega, titulado en Matemáticas, había descartado la investigación antes de aterrizar en el Aula. «Venía aquí por puro enriquecimiento», dice. De sus profesores universitarios había recibido una perspectiva de la profesión algo exigua, pero «aquí se ha quitado toda esa rigidez» y el relato se ha ensanchado gracias a los testimonios de los expertos, que le han puesto sobre la pista de las empresas derivadas o los centros científicos. «La carrera de investigación no tiene que ser tan rígida como se dice. Existen 'spin off', muchos centros de investigación puntera y eso, sumado a la apertura a otras disciplinas, favorece una mejor perspectiva», dice Jaime. Es más, saca en conclusión que en «la coexistencia de los sectores público y privado es donde surgen las mejores cosas».
Doctorado y resiliencia
Pedro Pablo Pérez Carbó se declara «absolutamente emocionado» con las reflexiones de los alumnos. Les habla de la diversidad como fortaleza para la carrera científica. Se pone a sí mismo como ejemplo: desde que se graduó en 2001 he estado ligado a la universidad en Cuba, Paraguay, Argentina, Canadá o España. Finalizó su tesis el año pasado y decidió hacer una pausa académica. Ahora está montando su propia consultora legal de innovación y gestión. «¿Y saben qué? Absolutamente todas mis herramientas de investigación las estoy aplicando», les dice a los alumnos. El doctorado y la «resiliencia», agrega, también son instrumentos tremendamente útiles para encarar esta carrera de fondo.
¿Y qué hay de la posibilidad de trabajar y hacer ciencia en otro país? «Irse al extranjero te da la posibilidad de salir de tu zona de confort y es fundamental para abrir la mente, plantearte cosas diferentes y te puede hacer crecer personal y profesionalmente», reflexiona Esther Arribas, titulada en Matemáticas, y con idea de especializarse en big data e Inteligencia Artificial (las ponencias, confiesa, le han permitido comprobar que hay una «variedad» de asuntos en los que puede trabajar -nanomedicina, cambio climático o finanzas-, y que «los problemas más grandes del futuro necesitan del 'machine learning'»). Esther es consciente de que muchos científicos españoles, sobre todo en sus inicios, suelen optar por «estancias fuera» del país en busca de entornos menos precarios. «Pero nos gustaría volver a España, trabajar aquí y devolver a nuestro país lo que nos ha dado desde que empezamos». Su compañera Celia Carrasco, de Filología Hispánica, ha comenzado a pensar en la posibilidad de trabajar en el extranjero a raíz de una estancia en París y de su «interés» por la poesía hispanoamericana. «No descarto irme fuera», revela. Ahora todo está por escribirse.
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