De traumas y latidos
Cinesa y Yelmo ·
El desembarco en lo adolescente es digno pero lo emocional se queda en la superficie. Todo es muy sonoro en lo aparente pero no se escucha lo profundoPodía ser una de las muchas naderías superficiales que invoca el cine cuando se acerca a la adolescencia. Si encima hay romance de por medio, ... aún más. Pero 'Sigue mi voz' rezuma cierta honestidad y dignidad, elude ese tono monocorde de compartimentos estancos del que suele abusar este género y pese a los lugares comunes muestra un cuidado en los factores artísticos y técnicos y se sirve de elecciones nada cómodas, posicionadas con bastante coherencia. Entre ellas, la que más resalta es la de la banda sonora. Puede envolverse todo en una atmósfera de drama romántico que trata de arropar la ficción en un asidero facilón, pero difícil de expresar sin caer en lo rutinario y en la epidermis: el encanto.
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Año 2025
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País España
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Dirección y guion Inés Pintor Sierra, Pablo Santidrián
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Reparto Berta Castañé, Jae Woo, Claudia Traisac, Nuno Gallego
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Género Thriller/Drama romántico
Lo curioso, aunque al fin y al cabo siempre acabemos hablando de un relato o de una historia, es que el filme adapta la novela homónima de Ariana Godoy, con millones de lecturas en Wattpad. Y, por otra parte, no se ciñe al hábitat habitual sino que discurre entre caminos muy espinosos como la salud mental y una serie de factores encadenados que obligaban a cierto riesgo. Traumas y latidos en una combinación interesante en sus planteamientos iniciales pero que nunca es capaz de superar esa primera capa de las cosas.
La falta de correspondencia entre la oscuridad que refleja el interior de la protagonista y la luminosidad a la que apela el mensaje de fondo hace que la película empiece a tambalearse. La paradoja, como en tantos productos que pululan, por ejemplo, en plataformas a golpe de algoritmo, es que arrastra una falta de atrevimiento total, de modo que el discurso se aferra a una profundidad emocional que nunca se siente. Inés Pintor Sierra y Pablo Santidrián, responsables de la serie 'El tiempo que te doy', nunca logran insuflar potencia visual navegando por unas situaciones de guion endeble, de frágil consistencia y que, por ende, va concediendo tiempo y espacio al artificio, al lugar común, a la banalidad y lo insustancial que se apodera de la supuesta hondura. El mundo entre el silencio y lo sonoro y ambos a la vez; la pretendida reintegración de lo marginal y la soledad en lo social asoman en la trama. Mucha herida y poco ungüento. Mucho que contar y escaso magnetismo. En busca del público adolescente pero atemperando todas las turbulencias inherentes a lo iniciático. Si la voz es el vínculo emocional, los desdibujados personajes no dejan escuchar sus verdaderos conflictos. Todo es aparente pero el vacío triunfa.
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