Ricardo Moure
El también guionista y comunicador cántabro, combina todo tipo de tribunas y formatos para llevar la ciencia hasta el último rincón con tanto rigor como humor. Su libro 'Sexo salvaje' es el mejor exponente de su labor
Su página web lo deja claro: «Mi nombre es Ricardo Moure, soy millenial, cántabro y tengo un curriculum muy raro. Soy biólogo molecular, doctor en ... Biotecnología Biomédica y divulgador científico. Pero, por una serie de sucesos encadenados, también soy monologuista, showman, guionista y farandulero en general. He fusionado mis grandes pasiones y me dedico a explicar la ciencia desde el humor». Desde que ganara hace una década el concurso de monólogos científicos Famelab, no ha cesado en su entrega de comunicador apasionado. Al rigor sumaefervescencia creativa, entusiasmo e irreverencia. No hay formato o tribuna que no haya frecuentado. Lo último es 'Sexo salvaje' (La esfera de los libros) una orgía de ciencia, naturaleza y asombro
–De tanta verborrea insustancial, ¿tenemos miedo a palabras como sexo, muerte, incluso vida?
-Pues en el libro yo hablo de las tres jaja. La vida sortea a la muerte mediante el sexo. Aunque la muerte también es consecuencia de la reproducción. Sin muerte, no podría haber nuevas generaciones, no habría evolución y los seres no podríamos adaptarnos a un mundo cambiante… Los primeros organismos de la Tierra fueron inmortales. Podían morir si faltaba el alimento o las condiciones ambientales eran un mojón, pero no envejecían, no tenían fecha de caducidad. Eso cambia cuando aparece el sexo.
A los seres vivos reparar nuestros órganos para ser inmortales nos costaría mucha energía. La evolución nos ha llevado a la opción barata, que es gastar menos energía fabricando óvulos y espermatozoides y ya…, a chuscar y fabricar nuevos terrícolas.
– Si los científicos hubiesen salido de su caparazón, ¿nuestra visión del mundo nos abrazaría mucho más a la tierra?
-Yo creo que ya hay una nueva generación de científicos y científicas que hemos salido del caparazón, nos hemos quitado la pompa, el falso estatus y la superioridad intelectual. Somos personas normales y corrientes. Ni siquiera somos más listos, solo hemos estudiado ciencias.
Es importante que la gente perciba a los científicos y científicas como sus iguales, como personas con sus mismos deseos y preocupaciones, para que nuestros mensajes calen en la sociedad. La ciencia de señoros rancios que iban de listos y a los que no se les entendía una mierda ha alejado demasiado a la ciudadanía del mundo de la ciencia.
–Biólogo, farandulero, monologuista..., ¿el ADN del divulgador Ricardo Moure es la pasión, o hay sustancias secretas para combinar rigor, humor y seducción?
-Jeje. El rigor tiene que venir ya de base en cualquier divulgador. El humor también lo llevaba ya dentro. Yo es que cuento las cosas como me vienen y siempre he sido muy petardo. Pero la pasión es clave. Yo siempre elijo hablar de temas que a mí me sorprendieron cuando los aprendí, porque si a mí me sorprendieron, probablemente también sorprendan al resto. Además, que me hayan flipado hace que me salgan con pasión. Aunque a veces me paso de pasión y soy muy turras.
–¿La Naturaleza da clases magistrales todos los días y no nos enteramos?
-Supongo que sí, pero no nos paramos a interpretar todo lo que pasa a nuestro alrededor. Todo nuestro día a día está lleno de ciencia: la luz del amanecer, la química de hacerte un café, los patrones y significados del canto de los pájaros, mandar un whatsapp. ¡Hasta el olor de una caca está cargado de ciencia! Estamos rodeados de procesos complejísimos por los que no paramos a preguntarnos ni un segundo.
–¿Hay mucho científico charlatán con su manual de autoayuda a cuestas?
- No sé muy bien a quién se refiere, jajaja. ¿Se refiere a cierta psiquiatra mediática que cuando habla de ansiedad o depresión solo habla de cortisol y otras mandangas hormonales pero que se olvida de que la gente igual está jodida porque no llega a final de mes? Estoy hasta el moño de ver libros de autoayuda en la sección de ciencia de las librerías. No tiene sentido, de verdad. Bueno, de autoayuda y lo que yo llamo «libros de gente que se tira pedos»: que si «la dieta de la microbiota», «la microbiota y tú», «cuida a tus microbios», «la digestión perfecta»… Vale que esos sí que tienen ciencia, pero si tan mal cagas que tienes que leerte 300 páginas, mejor vete al médico.
–¿Hubo un chispazo, un deslumbramiento, o fue una meditada reflexión racional la que condujo al biólogo a exponerse públicamente desde un escenario, una tribuna, un medio de comunicación?
-No sé. Surgió. Yo desde la universidad iba haciendo teatro. Cuando estaba ya haciendo la tesis, un amigo me habló de un concurso de monólogos de ciencia, el Famelab. En 2014 me presenté pensando que iba a ser una chuminada pequeña y sin repercusión, pero gané y el premio me lo dio la reina Letizia ante 500 personas jaja. A raíz de ese concurso me fichó Buenafuente para hablar de ciencia en su programa, empecé a ir a radios y todo fue girando hasta donde estoy ahora, que trabajo en varios programas de tele y radio.
–¿'Sexo salvaje' es el desnudo integral y sin prejuicios de la Naturaleza?
-La naturaleza ya va bastante desnuda y con los menudillos chorreantes. 'Sexo salvaje' es un viaje por la reproducción y el sexo en la naturaleza y, usando un tema que es divertido, curioso y algo guarrete, aprovecho para «metérsela doblada» al lector y le enseño cómo funcionan las leyes de la vida. Cada bloque trata sobre algún concepto clave de la biología (competencia, diversidad, selección de grupo, etc.) pero el libro es tan divertido que la gente no se da cuenta de todo lo que está aprendiendo entre chorrazos de esperma y frotis frotis.
–¿Qué le condujo a escribir este libro, y qué respuesta ha encontrado?
-Directamente me lo propusieron. Me habían intentado fichar varias editoriales potentes, pero nunca había encontrado el tema ni la motivación. Entonces me contactó Carlos, mi editor en La Esfera de los Libros, y me propuso hacer un libro sobre sexo en la naturaleza. Supe al momento que era un sí porque es un temazo. Sabía que iba a ser divertido, iba a poder contar muchísima ciencia y que yo mismo iba a disfrutar y a reírme escribiendo.
–De esa orgía animal, ¿qué es lo que más le ha sorprendido?
-Animal, vegetal, fúngica, bacteriana… Que no todo son animales en este mundo y hay otros seres flipantes. Por ejemplo, los hongos pueden tener dos sexos, como nosotros. Pero también hay especies que tienen tres, cuatro y, ojito, ¡hasta 17.000 sexos! Las plantas también molan: algunas tienen la forma y el olor de abejas solitarias para que los abejorros de su especie las polinicen al usarlas como consolador. Otras plantas hasta nos engañan a los animales para que nuestros zurullos hagan de taxis a sus bebés. Entre los animales, me alucinan los pájaros, que son super infieles y se pasan el día poniéndoles los cuernos a sus parejas. También me flipa el pene con forma de sacacorchos de los patos, los matriarcados lésbicos que montan las hembras de bonobo a base de «pipazos» con las amigas, los meros, que cambian de sexo a lo largo de su vida o las hembras de rapes abisales, que llevan los testículos de sus ex colgando de su cuerpo como si fueran medallas. Y los seres que se reproducen sin sexo son incluso más flipantes. Existen especies de lagartijas solo de hembras y que se reproducen sin necesidad de machos teniendo sexo lésbico. Es una cosa megafriki, pero completamente real.
–En el fondo, 'Sexo salvaje' ¿nos enseña que el ser humano es un bichito empeñado en un egocentrismo enfermizo?
-Pues a veces sí y a veces no. Los biólogos muchas veces pecamos de recordarnos demasiado que los humanos somos animales. Y es verdad que lo somos. Pero somos animales muy especiales porque no solo heredamos genes, también heredamos cultura. En los seres humanos la cultura es tan importante, e incluso más, que nuestra propia biología. Muchas veces la gente trata de justificar comportamientos injustificables hablando de «nuestra parte animal». Cuando nos es imposible saber cuál es esa parte animal porque los humanos tenemos cultura desde antes de ser humanos. Esa cosa que algunos llaman «la naturaleza humana». Eso que queda si nos despojas de la cultura y dejas solo los instintos. Yo creo que eso no existe.
Nuestros antepasados ya fueron desarrollando formas de cultura antes de ser humanos, por lo que la propia naturaleza de los seres humanos es tener cultura.
–¿En la naturaleza el placer es todo menos culpable?
-Es que hay mucho sexo en la naturaleza que se da sin placer. No me refiero a con dolor. Es que hay sexo en el que no hay ni contacto: las esponjas y los corales, como no pueden moverse, lanzan chorrazos y chorrazos de esperma (recuerden este verano que el mar está lleno de esperma). Las ranas tienen contacto físico pero no hay contacto genital: ella va soltando huevos al agua y él va echando esperma encima. O dos flores pueden reproducirse sexualmente estando a varios kilómetros de distancia gracias a una abejita polinizadora. O las aves, que el 97% de las especies no tienen pene y se reproducen uniendo sus cloacas (unos agujeros por donde cagan, follan y mean). Algunos tienen placer y chuscan sin afán reproductivo, como los delfines o muchos primates. Otros van al otro extremo, como los zánganos, que cuando se zumban a la abeja reina eyaculan tan fuerte que revientan y mueren.
–¿Hay serendipias en todas partes, pero somos expertos en ponernos velos y gafas oscuras ante las revelaciones?
-Serendipias es como se llama el podcast de ciencia de la Ser en el que colaboro. Tengo un consultorio llamado «Moure oye voces' en el que respondo dudas del público. ¿Ve? Yo no tengo velos ante las serendipias: buscaba una respuesta profunda y filosófica y has encontrado publicidad jajaja. Sobre las serendipias hay una frase muy chula de Pasteur: «la suerte solo favorece a las mentes preparadas». Hay que conocer un tema a fondo y tener mucha capacidad de observación para descubrir algo por error. Siempre se dice que Flemming descubrió la penicilina de casualidad, pero si no hubiera sabido muchísima microbiología, nunca habría pensado que los hongos que habían crecido en el material de su laboratorio podían estar matando a sus bacterias con alguna sustancia que pudiera ser aprovechada por los humanos.
–¿El humor es el mejor orgasmo?
-No, el orgasmo real es mejor. Comer croquetas y helados también. Cagar un mojón enorme es mejor que el humor también. Luego ya va el humor. Bueno, o que te hagan un bizum. Un ingresito de dinero siempre es orgásmico.
–¿En la educación faltan bestiarios como el suyo donde aprender, o el sistema no está preparado?
-Falta educación sexual en las aulas por una mezcla de mojigatería e ignorancia. La educación sexual no enseña a los niños y niñas a tener sexo, les enseña a prevenir el abuso, llamar las partes de su cuerpo por su nombre sin risitas tontas o a prepararse para los cambios propios de la pubertad y a gestionarlos. En el libro tengo un capítulo sobre la adolescencia donde lo explico muy bien. La gente se cree que los adolescentes saben un montón sobre sexo y no es verdad. Saben decir cuatro cerdadas, pero no saben lo que es un preservativo o una ITS. Es muy preocupante lo pronto que empiezan a ver porno. De hecho, está comprobado que aquellos que no reciben educación sexual, ven porno a edades más tempranas. Lo hacen por falta de información, pero encuentran algo peor.
Los adolescentes que consumen porno desde muy pronto tienen más posibilidades de tener relaciones sin preservativo o de cometer algún tipo de agresión sexual al reproducir la violencia y el machismo de la pornografía.
–A usted lo que de verdad le pone es contar historias...
-Siempre intento que lo que divulgo tenga forma de historia. Las historias siempre nos han acompañado y son un viaje mental alucinante.
–¿Qué augura en una relación, quizás inevitable, entre la Biología y la Inteligencia Artificial?
-Es que ya se llevan bien. Gracias a la IA se puede conocer la estructura de una proteína a velocidades que antes ni soñábamos, diseñar nuevos fármacos, manejar datos sobre las relaciones de decenas de genes… Es una pasada. La IA está ayudando a que la biomedicina acelere muchísimo y puede ser quien nos salve del auge de las súper bacterias resistentes a los antibióticos.
–¿Qué aprendió de su padre?
-Que puedes ser un erudito y ser un cachondo. Es que eso de tener que ser un sosainas para mantener el estatus es un aburrimiento. Mi padre metía mucho humor en sus conferencias y charlas y todo el mundo, hasta los académicos más seriotes, lo agradecían y disfrutaban. No hace falta ser un muermo a la hora de explicar la ciencia.
–¿Divulgar requiere de una cátedra de honestidad y humildad con uno mismo y los demás?
-Yo creo que lo que más hay que tener es empatía. Tienes que aprender a saber cuál es el nivel de formación y de interés de tu público para adecuar el contenido y el tono. Tienes que saber escucharlo, sentirlo, percibirlo. A veces no les ves la cara, pero puedes notar si algo les está alucinando porque se crea un silencio que es único. Pero también tienes que ser capaz de sentir el ajetreo o la inquietud de cuando se aburren.
–Ya tiene en perspectiva algún proyecto...
-Ahora me están saliendo muchas colaboraciones en programas de televisión. En las últimas semanas he empezado a colaborar en Mañaneros y en Aquí la Tierra y en unas semanas comenzaré en un par de programas de radio. Pero más adelante quiero hacer un libro en el mismo irreverente pero riguroso de «Sexo salvaje», pero quiero hacerlo sobre el mundo de la caca jajaja. Parece una guarrería de niño cochino, pero hay muchísima ciencia en ella. Ya no solo cuestiones fisiológicas, como cuestiones de microbiota o que el color marrón se debe a los desechos de los glóbulos rojos muertos. A nivel medioambiental, las heces son el reinicio del ciclo de la vida, que devuelven los nutrientes a las plantas y hongos que forman la base de la cadena alimentaria. A día de hoy, muchas zonas ganaderas se están quedando peladas porque el uso indiscriminado de antiparasitarios en el ganado hace que los escarabajos coprófagos mueran al comerse la caca y no puedan cumplir su misión de llevar los nutrientes de los excrementos al interior de la tierra para que sirvan de abono a las plantas.
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