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Casi al final de la presentación de su última novela, 'Cárcel de Tinieblas' (Espasa), la esperada segunda parte de 'Mil ojos tiene la noche', Juan Manuel de Prada (Barakaldo, 1970) reconoció que en esta extensa obra –la primera entrega titulada 'La ciudad sin luz' tiene 800 páginas y esta segunda otras tantas– «he escrito lo que quería escribir dando lo mejor de mí mismo. Aunque sé que por esta novela no voy a tener un reconocimiento neto y que su destino literario es para las generaciones futuras». Así lo dijo este miércoles en el Ateneo de Santander que acogió este acto, organizado por el Aula de Cultura de El Diario Montañés. Y es que De Prada, que se caracteriza por decir siempre lo que piensa, considera que su novela está escrita según los cánones de una tradición literaria, la barroca española, «ya abandonada, barrida por el europeísmo y la imposición de una ideología que ha arruinado nuestra tradición cultural».
Acompañado por su amigo y también escritor, Enrique Álvarez, quien a modo de diálogo le fue haciendo distintas preguntas sobre su novela y su forma de ver la literatura, De Prada fue contando detalles de esa obra en la que se refleja como vivió la colonia de artistas y escritores españoles instalados en París, la ocupación nazi. Una obra «ambiciosa» y no solo por su extensión según reconoció, sino también por el estilo en el que está escrita más próxima a los Episodios Nacionales de Galdós y las novelas esperpénticas de Valle Inclán. Y es que, pese a la gran labor de documentación que hay detrás de cada uno de los personajes como Picasso, Gregorio Marañón, Ana María Martínez Sagi o Victoria Kent, el autor no cree que 'Mil ojos esconde la noche' se pueda situar dentro de lo que actualmente se vende como novela histórica «que me parece un género despreciable». «Más bien diría que estaría dentro de la anti novela histórica» ya que considera que este género, en la actualidad «está al servicio de la ideología reinante y que estas novelas son mamarrachadas grotescas». Sin embargo y pese a reiterar la devaluación de este tipo de literatura sí reconoció que «paradójicamente» es más histórica que ninguna. «Y no solo por el proceso de documentación que hay tras ella, sino también porque todos esos personajes no hablan con sus propias palabras no con las de nuestra época».
En esta novela el protagonista Fernando Navales, un falangista sin escrúpulos que ya aparecía en su primera novela 'Las máscaras del héroe' (Seix Barral) tiene la misión de 'controlar' y al ser posible 'reclutar' a todos esos artistas españoles que marcharon a París nada más acabar la Guerra Civil, que allí vivieron la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto la ocupación alemana, y que no siempre se comportaron cómo los historiadores nos han contado, según dice. Eso hace que para él, sea su libro más ambicioso «junto a 'El derecho a soñar', la biografía de Ana María Martínez Sagi que fue quien me abrió todo este mundo y a estos personajes que vivieron años oscuros y a los que tocó hacer cosas poco honrosas».
Según dijo más o menos ha respetado sus vivencias reales, aunque la Historia las cuente de otra forma, salvo la de la santanderina Ana de Pombo, uno de los personajes con peso en su novela «que a mí me parece conmovedor y que es con la que más licencias me he tomado porque aunque los informes policiales no la dejan en buen lugar y parece demostrado que fue una importante colaboracionista nazi, siempre me ha parecido que su nieto (Álvaro Pombo) escribió una biografía muy miserable sobre ella».
La vida de Ana de Pombo, según reconoció, estuvo marcada por la muerte de su hijo –tío del Premio Cervantes– un falangista que murió en el buque-prisión Alfonso Pérez. Un episodio que Álvaro Pombo recoge en 'Santander, 1936' pero que De Prada cree pasa de puntillas. «Durante días y antes de morir sufrió terribles torturas en las que su tío no entra demasiado. Quizás por pudor, no lo sé. Sus motivos tendrá, pero a lo mejor no le hubieran concedido el Cervantes si hubiera entrado en ellas».
Pese a que Prada cree que hay una decrepitud en occidente sobre todo en lo que a cultura se refiere y que la literatura desde el Siglo de Oro «está un trance muy difícil» pues se presuponía que tener unas cualidades que ahora no tiene «no creo que la necesidad de concebir mundo imaginarios vaya a morir nunca».
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