David Pérez Sañudo
El realizador vasco abrió la Muestra de Cine y Creatividad del Centro Botín con la proyección y coloquio de su filme 'Los últimos románticos'
Cuando un cineasta está inmerso en un proyecto, las vacaciones son una utopía. David Pérez Sañudo (Bilbao, 1987) está «en plena vorágine», en la fase ... de montaje y postproducción de su próxima película, 'Sacamantecas', drama histórico protagonizado por Antonio de la Torre y Patricia López Arnaiz. Sin embargo, hizo un alto para intervenir ayer en la Muestra de Cine y Creatividad del Centro Botín y presentar su película 'Los últimos románticos' además de particpar en un diálogo coloquio con los asistentes.
-Alguien que se maneja con el lenguaje cinematográfico, ¿cómo lleva la labor de desvelar los entresijos de su trabajo con palabras?
-Bien; al final forma parte de la naturaleza de hacer películas. Creo que existen muchos festivales, muchos encuentros, eventos, que dan la oportunidad también, especialmente al público, de poder compartir inquietudes o de tener esa reflexión acerca de lo que ha visto. Y luego en este caso concreto, vengo con mucho gusto porque al final es un certamen en el que he estado bastantes veces y me pilla cerca.
-Ese intercambio con el público, ¿conlleva cierta didáctica para que la gente valore el trabajo que hay detrás de una película?
-Me gustaría pensar que, de forma mayoritaria, la gente se hace una idea de que hacer una película conlleva un esfuerzo. Cualquier persona que haya visto un rodaje, se da cuenta de que son muchísimas horas de trabajo y tiene muy poco que ver con el exhibicionismo de los premios o de los certámenes, que son algo muy puntual y muy anecdótico dentro de lo que supone el cine. Me parece una labor didáctica que podemos intentar hacer los creadores y que siento que es una asignatura pendiente.
-¿Para la industria audiovisual?
-A nivel social o a nivel estatal incluso. Y me estoy refiriendo en concreto a saber mirar la pantalla, a saber entender un poco de gramática audiovisual en un tiempo en el que los niños, ya cada vez a edades más tempranas tienen un dispositivo audiovisual, pero no tienen herramientas que les hagan entender qué están viendo. Desde hace ya 15 o 20 años, por ejemplo, vemos informativos en determinadas cadenas que tienen música de fondo y que nos hacen sentir una cosa u otra y posicionarnos ideológicamente ante lo que estamos viendo. Me parece que hay algo muy trascendente, muy delicado, y me atrevería a decir que muy decisivo de cara a las generaciones venideras.
-¿Un mensaje de que lo que ofrece la pantalla puede ir más despacio que el propio mundo?
-Por lo menos intentar debatir sobre los tiempos, la velocidad a la que transcurren las cosas. Hay algo que es el concepto de educar la mirada. Hace años leí que la duración media de cada plano había pasado de ocho segundos a dos, y ahora seguramente esté en menos. Hay una ausencia de contemplación de la imagen.
-¿A quienes están al otro lado de la cámara se les exige una actualización constante para poder mantener ese ritmo?
-Es una buena pregunta. Evidentemente hay un audiovisual, que de forma mayoritaria se ve en plataformas y también un poquito en las salas, más industrial, que tiene que atender a una cierta actualización de los ritmos, de lo que se demanda. Y al mismo tiempo hay un cine más de autor, lo que antes se llamaba cine de arte y ensayo, que tiene un circuito más de festivales, y el interés de ir a la contra. Hay una homogeneización salvaje desde que están las plataformas; todas las películas empiezan a parecerse demasiado. La vocación del cineasta tiene que ver con poner las cosas un poco más difíciles al espectador, no dar todo por sentado para completar aquello que no está del todo evidenciado.
-Hablando de corrientes, se le enmarca en el llamado Nuevo Cine Vasco del Sentimiento. ¿Cuáles son sus rasgos?
-Igual no soy la mejor persona para definirlo, pero hasta donde yo sé, es un cine que se desarrolla en el País Vasco y que desde hace una década y media, tiene que ver con una manera de de acercarse a la sociedad menos politizada de lo que había estado anteriormente, pero muy atenta a las intimidades y a lo doméstico. En lo que a mí me toca, que solo he hecho dos largometrajes y ahora estoy acabando el tercero, sí que hay una observación de espacios sociales y de territorios que no son los predominantes. Todo aquello que es suburbial, espacios urbanos que siempre han quedado en los márgenes de las narrativas y también de la narrativa audiovisual.
-Queda muy bien plasmado 'Los últimos románticos'.
-La película no habla de ello, pero yo sí que era consciente a la hora de filmar de que estamos en un momento en el que vemos series y las casas invitan a pensar en un tipo de poder adquisitivo muy elevado. Muchas veces ya no sabes si la película está filmada en Barcelona, en Bilbao o en Goteborg. Hay una especie de homogeneización de todo contra lo que creo que también rebelarse, y mirar cada uno a lo que le toque o a lo que le mueva. Hay territorios por explorar, espacios, calles y edificios que no han sido nunca filmados.
-¿La estética también es una forma de resistencia?
-Sin duda. Y además algo muy directo porque es un lenguaje de difícil descripción, pero de conexión muy directa. Cuántas veces ocurre que ves algo y automáticamente te transporta a un lugar, a un tipo de estética, a un tipo de película también.
-Dice que solo ha hecho dos largometrajes, pero han tenido gran reconocimiento si hablamos de los premios que han recibido (Goya, Biznaga).¿Qué suponen estos reconocimientos tanto a nivel personal como profesional?
- Recibir el halago de los colegas de profesión o de un jurado, siempre es muy gratificante. Pero también es cierto que por una natural deriva histórica, el cine se ha convertido en una profesión en la cual se compite, como si fuesen eventos deportivos, y eso a veces también genera daño, frustraciones, falsas realidades. Con premios como los Goya es bonito, porque permite que el cine vaya más allá y como estrategia me parece acertada. Pero las películas no deben competir entre sí. Son compatibles, realidades diferentes.
-Mencionábamos que tiene entre manos su tercera película de la que dice que «es algo especial».
-Sí, 'Sacamantecas', una película sobre el siglo XIX que ya hemos terminado de rodar hace unos meses, que se estrenará en el 2026 y que supone un salto presupuestario elevado, sí.
-¿Qué le diría al David que empezaba haciendo cortometrajes y que hoy va a estrenar su tercer largometraje?
-Supongo que le diría que calma, que no hace falta sufrir tanto en muchos momentos que uno se toma muy a pecho. Es una profesión que exige muchos sacrificios y le diría que no hay que perder el foco, porque esta industria te puede devorar.
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