La cultura de la brevedad
. En 'Breverías completas' se reúne la obra de Pérez Estrada en la distancia más corta
«Con la frialdad del cirujano clavó el puñal de la crítica en la indefensa ternura del poema», escribe Rafael Pérez Estrada en una de estas 'breverías', género transfronterizo donde los haya, y que transita entre el microrrelato, el aforismo, epigrama y el verso suelto, según la intención del texto o incluso la interpretación del lector. En caso de incredulidad, véanse algunos ejemplos: «Inesperadamente, aquella fotografía cambió de gesto»; «El soberbio espera un aplauso del espejo»; «El artista homicida patenta su crimen»; «Acuarela es el arte de hacer malabarismos con el arco iris».
La publicación
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Titulo 'Breverías completas'
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Autor Rafael Pérez Estrada
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Editorial Galaxia Gutemberg, 2025
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Páginas y precio 248 pags y 19,50 euros
Sean novelas de misterio en miniatura a tratados de psicología condensados, estas piezas de una línea o, como mucho, un breve párrafo, son una versión ... supervitaminada y mineralizada de las greguerías de Gómez de la Serna, pero pasadas por el tamiz poético de uno de los autores patrios más delicados y elegantes del siglo pasado. Un poeta que pasó por la hoguera de las vanidades casi de puntillas, y al que han terminado rescatando su puñado de lectores, como Juan Carlos Mestre o Antonio Soler. O el poeta José Ángel Cilleruelo, su albacea literario y responsable de compilar esta colección completa de 'breverías', como el propio Pérez Estrada las bautizó.
Como bien explica Vicente Luis Mora en su más que interesante prólogo, Rafael Pérez Estrada fue una rara avis en vida: un escritor del que ningún otro autor hablaba mal. Cierto que porque unos, sus amigos, hablaban de él maravillas, y los otros, simplemente, no hablaban de él, pero sí que es un caso extraño eso de toparse con un autor sin enemigos. Claro que, si hubiera rozado la gloria, a saber qué hubiera ocurrido.
Porque al autor malagueño se le intuye un ingenio prodigioso, y una pluma afiladísima. Otra cosa es que le diera por la imaginación, por experimentar y por crear un mundo propio, pero desde luego que asomarse a él es una experiencia de lo más gratificante. No es de extrañar que sus admiradores sean tan fieles y acérrimos. Incluso su poética, que más bien parece una filosofía y una manera de estar en el mundo, sigue resultando cautivadora: «quisiera realizar una escritura brillante, inmediata, transparente. Intento subrayar lo accidental y desdibujar, en la mayor brevedad del texto posible, lo esencial». Toda una «cultura de la brevedad», que no viene sino a dar la razón a todo un clásico del refranero: «lo bueno, si breve…».
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