Presencias y lugares
En su último libro, 'Cuando todo era mar', Juan Ignacio González ofrece un retrato autobiográfico en el que carece de importancia la separación entre el yo personal y el yo lírico
Con una regularidad envidiable, Juan Ignacio González (Mieres, 1960) viene ofreciendo en el los últimos tiempos una nueva entrega poética cada dos años aproximadamente: Después ... de 'Te llamaré silencio' (2023), publica ahora 'Cuando todo era mar', y entendemos aquí mar como símbolo de plenitud, una plenitud que se ubica más en el pasado que en el presente, como si este fuera solo el resultado de una expectativa que se fragua en las experiencias vividas con anterioridad. La primera sección del libro –está dividido en tres–, titulada 'La luz, la vida' es un homenaje a sus padres y comienza con un ejercicio memoralístico imposible, pues el poeta sitúa la acción antes de su nacimiento, en el propio vientre materno: «Cuando nazca, de nuevo llegarán los inviernos, / y arroparás la escarcha de los días añiles / bajo el manto del amor que se asoma a tu cuerpo». Sin transición pasamos ya a la evocación de la infancia, «al paisaje desnudo de la infancia» que, tal y como aseguran, es el verdadero semillero de cuanto seremos en el futuro.
El poeta adopta ahora un tono testimonial con el que da cuenta de la sociedad de la época: «La vida entonces, padre, era no pasar hambre, / poblar estancias tristes en barriadas obreras». La figura del padre aparece y desaparece de estos poemas, pero su ausencia da pie a serenas reflexiones cargadas de nostalgia: «Guardo la triste sombra de un padre madrugante / subido a los andamios por tierras extranjeras», escribe en el poema 'Lugar de procedencia'. Juan Ignacio González explora la intimidad, la crueldad de una época que se nos antoja lejana, pero cuyas consecuencias nos deberían ayudar a ser más solidarios con quienes sufren ese mismo desarraigo hoy en día, con quienes llegan en busca de un trabajo que les permita alimentar a su familia: «Dejar sobre la mesa un sueldo de miseria, / y, abrazado a su cuerpo, / asomarte a la puerta de nuestro dormitorio, / y ver, entre las sombras, los rostros ya dormidos / de aquellos hijos tristes, anhelantes de un padre». El compromiso cívico está muy presente en la poesía de González, porque no olvida sus orígenes y se resiste a medir por un rasero diferente a quienes hoy sufren unas privaciones aún más crueles que las que él sufrió. Expone ese sufrimiento humano de una manera verdadera, y esa verdad constituye una indagación firme y, a la vez, cargada de ternura, de la vida y sus contradicciones.
'Cuando todo era mar'
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Autor Juan Ignacio González
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Editorial Bajamar
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Páginas 86
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Precio 15 euros
En 'Tiempos de amor y lluvia' el descubrimiento del amor, y su opuesto, el desamor configuran la transformación de un yo, sin que esto suponga abandonar sus ideas de responsabilidad social, que se descubre a sí mismo gracias a la tensión del deseo. González valora la sinceridad por encima del artificio, por esa razón no duda en desnudarse emocionalmente: «Solo quiero encontrar tu presencia y los dientes / más terribles y fieros hollarán tus carnes. / Solo quiero rasgarte, poderoso, las telas. / Simplemente extenderme en el hecho de amarte». La preocupación por los estados internos y las formas del amor abarca, como hemos dicho, el desamor y sus consecuencias: «Y ahora sé que el olvido es esta muerte, / pequeña, indiferente, de los días / en que ya nadie acude a la llamada / sonora y luminosa de la lluvia, / la flor inmarcesible de una herida / que no se cierra nunca». La influencia de Neruda, uno de los poetas más admirados por Juan Ignacio González, se deja sentir en algunos de sus versos, como en estos que recuerdan a alguno de los 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada': «Siempre será tu risa este silencio ignoto, / esta doliente mueca, esta bárbara muerte / que anega mi paisaje».
El libro finaliza con la sección 'Congregaciones', encabezada por una reflexión metapoética sobre la capacidad testimonial, o habría que decir adivinatoria, del poema: «La edad no condiciona los deseos, / pero el poema atisba, en sus adentros, / que ya no habrá dos cuerpos enlazados, / prendidos de raíz frente a la historia, / frente al olivo azul de los augurios» y es que, como afirma en un poema posterior, «La escritura es también el testimonio / de los seres que fuimos». Desde esta perspectiva, la del análisis de la poesía como método para conceptualizar los sentimientos, 'Cuando todo era mar' aporta, pese a afirmar, quizá desencantado, que es solo «un juego de palabras», un retrato autobiográfico en el que carece de importancia la separación entre el yo personal y el yo lírico. Ambos serán un mismo sujeto o no, dependiendo de la familiaridad del lector con las claves de los poemas.
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