Reescribir la vida
El cuentista y crítico literario José Ignacio García da el salto a la larga distancia con una obra coral sobre las expectativasy las segundas oportunidades
Dicen que las mejores historias surgen de la inspiración casual, aunque tal vez sea todavía mejor la capacidad para convertir un suceso cualquiera en la cotidianidad del escritor en una obra completa. De la realidad a la ficción… para poder explicar la propia vida.
La publicación
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Título. El vuelo de los delfines
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Autor José Ignacio García
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Editorial Valnera, 2025
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Páginas 312
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Precios 20 euros
Y es que esta novela nace de un extravío: una novela dedicada que el autor recibió y perdió en la misma velada. Y fabulando con ... quién se la encontraría y qué haría con ella surge esta obra coral en la que cuatro personajes en la edad madura emprenden la tarea de reescribir una vida que, por diversos motivos, no les hace felices.
La voluntad de contar se une a la insertarse en una tradición; los juegos de palabras con los nombres propios –Loyola Lozoya, por ejemplo–, un gusto indisimulado por arcaísmos y localismos y ese poso de melancolía que destilan los personajes y sus circunstancias remiten de inmediato a Luis Mateo Díez o Luis Landero; falta, quizás, la retranca e ironía de estos grandes, aunque puntualmente asome también en la novela; sobre todo, en las escenas en que aparece Charli, cuya pasión caribeña disparata cualquier línea argumental.
Añade además psicología popular –«no conoces de verdad a una persona hasta que no te divorcias de ella»–, algunas reflexiones sobre las extrañas y asimétricas relaciones entre creación y éxito, como cuando alude a Tomás Sánchez Santiago, un autor de culto: «es lo triste, que se leen muchos libros malos, de autores efímeros o que nunca serán escritores, por muchas obras que publiquen, y, por el contrario, a muchos narradores excelsos, que no gozan del respaldo de los grandes sellos editoriales, no los conocen ni en su comunidad de vecinos». Aunque si nos asomamos al abismo y miramos más allá, o sea, allí donde los lectores casi nunca nos adentramos, en los epílogos y notas finales, descubriremos cómo además del crítico –García tiene una larga trayectoria en suplementos y revistas literarias– asoma el autor y desvela que escribe «sin mapa ni brújula» y que, tras toda una vida dedicado a la corta distancia a este «rascacielos narrativo». Y hasta deja traslucir sus miedos de autor: «espero que no se derrumbe con las primeras críticas aciagas o los comentarios de algunos lectores a los que no les haga gracia su alicatado o […] el color de las paredes». En fin, nada peor para un crítico que someterse a la crítica. Aunque en esta ocasión salga bastante airoso.
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