Albert Serra
El director catalán presentó en Casyc 'Tardes de soledad', en la que aborda el mundo taurino a través de la figura de Andrés Roca Rey
El 14 de julio empieza a rodar de nuevo. Una película sobre Rusia. Por eso todo anda un poco «lioso», resume Albert Serra (Banyoles, 1975) ... entre idas y venidas. Una de ellas trajo al singular creador de eternas gafas oscuras ayer a Santander para proyectar en Casyc 'Tardes de soledad', Concha de Oro en San Sebastián el pasado año, en la que muestra una particular visión del mundo taurino, desde dentro, con Andrés Roca Rey como hilo conductor.
-Viene a Santander, que tiene un peso específico en la película, pues fue en el coso santanderino donde un toro cogió a su protagonista, Andrés Roca Rey.
-Es uno de los centros del relato. Es un momento muy dramático y muy importante porque se entiende una palabra que utilizan mucho que es la verdad.
-¿Qué significa?
-La verdad del toreo tiene ese elemento esencial del riesgo, en donde se comprenden muchas cosas que, a veces, superficialmente, podrían pasar desapercibidas. A pesar de que lo que se busca es la armonía entre toro y torero, esa es la teoría y en la praxis no sucede siempre. El torero entonces tiene que asumir sus riesgos, su soledad, su dolor, su entrega, su compromiso en circunstancias que son difíciles y siempre imprevisibles. Andrés tiene fama de ser muy comprometido y al mismo tiempo, como es un ganador, en el buen sentido, un número uno, nunca es temerario, pero aún así nunca es suficiente para garantizar nada.
-¿No hay algo de temerario de por sí en elegir este modo de vida?
-Hombre, claro, se percibe un riesgo siempre para la vida. Pero hay una cita que me ha marcado en la vida que dice «La audacia consiste en distinguir lo extraordinario de lo imposible». Esta para mí es la definición perfecta de lo que un torero o cualquier persona que quiere hacer una cosa audaz, debería hacer: pensar en lo máximo, pero no ser estúpido y creer en lo imposible.
-¿Cuando elige meterse en este proyecto lo hace buscando ese algo extraordinario?
-De por sí, la actividad me suscita una curiosidad sincera e inocente en relación al hecho de que es muy extemporánea respecto al mundo actual y algo extraordinario debe haber por ese lado. Desde que hicimos la película, no por nosotros, parece que todos los peros en relación a la tauromaquia se han suavizado. Quizá ha contribuido a comprenderla con toda su complejidad y su riqueza. Todo el mundo pensaba que iba a ser muy polémica y no es que haya gustado, pero no suscita rechazo.
-Habla de lenguaje y está el suyo, personal, aplicado a través de la creación fílmica. ¿Busca hacer reflexionar al espectador?
-No es que lo pretenda, pero va en paralelo. En el momento en que haces un aprovechamiento de la tecnología digital para captar detalles, tener un punto de vista más cercano y diferente al que se había tenido hasta ahora, inevitablemente va a ayudar a entender las cosas mejor, a ver aspectos inéditos. Todos los elementos quedan entrelazados como en la realidad. Era una obsesión cuando lo hice; que todo lo que configura la tauromaquia y captaban las cámaras estuviera presente, que fuera real.
-¿Ha cambiado mucho su propia mirada?
-No. Se ha enriquecido con la película.
-¿Cree que los taurinos se han sorprendido con el resultado?
-No lo sé. Hay gente que se queja diciendo que no se ve suficientemente el arte, pero son todos los que no les gusta Roca Rey. En el fondo, les molesta que sea él.
-¿Por qué lo eligió a él?
-Porque para el cine es el mejor. Pone contraste entre lo atávico de la fiesta y lo moderno de su rostro y su actitud. El ser una especie de estrella de rock and roll, demostrando ser más portador de sus valores, del compromiso con el arte, pero siendo joven y moderno. Tiene algo muy hermético, impenetrable y fascinante.
-Dice que nunca se ha visto tan de cerca.
-Hombre, ni se verá nunca más. El cine tiene esta capacidad. Sobre todo cuando los directores son capaces de amplificar y cada detalle se convierte en inolvidable. Todo se vuelve icónico con el cine, hasta el más pequeño gesto.
-De usted dice que es un artista libre, loco y genio. ¿Con cuál de esas palabras se queda?
-Lo de genio no. Me considero una persona extremadamente racional, analítica y me autoconcedo ciertas libertades en el rodaje, mentales. Un tipo de aceptación de unos riesgos, de un caos, que a este nivel nadie más acepta. Pero muy preciso en la fase de montaje. Soy el mejor montador del mundo. Así como lo oyes. Director, uno de los veinte mejores. Pero de montador, el número uno. Nadie me puede superar. Pueden igualarme, y lo dudo, pero superarme no.
-Llegó a esta película a través de los textos.
-Claro, porque es como se llega a todo. Solo asimilas contenido de una manera profunda a través de la lectura. El resto son experiencias superficiales.
-Como se plantea en el libro 'Juan Belmonte' de Chaves Nogales: «¿Estás seguro de que las generaciones venideras tendrán en alguna estima el valor de los toreros?»
-Creo que sí. De hecho noto una ligera reapreciación o reevaluación de lo que hacen a nivel social. Y no era mi intención, me daba igual, pero la película ha contribuido a entender la cosa más profundamente. Con las opiniones que sean. Es infantil querer quedarse solo con una parte. Lo he comprobado en Europa, en todos los países donde he presentado la película; no quieren oír el mismo debate. La película es mucho más.
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