Ver 12 fotos
La pesadilla de Jokin
El estreno liguero de Ezkieta con el Racing en La Romareda dejó tres goles encajados y cuatro paradas de mucho mérito
Imaginémonos un debut de ensueño. Uno para contar a los nietos, con victoria épica, intervenciones inolvidables y hasta salida a hombros. De esos que todos ... los jugadores anhelan. ¿Se hacen una idea? Bueno, pues ahora borremos todo eso, porque el estreno liguero ayer de Jokin Ezkieta con el Racing en la Romareda sería muy distinto. Y no precisamente por culpa suya.
Treinta y cinco jornadas llevaba lijando banquillo el de Villava, esperando su oportunidad, porque lo de Linares en Copa no había sido más que un simulacro. Treinta y cinco, y te va a llegar justo en el día de la temporada para tu equipo. Dos zarpazos de mala suerte, y a Jokin le tocaba entrar en frío, tras casi media hora de asiento. Eso, y que las dos expulsiones y el uno a cero dejan helado a cualquiera, así que el portero tenía que dar saltos y brazadas mientras esperaba en la banda. Parera, por su parte, dejaba el campo muy despacio y con cara de pocos amigos. A buen seguro, con la sensación de que se había llevado la peor parte: un golpe doloroso y el peor castigo. Sin embargo, tendió la mano a su compañero, lo abrazó e incluso le dio tiempo a decirle al oído alguna palabra de ánimo. Pero, ¿quién dijo miedo? De amarillo y con el trece, sin tiempo para saber dónde estás pinado, te toca defender una falta al borde del área. Todo un reto. Pero el balón está muy escorado, así que hay que colocar la barrera. A la derecha. Más a la derecha. Vale, ahí, diría pulgar en alto. Y tenía razón: el disparo de Bermejo se estrella en los defensas.
Noticias Relacionadas
Sin embargo, el rechace le vuelve al lanzador que, esta vez sí, la empala. Por su palo, casi en la escuadra. Ni volando consigue evitar el gol. Jokin se levanta y se queda petrificado; luego se da la vuelta y mira la portería, como buscando el hueco por donde pudo colarse. ¿Se puede empezar con peor pie?, parecía preguntar al cielo el portero, balanceando los brazos. Tocaba hacer de tripas corazón, así que Ezkieta sacó su particular manual de autoayuda y lo abrió por la página de la resiliencia. Que nadie sabe muy bien qué significa, pero el guardameta lo explicó con detalle: hasta cuatro paradas, dos de mucho mérito, bajarían los humos a los blanquillos. Incluso la suerte parecía por fin sonreír a los racinguistas, cuando un balón desviado por Jokin tocó en los dos postes y luego volvió al campo.
Tras frenar la euforia, el alivio lo pondría el cambio de estrategia: José Alberto adelantó al equipo, amparándose en esa lógica de que la mejor defensa es tener el balón lo más lejos posible de la portería propia. Si, además, el rival parece no querer hacer sangre, el portero recibe un respiro. Aunque el espejismo duraría poco: a medida que se acercaba el final de la primera parte se intensificó el asedio, hasta terminar en puro bombardeo. En pleno descuento, Ezkieta repelería un disparo de Iván, pero el ariete cazaría el rechace en el aire, y lo cabecearía, en vaselina a la cepa del poste contrario.
La segunda parte sería de esas de campo inclinado. Hacia Jokin, claro. El dibujo de uno, cuatro, cuatro, cero traería cierta paz para el arquero, aunque el equipo acabaría encerrando en su área durante muchos minutos a los ayer verdinegros. Una maraña defensiva densa, pero no inexpugnable. Aunque Jokin luciría reflejos felinos en alguna acción, el problema sería que los ataques no tenían fin. Esa ley de Murphy que hace que, cuando estás en inferioridad, todos los rechaces vayan al contrario. A la hora, un mal disparo de Zapater le cayó a Giuliano, que la puso donde los porteros no llegan, en la cepa del poste. En el saludo de rigor a la afición, Jokin llevaba cara de circunstancias. Y eso que la grada no le pondría ni un pero. Tal vez no fuera el mejor momento para apreciarlo, pero había dejado trazas de gran guardameta. Ahora toca refrendarlo el próximo domingo ante el Granada, esta vez once contra once.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión